Bukele y la reelección indefinida

Al imponer la reelección indefinida, aunque conserve su altísima imagen y aún si esta segunda gestión resulta tan buena como la primera, incluso mejor, no puedo dejar de ver esta maniobra de Bukele como una profunda puñalada al sistema republicano, y lo lamento mucho porque me declaro admirador de su gesta política sin ignorar sus claroscuros.

La palabra Democracia produce un dulce sonido en mis oídos e imagino que en los de la mayoría de los ciudadanos del Mundo. Me repugna, sin embargo, su uso indiscriminado.

El gobierno del pueblo es un ideal, por ende, es inalcanzable por definición, siguiendo a José Ingenieros. El pueblo no puede y muy probablemente no sabe gobernarse.

Nunca se ha verificado una tal utopía, ni siquiera en el ejemplo que suele citarse, el de la Ekklesía de la Atenas del periodo clásico.

Aquello era, indiscutiblemente, una democracia en lo formal pues todos los ciudadanos tenían derecho a voz y voto en la asamblea y sus decisiones eran soberanas.

No existía otro órgano del Estado por encima de ella ni con poder de veto.

Resultado, teóricamente, gobernaba el pueblo. En la práctica gobernaba un grupo de ciudadanos, aquellos capaces de influenciar y dominar la asamblea.

El sistema republicano es una ligera aproximación a la democracia, muy lejos del ideal.

Nuestra Constitución establece que el pueblo gobierna a través de sus representantes. Esta idea permanece más o menos clara en la mente de casi todos los ciudadanos argentinos, pero conviene aclarar que la letra no es exactamente así y la diferencia no es sutil.

En verdad dice que el pueblo no gobierna ni delibera sino a través de sus representantes.

La diferencia es enorme.

Adoptamos este sistema y lo preferimos pues, al decir de Winston Churchill, ``no es bueno, pero es el menos malo``.

El concepto de gobierno por representantes elegidos por el pueblo aplica también a las Federaciones Deliberativas, como la de Canadá, por ejemplo.

En ambos casos, el pueblo elige a quienes han de gobernarlo. No gobierna el pueblo.

Las Repúblicas son presidencialistas, lo cual, per se, implica un poco más de poder político concentrado en una sola persona.

Por eso resulta fundamental que los periodos presidenciales sean de una duración limitada. La permanencia prolongada en el poder no produce nada bueno. La experiencia de muchos casos históricos lo demuestra contundentemente.

Suele decirse que el respeto al pueblo implica la posibilidad de reelección indefinida, si ésa fuere su voluntad.

Así, cualquier líder político que consiguiere los votos necesarios podría legítimamente gobernar de por vida.

Pues no. Es una de las paradojas del sistema republicano que no es perfecto. La alternancia en el poder resulta fundamental para su salud y la experiencia enseña que en un tercer periodo un lider político, por muy popular que fuere, ha perdido legitimidad, aún si arrasa con altísimos porcentajes de votos.

Acabamos de saber, con tristeza, que un joven presidente americano, uno de los más populares del continente, logró en su país la reforma constitucional que habilita la reelección indefinida.

Nayib Armando Bukele Ortez, presidente de la República de El Salvador desde el 1 de junio de 2019.

Un proyecto de Ingeniería me llevó a pasar diez días en ese hermoso país. Hace de esto casi 11 años, en 2014.

Conocía la historia de Monseñor Romero y quise visitar su tumba en la Catedral de San Salvador, a seis cuadras de mi alojamiento. Los lugareños me encarecieron que no lo intentara y ningún chofer quiso llevarme.

Lo van a matar, Ingeniero, lo van a robar y lo van a matar, me dijeron todos, sin excepción.

Y puede ver que no exageraban. La situación era de terror.

Fue un largo periplo de desgracias el que llevó a ese drama, no se hizo en un día; pero sí, muy rápidamente se resolvió gracias a la gestión decidida de Bukele.

Por haber vivido allí, por conocer desde mucho antes algo de esa triste historia, seguí todo el proceso con mucho interés y no vacilo en aplaudirlo.

Hubo muchos errores, la Provincia registra el lamentable caso de Alejo Arias, por ejemplo, hay muchas críticas y percibí matices cuestionables. Pero la gesta fue heroica.

El gobierno recuperó, literalmente, un país tomado, completamente controlado por la delincuencia y lo hizo a una velocidad pasmosa.

No es de extrañar que el líder de ese proceso alcanzara una popularidad extrema, por eso principalmente, pero por muchas otras cosas. El Salvador se recupera en todo sentido, avanza.

Vencido su primer mandato, el hombre halló la forma legal de acceder a un segundo, pero . . . al filo de la ética, me atrevo a decir, y tal vez correspondería decir algo más.

Su gran imagen pública le permitió un segundo triunfo muy holgado. Obtuvo el 53,1% de los votos en su primera elección y el 84,6% en su reelección.

Mediante una acción política fulminante logró ahora reformar la Constitución para permitir reelección indefinida y cambiar el periodo presidencial de cinco a seis años.

Aunque conserve su altísima imagen y aún si esta segunda gestión resulta tan buena como la primera, incluso mejor, no puedo dejar de ver esta maniobra como una profunda puñalada al sistema republicano, y lo lamento mucho porque me declaro admirador de su gesta política sin ignorar sus claroscuros.

Me temo que va camino, tal vez sin saberlo o sin terminar de advertirlo, a pasar de ser un héroe republicano a un dictadorzuelo más.

Ojalá me equivoque.

* El autor es un ingeniero mendocino radicado en Quebec (Canadá).

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