9 de junio de 2025 - 07:00

Los pitucones de seguridad

Como aquellos remiendos que nuestras madres colocaban en las roturas de los pantalones, los operativos de seguridad que se implementan en zonas castigadas por la delincuencia son fugaces y terminan actuando sólo como parches.

Me recuerdo jugando, de niño. Era algo inquieto, como la mayoría de los chicos, y mis pantalones sufrían las consecuencias de que jugara a la pelota, trepara árboles, corriera por el pasto. Entonces mi madre acudía a un tradicional remiendo que la clase media argentina tenía siempre a mano: les ponía pitucones, esos parches que tapaban las rasgaduras, o directamente los agujeros, que quedaban como acción de los juegos infantiles.

¿Pasaron de moda estos artículos? ¿Las madres los siguen usando? No lo sé, pero sí que el método se utiliza en un ámbito tan distinto como el de la seguridad. Es que, cuando un área es asediada por delincuentes, o cuando un hecho es lo suficientemente fuerte como para estremecer la agenda mediática, se busca causar una repentina sensación de seguridad tapando esa “rotura”. Así, durante unos días, no más de 15, los vecinos de las zonas afectadas verán mayor presencia policial, operativos de identificación y rondines de patrulleros. Pero, dos semanas después, todo volverá a ser como antes.

Me tocó volver a corroborarlo en persona hace apenas dos meses. Motochorros le robaron la cartera a una vecina en el Parque Central, de Ciudad. La mujer de 86 años se dirigía a su casa caminando, al salir de misa, y cuando estaba cruzando la avenida Mitre, a pocos metros de la puerta del edificio donde vive, en el cruce con Pellegrini, dos ladrones en moto la abordaron para robarle. Al arrebatarle la cartera, la arrastraron con tanta violencia que le quebraron la cadera.

Entonces los vecinos de la Primera Sección se movilizaron para continuar reclamando medidas de prevención del delito. A raíz de los frecuentes robos que habían sufrido, hacía un tiempo habían elevado petitorios al municipio para que iluminara las calles que rodean ese concurrido espacio verde y podara los árboles, ya que las ramas crecidas cubrían de oscuras sombras las veredas. Por supuesto que también se había pedido mayor presencia policial y de preventores.

No fue sino hasta la publicación de la noticia del asalto a la anciana que, sólo unas horas después, un camión municipal con una cuadrilla de operarios comenzó a podar las ramas y a colocar luces led en las luminarias públicas.

Los móviles de color azul intenso de la Policía se mezclaron con los blancos del cuerpo de preventores y se turnaban en rondines por avenida Mitre, Pellegrini, Chile y alrededores. Pude constatar cómo en grupos de WhatsApp los vecinos celebraban la presencia de los uniformados y se sentían seguros.

Los rondines se combinaron con operativos de identificación. Policías se apostaban por la zona en controles sorpresivos y pedían la documentación de cuanta moto circulara o cuanto sujeto se viera sospechoso. De nuevo, los vecinos aplaudían. Los operativos servían.

La presencia policial a veces continuaba con los efectivos recorriendo el área a pie o apostados en las torres más grandes del Parque Central. Pero el tiempo pasó. Unos 15 días pasaron. Y la zona volvió a despoblarse de uniformados.

Este es sólo un ejemplo. Pero la maniobra se repite en otras zonas donde el delito va golpeando y los “pitucones” se van colocando durante unos días. Lo vemos después de un asalto resonante en Guaymallén, en un crimen en Maipú, o tras una seguidilla de robos en Las Heras.

Entonces revive el viejo debate de si lo que se necesitan son más policías o mejor formados y equipados. Pues parece que una mezcla de ambos.

Por supuesto que no se puede contar con un policía en cada esquina y, para ser justos, hay que decir que en los últimos años se han encarado megaoperativos en áreas conflictivas de la provincia para ir a buscar a los delincuentes.

No es una herramienta sólo del gobierno de turno; se implementa hace años. Por lo que es lógico concluir que, si se combinara la presencia activa de los uniformados con operativos puntuales, el escenario sería otro.

Quizás así dejarían de actuar como espantapájaros de lata las viejas casillas rodantes que se instalaban en lugares donde la inseguridad reinaba. Algunos aún permanecen, vacíos, oxidados, olvidados, como el del interior del barrio ATSA de Godoy Cruz, o como el que durante años quedó instalado pero vacío en calle Vendimiadores, del Parque Central.

Así se evitarían estos parches que intentan, por un corto período y con un fuerte impacto inicial, dar una respuesta que se pide a gritos. Ya que, como esos pitucones que intentaban cubrir las roturas de los pantalones, en definitiva, son sólo un remiendo.

* El autor es periodista. [email protected]

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