-Cómo llegaste a esa cantidad de información?
-Rebotando como loco. Porque es todo el tiempo darle al teléfono, reuniones acá, allá y que en el 95% de las veces te digan: "No" , o directamente ni te atiendan. Y de vez en cuando hay alguien que entreabre la puerta y te cuenta un dato, te aporta una pequeña pista. Y así fue que accedí a los primeros datos de esta historia y fui tirando de la cuerda. Hoy llegué tarde a nuestra conversación porque estaba respondiéndole al servicio de espionaje ruso, que me respondió que no me iban a conceder la entrevista con estos espías. Lo vengo intentando de manera periódica, cada mes y medio.
-Vos explicás muy bien la intrincada estructura del sistema de inteligencia donde los entrenan para insertarlos en distintos lugares del mundo ¿Argentina realmente es un objetivo para espiar?
-La Argentina es un buen lugar para criar espías porque ofrecen oportunidades para los que son “durmientes”, es decir que tienen que pasar por debajo de los radares, para que vayan construyendo lo que en la jerga se llama “la leyenda”, que es la mentira de tener otra nacionalidad, otro empleo y otros idiomas. Así, dentro de meses, años o décadas, cuando llega la oportunidad, activarlos y mandarlos al lugar específico donde quieren que espíen.
-¿Cuál es la diferencia entre espías “legales” e “ilegales” que mencionás en el libro?
Los legales son los que viajan con su verdadero nombre y nacionalidad, y que suelen desplazarse como diplomáticos y tienen inmunidad. Suelen ser agregados de las embajadas. Si cuando están desplegados en el extranjero se mandan una macana, lo máximo que puede hacer el país que los detectó es expulsarlos. El espía ilegal es, por el contrario, aquel que viaja con otro nombre, otra nacionalidad, ocultando su país de origen sin cobertura diplomática. Si lo llegan a agarrar, va preso. El beneficio del segundo es que puede llegar mucho más lejos. Si sos israelí te vas a un tercer país: Colombia, México, España… Trabajás, estudiás, te casás, tenés un hijo, creas una empresa, tenés documento, pasaporte… entonces cuando te vas, ya no sos un ciudadano israelí, sino un empresario del país donde estuviste viviendo diez años.
Hugo Alconada Mon
Alconada Mon continua intentando entrevistar a la pareja de rusos que se ocultaba en el país.
-En el libro mencionás que si a los rusos los agarran, Moscú puede desconocerlos.
-Totalmente. Hay gente que me dice “Alconada, en mi edificio hay dos rusos. Les digo, “¿En serio? ¿Y cómo sabe que son rusos? ¿Por qué hablan en ruso? Entonces olvídese, no son espías”. Porque estos ocultan ser rusos. Yo hablé con la obstetra que atendió los dos partos de la mamá espía. Ni siquiera en el umbral de mayor dolor se le escapó una palabra con acento ruso. Acá estamos hablando de profesionales de élite.
-¿Los rusos siguen viviendo como si estuvieran en una película de 1950 o como si continuara la guerra más fría? ¿Tienen esa mentalidad todavía?
Sí. De hecho, una de las cosas que más me impactó cuando empecé con este recorrido, es que ellos hacen un todo continuo entre la Rusia de los Zares, la Unión Soviética y la Rusia actual, incluyendo a Vladimir Putin. Porque uno podría decir en Argentina: "Lo que ocurrió en la dictadura quedó atrás" y se entiende en el sentido de que, aunque seguimos con los juicios de Lesa Humanidad, marcamos un punto de inflexión y hacemos los análisis políticos, económicos, sociales “del retorno de la democracia para acá”. Ellos no hacen “desde la caída del muro de Berlín para acá”. Para ellos es todo un recorrido unido, en el cual, además, se posicionan en una situación sui generis, distinta.
Alconada Mon - Topos
El espía ruso pasó al menos una vez por Mendoza, permaneció entre el 6 y el 8 de noviembre de 2009 y sacó esta foto.
-¿Por qué?
