La previa del debate electoral asoma con las tensiones propias de la necesaria reconfiguración que supone toda elección. Si bien el cronograma electoral aún no está del todo definido para Mendoza, esta semana hubo avances respecto al sorpresivo cambio de postura del oficialismo sobre las PASO.
Cambia Mendoza dejó de lado su pícara jugada de suspensión “sólo para 2025” (y quedar abierta esa posibilidad para el año próximo en caso de necesitar esa herramienta) y aceptó incluir también la quita de las primarias para 2026.
¿Una señal de despojo especulativo y un guiño más profundo a Javier Milei quien con lógica antipolítica y espíritu ahorrativo impuso también esa idea a nivel nacional? ¿O una muestra de autonomía y plena adhesión a la lógica de la motosierra que en Mendoza ya había asumido el demarchismo -autor del proyecto-?
En cualquier caso, un volantazo que -a priori- no aparece como inocente y que tal vez pueda ser el embrión de futuras decisiones hoy no del todo deducibles.
¿Aclara u oscurece?
Lo cierto es que en esa misma sesión legislativa en la cual el radicalismo y sus aliados intentaban dar alguna señal de confianza sobre lo electoral, el peronismo también se cansó de la incertidumbre y anunció que irá a la Justicia para que se clarifique el cronograma, bajo la figura de una supuesta "inconstitucionalidad por omisión".
Una acción acorde con el rol de control de la oposición, que, si bien excede la competencia judicial al ser una decisión estrictamente política, hasta hubiera justificado que se activara con anterioridad alguna otra forma de presión y no casi sobre el filo de los plazos legales de cara al 18 de julio. Ese es el deadline que tiene Alfredo Cornejo para la definición electoral y el cese de la especulación. Pero nunca es tarde cuando de asegurar la plena competencia electoral se trata; sólo es cuestión de tener reflejos afilados.
Porque es posible también que este recurso judicial tampoco surta efecto y que, efectivamente, el gobernador decida según sus atribuciones, estirando al máximo, para forzar un acuerdo con Javier Milei que permanece aún demasiado difuso.
Pero lo cierto es que más allá de tiempos y modos de la elección local (unificada con la Nación el 26 de octubre o desdoblada el año próximo) al menos dos intentos de reagrupamientos asoman tanto en el radicalismo como el peronismo en la búsqueda ¿de un nuevo orden?
Petri y el plato frío
En la UCR la interna está planteada desde hace dos años cuando Luis Petri decidió enfrentar a Cornejo por la Gobernación.
Pese a perder, aquella decisión le permitió al sanmartiniano consolidar un bloque que hoy le posibilita hasta cuestionar las decisiones partidarias (como sucedió en el último congreso radical), pero también dar un salto cualitativo a la esfera nacional: primero como vice de Patricia Bullrich en la fórmula de Juntos por el Cambio (JxC) y luego como ministro de Milei.
Desde esa tranquila pero privilegiada trinchera, Petri busca influir tanto en un acuerdo local con La Libertad Avanza (LLA) como en la colocación de su gente en las listas. Una especie de tenaza que oscila entre la prescindencia y el involucramiento.
Su objetivo, casi una obsesión -dejó traslucir- no es en este turno, sino en 2027 cuando volverá a insistir por suceder a Cornejo. Allí tal vez no haya PASO suspendidas...
En esa ordenada hoja de ruta, el ministro de Defensa juega a las escondidas con sus eventuales apoyos o condicionamientos hacia el gobernador, a sabiendas que el oficialismo lo necesita. Pero siempre dejando la puerta abierta para emprender un camino propio.
Con paciencia y el saboreo de los platos que se sirven fríos, Petri espera su momento con la certeza de ir por el premio mayor . Sabe que sólo la pericia de Cornejo, o un derrumbe en las expectativas del presidente, podrían arrebatarle ese sueño. Por ello, y mientras tanto, juega.
La Cámpora, al desierto
Por su parte, para muchos peronistas, Anabel Fernández Sagasti ha tenido un liderazgo capaz de llevar al PJ a sus más olvidables performances electorales. Y lo peor, a generar una relación muy difícil de recuperar con el electorado local.
En el ocaso de una Cristina Kirchner en prisión por corrupción, la influencia de la senadora nacional mendocina parece haber ido en espejo con las dos veces presidenta. De la mano de su buena estrella vivió sus mejores momentos; en estos tiempos de desgracia, el desierto aparece demasiado adverso para transitarlo.
Una amarga debilidad interpretada por Emir Félix y el denominado sector de los intendentes que luego de recuperar la conducción partidaria, buscan someter a La Cámpora para limitar su influjo.
Lejos del acuerdo, y ante la eventualidad de ruptura, Anabel reactivó en estos días su propia campaña, consciente que -seguramente- Félix y compañía no le darán lo que pretende, ni asumirán el rol confrontativo que CFK desea para este momento histórico.
La idea de ir por fuera del partido volvió a tomar forma justamente esta semana como respuesta a ese espíritu de lucha que desde la cárcel Cristina busca para ser la conductora proscripta y perseguida, que no es.
Sin embargo, la condena de la dirigente ha reactivado cierto reverdecer místico y épico que alienta a los cristinistas a seguir de pie. Incluso si fuera necesario, contra recientes compañeros de ruta. Un "a todo o nada" que por ahora la hace mantener firme con esa candidatura lejos del PJ, pero que seguidores de la interna, aún no descartan un acuerdo final que traiga algo de paz. Y “unidad”.
El peligro del “fuego amigo”
Lo que está claro, mientras se ordenan las definiciones, es que, desde sus propios partidos, tanto Cornejo como Fernández Sagasti tienen en marcha amenazas que van -claramente- por sus lugares. Pero también, por el poder que cada uno ejerce desde sus espacios y hacia la esfera pública.
Son intentos concretos de establecer nuevos liderazgos y representaciones capaces de reemplazar a las actuales y empezar a discutir la posibilidad de un nuevo ciclo político, todavía emergente, pero en algún punto delineado.
Es, si se quiere “fuego amigo” (o que alguna vez lo fue), que busca pasar al primer plano, y entiende que ésta es la ocasión para diferenciarse. Más adelante, tal vez sea muy tarde.
Las elecciones de 2025/2026 pueden ser la confirmación de transiciones políticas capaces de decretar, alentar o desestimar una importante renovación dirigencial. Tal vez un cambio de época que implique renovación de los actores o el lento corrimiento de los protagonistas casi excluyentes de los últimos años.
Como siempre, y más allá de las estrategias y movimientos, la última palabra la tendrá la ciudadanía, incluso con el hartazgo y el aburrimiento que la rosca con sus infinitos vericuetos suele generar. Al menos esa es una certeza. Otro ingrediente para un proceso electoral todavía plagado de interrogantes.
* El autor es periodista y profesor universitario.