22 de junio de 2025 - 00:15

Liderazgo y desconcierto desde el balcón

Ella habla sola. En su prisión de cristal del alterado barrio porteño de Constitución. Con bombos y militantes. Con mensajes grabados y tobillera electrónica. Ella baila sola. Desde un solitario y diminuto balcón (lejos de la romántica liturgia peronista); que jamás compartiría (como el poder) y al que le parece "una joda" que no se pueda asomar.

De aún imprevisibles consecuencias políticas, el arresto domiciliario de Cristina Fernández supone no sólo un hito histórico en relación con los casos de corrupción en Argentina, sino también un seguro punto de inflexión que impacta en el año electoral en curso, y -probablemente- en el desarrollo futuro del escenario político nacional.

Tiene tanto efecto lo sucedido en las dos últimas semanas con la ratificación del fallo condenatorio por parte de la Corte Suprema y el posterior inicio de la prisión en su domicilio, tras una multitudinaria movilización en Plaza de Mayo y -en menor medida en otras ciudades-, que asistimos (sin dudas) a una reconfiguración del peronismo, aunque a la vez, también lo excede.

¿Argentina con Cristina?

El peronismo ya venía atravesando un proceso de tenue autocrítica y solapada rebeldía hacia las dos veces presidenta, que comenzó a gestarse incluso antes de la derrota electoral de Sergio Massa en 2023.

De hecho, la martingala que posibilitó la llegada al poder de Alberto Fernández en 2019 fue interpretada como una audaz jugada de CFK para sacar fuerza de la debilidad que ya entonces significaba su solo nombre. Con ella no alcanzaba y sin ella no se podía, se razonaba entonces. Pero a la vista de los pobres resultados de esa gestión que la tuvo como vicepresidenta, también artífice del posterior triunfo de Javier Milei, de más está decir que la supuesta infalibilidad de su instinto político no podría considerarse como tal.

Su posterior refugio en la conducción nacional del Partido Justicialista (PJ) no fue menos amable. El gobernador riojano Ricardo Quintela agrupó, para desafiarla, a distintas expresiones internas cansadas del rigor K. Pero también de la orientación de sus políticas.

La frutilla del postre, tal vez la peor astilla al ser del mismo palo, la materializó Axel Kicillof al negar someterse en la provincia de Buenos Aires a los designios de La Cámpora, adalides en la tierra de La Jefa.

Todos indicadores del malestar y el hartazgo que también se expresó en Mendoza, en la figura de "los intendentes" y del presidente local, Emir Félix, quien desde su asunción no dejó de marcarle la cancha a los cristinistas pese a no abandonar la prédica de la unidad. Juntos, pero no revueltos, incluso con una elección interna (todavía en dudas) por si eso fuera necesario.

En ese clima, la deriva judicial (y también política de Fernández si se contempla su inhabilitación perpetua) obligó a un impasse en esa disputa que es algo más que simbólica, y que no debería durar demasiado pues urgen las definiciones con la pregunta recurrente sobre ¿Cuál será la cara y el tono del discurso del peronismo el 26 de octubre? ¿El que hubiera tenido bajo el mando de Cristina y el que todavía pretende desde su prédica carcelaria de barricada? ¿O tal vez uno más de transición hacia un modelo moderado como quiere un sector del PJ? ¿La vieja ortodoxia será capaz de dar un golpe de timón, o por el contrario, los cristinistas forzarán a mantener el legado pese a la reclusión de su líder? La moneda está en el aire...

Pelea con fantasmas

Por su parte, al Gobierno nacional le caben también las generales de la ley del desconcierto, en tanto y en cuanto, colaboró para sostenerla como rival ideal, la antagonista por excelencia, la figura polarizante en extremo, que, salvo algún estertor a través de las redes sociales, ahora perderá centralidad, aunque ella y los suyos no lo deseen. Y, tal vez, con el paso de los días y la rutina del encierro, hasta se desvanezca ese atractivo épico que afloró -una vez más- en estos días.

Si en algún punto Milei llegó hasta aquí, incluso como abanderado de un fenomenal ajuste, fue por ser la contrapartida absoluta del kirchnerismo. Y en particular, de Cristina.

Aunque se trate de una decisión correspondiente a otro poder, como es la Justicia, la condena y posterior detención potencian su papel de eficaz detractor de los K. Pero también lo deja al Presidente sin la personificación del enemigo a la vista.

Afortunadamente para el Gobierno, la forzada reunificación del peronismo detrás de las penurias de Cristina, trajo de nuevo a escena una pléyade de personajes que van desde Guillermo Moreno al propio Massa o Máximo Kirchner, que a falta de CFK bien pueden suplirla en los niveles de cuestionamiento popular.

¿Será momento entonces que Milei y La Libertad Avanza (LLA) comiencen a prestar atención a esas demandas todavía insatisfechas que tienen que ver con la cotidianidad del poder adquisitivo de los salarios, el desempleo y la disparidad del consumo que retrasan el crecimiento económico? O al menos, de su percepción; principal centro de la también certera crítica del kirchnerismo.

Sí, sobrevuela en el mileísmo un halo triunfalista que en el caso de Mendoza nubla un poco más la posibilidad de un acuerdo electoral con Alfredo Cornejo. Una muy dilatada chance en la que el paso del tiempo, sin definiciones, corre en contra del deseo del gobernador.

El país de las anécdotas

Por lo pronto, la novela de las condiciones de detención de Cristina, el régimen de visitas y sus constantes desafíos hacia la imposición de las normas que establece la ley de Ejecución Penal a las que ella debe someterse como todo condenado, seguirán dando qué hablar en el país de las anécdotas.

Ella habla sola. En su prisión de cristal del alterado barrio porteño de Constitución. Con bombos y militantes. Con mensajes grabados y tobillera electrónica.

Ella baila sola. Desde un solitario y diminuto balcón (lejos de la romántica liturgia peronista); que jamás compartiría (como el poder) y al que le parece "una joda" que no se pueda asomar.

Recluida, festeja la ensoñación del "vamos a volver" sin más indicios que las mismas consignas -hoy vacías- que nos trajeron hasta aquí.

Mientras se despeja en su triste gloria, muchos que la aplauden ya planean su sucesión. Todo un símbolo de lo que, con el tiempo, y las adversidades, se diluye.

* El autor es periodista y profesor universitario.

LAS MAS LEIDAS