Porque no se consideran ni parte del mundo occidental (Europa) ni del oriental (Asia), sino que se definen como “Eurasia”, una suerte de tercer híbrido, en la cual llegan a autopercibirse como la tercera Roma. Y te dicen: "Mira, el Imperio Romano luego deriva en el Imperio Romano de Oriente, con Constantinopla, y nosotros somos la tercera Roma: Roma, Constantinopla, Moscú." Es otro chip mental.
-Acá estamos muchísimo más atentos a la economía, la política, el avance del narcotráfico, que a Rusia. ¿Tenemos que preocuparnos por otro frente más?
-Por lo menos tenemos que prestar más atención y dejame aclarar esto: No es solamente una cuestión de rusos en la Argentina. Espías hay de todos los colores, incluso dentro de la Argentina no solamente se trata de la Secretaría de Inteligencia del Estado. Porque también hay agentes de inteligencia que trabajan para gendarmería, prefectura, policía federal, policía bonaerense, policías de otras provincias, y esto no es ilegal. Vos querés investigar el fenómeno de “los monos”, en Rosario, necesitás gente que te aporte información desde adentro. Además no todo lo que conlleva espionaje es malo porque se puede tener espías legales, profesionales, actuando correctamente, respetando la ley, desplegados por en la triple frontera con Brasil y Paraguay para tratar de infiltrarse a ver si hay riesgos de un posible tercer atentado en la Argentina, y evitar un riesgo a la seguridad nacional. De la misma manera puede haber acá espías norteamericanos, ingleses, alemanes, chilenos, brasileños, italianos, lo que sea, para tener enlaces. Porque no es solamente aquel que compite con vos, sino el que eventualmente te ayuda.
- Hubo algún hecho, durante la investigación, que sintieras que fue demasiado?
-Hubo varios. Por ejemplo, para los padres del colegio donde mandaban a sus chiquitos, ellos eran inmigrantes: él decía venir de Austria, ella decía venir de México. Había una situación que era llamativa y que era que, al parecer, ella (la espía rusa) lo tenía cortito a su marido. Imaginate juntada de padres y madres, donde le decían a él: “Ludwig, sentate, vení a tomar una cerveza", él se acercaba pero no se sentaba, no tomaba, ni participaba de la charla hasta que ella se acercaba al lugar y con un mínimo gesto le daba permiso. “Pollerudo!” le decían en broma los otros. En realidad hoy sabemos que, de los dos, ella era la jefa, él tenía tenía que velar por la seguridad del perímetro mientras ella estaba desplegada y solo podía relajarse cuando ella le decía, "Sentate." Entonces, esos detalles, multiplicados por decenas de personas que hablaron conmigo, que lidiaron con ellos, es un panorama que te impacta.
Hugo Alconada Mon
El libro va por su sexta edición, y pronto se convertirá en película y en documental.
El oficio de investigar
A los 50 años, Alconada Mon es mucho más que un periodista de coyuntura. Prosecretario de Redacción de La Nación, maestro de la Fundación Gabo, miembro del International Consortium of Investigative Journalists (ICIJ) y colaborador de El País de España, su carrera está marcada por investigaciones internacionales de alto impacto: Wikileaks, Panamá Papers, Paradise Papers y Pandora Papers, entre otras.
Su trabajo le valió premios como el Pulitzer (2017), el George Polk Award (2018) y el Premio Konex de Platino (2017), además de reconocimientos nacionales, incluido el Martín Fierro 2025. Es también autor de La Piñata y La raíz de todos los males, títulos que descorrieron velos incómodos sobre la política y los negocios en la Argentina.
De la no ficción a la ficción
En los últimos años, el autor dio un salto inesperado hacia la novela histórica con La ciudad de las ranas y la novela de ficción, La cacería de hierro, ambas líderes en ventas. Sin embargo, incluso en esos terrenos, el rigor de la investigación y la obsesión por el detalle se mantuvieron intactos. Topos retoma el camino de la no ficción, pero con la tensión y el suspenso que caracterizan a las grandes novelas de espionaje.