12 de mayo de 2025 - 07:00

Con la Lengua enredada

Sobran palabras en castellano para definir exactamente lo mismo que las redes sociales nos están imponiendo en inglés. Mi pequeña gran batalla es ahora una invitación para reclutar a otros custodios de nuestro idioma.

Desde hace un tiempo me duele la Lengua. No la que me posibilita degustar sabores, sino la que me permite comunicarme con los demás; esa maravilla que nos legaron nuestros ancestros y que pretendo defender. Esa tan rica que no estoy dispuesto a suplantar con términos de otra. Tal vez una micromilitancia que puede resultar ambiciosa, pero a la que no puedo renunciar.

Quizás este dolor surgió acompañado del de cintura que últimamente siento al incorporarme de la cama para empezar el día, o del de rodilla que, después de una jornada en el gimnasio o en la bicicleta los fines de semana, también se hace presente para marcarme que el tiempo no se detiene.

Según la Real Academia Española, una Lengua es un sistema de comunicación verbal propio de una comunidad, que generalmente cuenta con escritura. También se define como el lenguaje o sistema de comunicación utilizado por una comunidad. En resumen, es la forma que tiene para expresarse y comunicarse.

Pues bien, este dolor de Lengua mío se hace más intenso con las redes sociales y su lenguaje, que se cuela en todos los órdenes de la vida. Duele ver cómo palabras y expresiones modernas se pronuncian en inglés, cuando tienen su correlato en el castellano. “Me da cringe” se escucha o se lee, no sólo en cualquier red social o en la calle, sino también en boca de comunicadores de distintos medios. Vergüenza ajena parece ser un concepto justo para reemplazar a aquel invento posmoderno.

Luego entendemos que el mentado POV no significa más que la sigla Point Of View y que, en castellano, bastaría con traducir como punto de vista. Y si buscáramos una sigla, por aquello de la economía lingüística o para que resulte más “canchero”, podría utilizarse el “PDV”.

En la televisión escuchamos que tal personaje genera o tiene “mucho hate”, o que el participante del reality de turno tiene un poderoso “fandom” que tuerce la voluntad en cualquier votación telefónica con tal de darle inmunidad a su ídolo. Hate significa odio y al fandom siempre se le dijo club de fans. ¿Qué pasa? ¿Tiene menos onda llamar a las cosas por su nombre en nuestra lengua?

Una de las últimas expresiones de este tipo lanzadas a la vida cotidiana es FOMO, sigla en inglés que significa "Fear Of Missing Out", y que en español se traduce como "miedo a perderse algo". Es la sensación de que todos los demás están haciendo algo genial y uno se lo está perdiendo, lo que refleja un sentimiento de exclusión y un indudable deseo de pertenencia.

Y resulta que “estar en mi peak" o en “mi prime” significa estar en mi mejor momento, en mi punto más alto, o en mi máximo rendimiento. Y alguien te puede “hotear”, del inglés hot (calor), es decir que puede seducirte o “calentarte” a otro nivel. Tal vez quien pueda generar esa sensación sea un “chad”, es decir, un “macho alfa” sexualmente atractivo y particularmente valiente o competente.

Otro ejemplo. Se habla de algo “random” cuando es al azar, aleatorio o casual. O que es variado y sin un patrón específico. Es decir que sobran palabras nuestras para definir exactamente lo mismo que nos imponen las redes.

Yo entiendo que, al estar viva, una Lengua es sometida a constantes cambios, que la enriquecen y la adaptan a las necesidades comunicativas de una comunidad. También entiendo que existen términos técnicos, que los jóvenes crean sus propias palabras y que las redes sociales nos han conectado de tal manera con el mundo que adoptamos palabras y expresiones de otros lares.

Mi pequeña gran batalla era, hasta ahora, silenciosa y tal vez, efectivamente, pretenciosa. Pero hoy se transforma también en una invitación para reclutar a otros custodios de la Lengua.

Así, mientras haya una definición castellana de lo que desee expresar apelaré a ella y dejaré de lado la tentación, que parece invadir a varias generaciones, de optar por una lengua que no es la propia. Aun a riesgo de dar “cringe”, generar “hate” en algún lector “random” o tener “FOMO” por quedarme afuera de un mundillo que, de todas formas, me parece ajeno. Aunque… tal vez no me ofenda si alguien me llama “chad”.

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