16 de agosto de 2025 - 00:25

Lisandro de la Torre y el crimen que paralizó al Congreso

El crimen en el Congreso selló con sangre una de las discusiones más intensas sobre la soberanía económica argentina en el siglo XX.

En 1935, Lisandro de la Torre llevó al Congreso una de las denuncias más resonantes contra el Pacto Roca-Runciman, acuerdo que favorecía a los frigoríficos británicos en desmedro de la economía argentina. De la Torre señaló que el trato otorgado por Inglaterra a nuestro país era incluso más humillante que el que recibían sus propios dominios.

“El gobierno inglés le dice al gobierno argentino "no le permito que fomente la organización de compañías que le hagan competencia a los frigoríficos extranjeros". En esas condiciones no podría decirse que la Argentina se haya convertido en un dominio británico, porque Inglaterra no se toma la libertad de imponer a los dominios británicos semejantes humillaciones. Los dominios británicos tienen cada uno su cuota de importación de carnes y la administran ellos”, afirmó desde el recinto.

Una comisión para seguir la pista del dinero

A raíz de sus acusaciones, se creó una Comisión Investigadora destinada a revelar cuánto ganaban los frigoríficos ingleses y de qué manera el pacto había perjudicado a la Argentina. Según el senador puntano Laureano Landaburu, se buscó determinar si los precios pagados por los frigoríficos en el país correspondían con los valores que obtenían en el exterior; investigar si la devaluación del 20% del peso, decretada el 28 de noviembre de 1933, benefició a ganaderos o frigoríficos; establecer las ganancias reales de estas empresas; y comparar los precios de los novillos de exportación en Australia y en Argentina.

Un monopolio a la vista

La negativa de los frigoríficos a colaborar no detuvo la investigación. Finalmente, la comisión halló pruebas irrefutables de un monopolio que extraía ganancias desmedidas. En medio de este panorama, De la Torre apuntó directamente contra el ministro de Agricultura, Luis Duhau —él mismo ganadero—, acusándolo de beneficiarse personalmente colocando sus propios productos en esta red de intereses.

Amenazas y un crimen en el Congreso

La tensión escaló al punto de que Duhau amenazó públicamente a De la Torre. Apenas dos días después, el 23 de julio de 1935, en medio de un tumulto en el recinto, el legislador Enzo Bordabehere, fue asesinado, aunque la idea era acabar con De la Torre.

En aquel momento, Alfredo Palacios, testigo y colega, escribió:

“Frente al cadáver de Bordabehere, asesinado alevosamente en el recinto del Senado, exijamos justicia, pero no perdamos la conciencia de la responsabilidad que nos incumbe. Los que no hemos sido arrebatados por la creciente marea del odio, proclamemos y sostengamos el acatamiento a las fuerzas morales (…) Trabajemos por un ambiente en que la libertad y la tolerancia destruyan el afán de prepotencia que proclama la ley del instinto sin reparos, el imperio de la astucia sin escrúpulos y la moral del éxito. Trabajemos por la armonía solidaria para el afianzamiento de la justicia, y la práctica de las libertades cívicas; es decir, por lo que nos falta ahora, ya que todos se afanan en enconar las heridas y arrojar combustible a la hoguera”.

Una investigación que murió con su protagonista

Tras el crimen, la causa perdió impulso y la Comisión Investigadora quedó prácticamente desactivada. Poco después, Lisandro de la Torre presentó su renuncia, poniendo fin a una de las batallas políticas más valientes de la historia parlamentaria. Aquellos legisladores —hombres que aún concebían el ejercicio de la política como un servicio y no como un privilegio— habían librado un enfrentamiento directo contra los intereses más poderosos de la época, exponiéndose no solo a la presión económica y mediática, sino también al riesgo físico.

Su labor en el recinto, marcada por debates encendidos, denuncias públicas y un compromiso personal que rozaba el sacrificio, demostró que el Congreso podía ser un verdadero escenario de defensa del interés nacional. El asesinato de Bordabehere y la posterior renuncia de De la Torre no solo truncaron una investigación clave, sino que dejaron una herida profunda en la memoria política argentina, recordándonos que hubo un tiempo en que la palabra y el coraje de los representantes eran capaces de incomodar a los imperios y desafiar a los monopolios sin otra protección que su propia convicción.

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