La Argentina y la compra de armamentos en América del Sur

En equipamiento militar, la Argentina está claramente detrás de los países de la región. Como muestran las distintas fuentes (el Centro de Estudios Estratégicos de Londres -ISS-, el Global Firepower Index y el SIPRI de Suecia que estudia el gasto militar), Argentina está relegada respecto a Brasil, Chile, Perú, Colombia y Venezuela.

Desde que llegó Javier Milei al poder en Argentina, en el área de Defensa cerró un sólo contrato relevante: la compra de los F-16. Son aviones de origen estadounidense que formaban parte de la Fuerza Aérea de Dinamarca, país que integra la OTAN y que está en tensión con Estados Unidos por la pretensión de Trump de tomar el control de Groenlandia. La operación se venía negociando desde finales del gobierno de Alberto Fernández y jugaba un rol con el apoyo que el gobierno argentino pretendía obtener de Washington para la renegociación con el FMI.

Los últimos aviones de combate adquiridos por la Argentina fueron hace 30 años atrás, cuando se compraron aviones usados del área naval de la fuerza nacional, que ya estaban en desuso en su casi totalidad. Paralelamente, la mayoría de los cazas Mirage ya habían sido desprogramados por su obsolescencia. La Argentina no gana terreno con estas adquisiciones, sino que empieza un camino -que será largo- para adquirir un equilibrio relativo en equipamiento militar en la región.

En cuanto a los vehículos blindados Stryker, el anterior gobierno también estaba negociando la compra a Brasil de entre doscientos y trescientos vehículos de transporte de personal (el motor y el chasis se fabrican en Argentina). Su ventaja relativa es la aptitud anfibia, relevante para un país con grandes ríos como es Argentina. Los vehículos iban a ser nuevos. En este caso, la administración de Milei optó por reducir a decenas la cantidad de vehículos que se compran y adquirirlos usados de origen estadounidense.

El tercer proyecto del gobierno anterior era la compra de un submarino (tras el accidente del último hace seis años, la Argentina no tiene ninguno en servicio). Las ofertas en estudio eran una de Alemania y otra de Francia. Sobre este punto todavía no hay definiciones. Hace varios años que los submarinistas argentinos se adiestran en submarinos peruanos por la falta de unidades propias.

En equipamiento militar, la Argentina está claramente detrás de los países de la región. Como muestran las distintas fuentes (el Centro de Estudios Estratégicos de Londres -ISS-, el Global Firepower Index y el SIPRI de Suecia que estudia el gasto militar), Argentina está relegada respecto a Brasil, Chile, Perú, Colombia y Venezuela. La Argentina tenía la urgente necesidad de comenzar a revertir este proceso y en esto no solamente coinciden el anterior gobierno y el presente, sino que las adquisiciones fueron apoyadas por todas las fuerzas políticas del momento: un sólo senador sobre setenta y dos se opuso a la compra, pidiendo prioridad para el gasto social. Las críticas de las fuerzas políticas a estas adquisiciones han sido inexistentes.

En cuanto a la opinión pública, en el desfile militar del día patrio del año pasado, el mayor aplauso se dio cuando el presidente y la vicepresidente se subieron a un tanque TAM, fabricado por Argentina décadas atrás y renovado ahora con tecnología israelí.

Respecto al precio de los F-16, no hay un valor estándar, el que además se integra con la compra por separado de munición, radares y otro equipamiento. No hay un precio de mercado unificado. Por ejemplo, una cantidad similar de aviones F-16 comprados a la Fuerza Aérea de Dinamarca fue destinado también a Ucrania para ser utilizados en la guerra con Rusia y ya han entrado en combate. Dada la situación que se vive en esta guerra, es lógico que los aviones tengan un precio para Argentina y otro para Ucrania.

Argentina cuenta con una dotación de aviones de combate que se reduce a apenas una docena de unidades operativas, adquiridas en los años noventa a la Guardia Nacional de EEUU, como se dijo. Esta situación se refleja en el Global Firepower Index 2025, donde el país se ubica en el puesto 50 entre 145 naciones por su capacidad aérea de combate. Según el informe, posee 23 aeronaves, pero solo 13 estarían en condiciones de vuelo inmediato, lo que restringe su capacidad de respuesta y disuasión.

El panorama regional muestra una diferencia marcada. Chile, en la posición 34, dispone de 45 aviones, de los cuales 29 están operativos, lo que representa una tasa de disponibilidad superior al 60% (aunque no todos son de combate). Venezuela, en el puesto 43, mantiene 30 unidades y 17 listas para despegar, a pesar de sus dificultades internas. Colombia, en el puesto 53, posee 16 aeronaves, 10 de las cuales están activas, y Perú también supera a Argentina en cantidad, con 24 unidades, aunque no se especifica su nivel de alistamiento. Brasil es el único país sudamericano con una fuerza aérea de combate considerablemente más fuerte. Figura en la posición 36 del ranking específico, con 43 aviones y 28 cazas en condiciones de vuelo (a diferencia de Chile), lo que refleja una política sostenida de inversión y modernización tecnológica. Esta ventaja no solo responde al tamaño de su economía, sino también a una estrategia de defensa más activa, respaldada por programas nacionales de desarrollo aeronáutico.

* El autor es director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.

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