Desde que presidió Médicos Sin Fronteras en los años ’70, se acostumbró a medir sus palabras, aunque sin restar dramatismo a las realidades que le tocaba describir. Cuando se zambulló en la política siguió actuando así. Como alcalde de Vichy, como funcionario de Chirac o como miembro del Parlamento, Claude Malhuret siempre dice lo que siente, pero tratando de no sonar alarmista.
Por eso es revelador que este senador francés haya dicho que “Washington se ha convertido en la corte de Nerón, con un emperador incendiario… y un bufón drogado con ketamina. Un drama para el mundo libre pero, ante todo, un drama para Estados Unidos”.
Malhuret siente que Occidente está en manos de lunáticos liderados por dos ególatras con síntomas de desequilibrio: Donald Trump y Elon Musk, el presunto “bufón drogado con ketamina”.
Sin ahorrar adjetivos fuertes, afirmó que los europeos “estábamos en guerra con un dictador y ahora estamos en guerra con un dictador apoyado por un traidor”.
La “traición” de Trump no se limita al corte de suministros militares y de información de inteligencia, dejando a Ucrania indefensa ante Rusia. Tampoco se limita a propiciar la capitulación de Ucrania, además de levantar las sanciones económicas a Moscú.
En su discurso ante el Congreso, el presidente dijo que Estados Unidos se adueñará de Groenlandia “de un modo u otro”, lo que incluye la posibilidad de invadirla.
De todo lo que dijo Trump en el Capitolio, esa frase fue lo más relevante y también lo más grave. Como esa isla pertenece a Dinamarca, que integra la Unión Europea, invadirla podría desatar una guerra de EE.UU. y Europa.
Tal posibilidad podría incursionar en la dimensión del absurdo, porque atacar a un miembro de la OTAN activaría el artículo 5 del Pacto Atlántico, ergo, la alianza creada por Estados Unidos podría terminar combatiendo a Estados Unidos.
El discurso de Trump fue grave, mientras que el discurso que a renglón seguido dio Emmanuel Macron fue sombrío. Probablemente sea el discurso más sombrío de un presidente francés desde la Segunda Guerra Mundial.
Macron pidió a Europa prepararse para una guerra directa con Rusia. Una guerra que percibe inevitable y podría ser nuclear.
El presidente galo reclamó no abandonar a Ucrania y describió a Rusia como amenaza para Europa. Tiene claro que la propuesta de Trump no es la paz y que Putin traicionaría cualquier acuerdo, como lo hizo con el alto el fuego pactado en Minsk en el 2014 para detener el conflicto con las milicias separatistas en Donetsk y Lugansk.
Macron describe un choque directo entre Europa y Rusia. Por eso propuso un paraguas nuclear para toda la región, incluida Ucrania.
El arsenal francés fue producto de lo que vio De Gaulle en 1956, cuando Eisenhower lo obligó a él y al entonces premier británico Anthony Eden a retirar de inmediato de Egipto las fuerzas que fueron a combatir al régimen del coronel Nasser por haber nacionalizado el Canal de Suez. Que Washington le ordenara replegar sus fuerzas hizo que el fundador de la V República decidiera dotar a Francia de un arsenal nuclear para nunca más recibir órdenes de una potencia.
La diferencia con lo que ocurre hoy es que Eisenhower tenía razón sobre cómo debían actuar las democracias noroccidentales en el marco de la Confrontación Este-Oeste. O al menos, ese presidente podía argumentar una razón lógica.
En cambio, Trump y su corte neroniana actúan como el agente del comunismo chino que llegó a la presidencia de Estados Unidos en la novela de Richard Condon: “El candidato manchuriano”. El temor que planteó Alexander Hamilton en los albores de la Unión norteamericana: que llegue a la Casa Blanca un títere de otra potencia.
El argumento de que Trump entrega Ucrania a Rusia para alejarla de China, suena a coartada. La Rusia de Putin es aliada de China, Irán y Corea del Norte, que son sus proveedores de armamentos, municiones, dinero para enfrentar las sanciones económicas y tropas norcoreanas para que sean carne de cañón.
Resulta aventurado pensar que Rusia rompería con China porque se lo pide Trump, alguien de quien Putin puede obtener mucho sin tener que hacer grandes concesiones.
En el sombrío discurso de Macron, el presidente norteamericano no sólo está entregando Ucrania, sino colocando a toda Europa a la sombra de Rusia, para que puedan concretarse las metas que planteó el ideólogo ultranacionalista ruso Alexander Dugin en su Cuarta Teoría Política y en su libro Eurasian Mission, a cambio de que el imperio euroasiático, que llegaría hasta el Atlántico, lo apoye en su plan para que Estados Unidos impere desde el istmo centroamericano hasta el ártico canadiense, incluyendo a Groenlandia.
Así de grande es el “drama para el mundo libre” que describió Claude Malhuret, al hablar de “la corte de Nerón” y del “bufón drogado con ketamina”.