Charla con el publicista y músico Daniel Vinderman

Entrevista a Daniel Vinderman. Recorremos los caminos de este publicista y músico argentino que eligió instalarse a pasitos de la cordillera

Por Mariela Encina Lanús

Daniel Vinderman está en penitencia. Tiene, acaso, siete años; y un par de cortes en los pies. Poco importa. Igual se las ingenia y corre hacia al patio otra vez. Trepa la misma tapia, salta; se atreve a desoír la orden de su madre. Sin saberlo, en ese acto de obstinación de­liberada forja las bases de quien es hoy. Porque Daniel Vinderman (publicista, músico) es un tipo curioso, perseverante y amigo de la experimentación. "Siempre fui de hacer macanas, pero porque me gustaba expe­rimentar", dice, y un par de erres quedan suspendidas en el aire.

Vinderman nació en Jujuy y creció en Catamarca; mientras estudiaba Publici­dad hizo pie en Córdoba y Buenos Aires; y a fines de los ’90, eligió instalarse aquí, cerquita de la cordillera. Pero jamás per­dió su acento. Tiene, todavía, el hablar sereno del noroeste, esa cadencia típica de vidala.

Aquí, fundó PYLV Comunicación, su archipremiada agencia publicitaria, y también cayó a los pies del amor irreme­diable que siente por la música. Aunque uno y otro camino fueron diferentes, una creencia fue, siempre, el resorte interno de cada paso que dio. "Una creencia te moviliza a vos y a tu entorno. Cuando uno está enfocado en algo, contagia. Nadie hace nada solo".

Daniel Vinderman edita sus memorias en su estudio de música que montó en su casa. Allí se recluye para urdir, con paciencia y virtud de orfebre, la trama delicada de sus discos (y de otros artis­tas también). O para zapar con Javier Pulpo Montalto, de Choco Guón; Wallas, de Massacre o Leo García.

El estudio es un búnker luminoso, en el que florecen instrumentos en cada rincón: guitarras, ukelele, charan­go, batería, bombo legüero, cajón peruano… cada uno de ellos tiene una anécdota detrás y a Vinderman le encanta contarla.

-¿Tocás todos estos instrumentos?

-No, pero me gusta tenerlos cerca cuando estoy maquetando; probar cómo suenan. Me doy maña. Cuando era chico, uno de mis grandes dolores era no tener instrumentos, por eso, en cuanto pude comencé a comprar todos los que pudiera. La música siempre fue una necesi­dad para mí.

Algo cambia en su mirada cuando habla de música. A Daniel Vinderman, la música acompaña desde que nació pero tardó en reconocer que es una pasión que jamás podrá abandonar. "Podría vivir sin la publicidad –dice-, pero no puedo vivir sin la música".

Dedicarse a la publicidad fue una meta clara. "Cuando le dije a mi viejo que quería ser publicista, se molestó bastante".

-¿Por qué?

-Porque la publicidad es el motor del capitalismo y él era un poco zurdo (risas). Tenía razón, pero le dije que no iba a hacer nada pensando en el dinero. Y así fue: logré muchas cosas pero nunca tuve el dinero como objetivo. Hoy, nues­tros clientes están contentos y ambas partes nos divertimos pero es el resultado de un largo proceso. Cuando comen­zamos, nos propusimos hacer la agencia más creativa de Mendoza. Y lo logramos, después de siete años de laburar a los ponchazos, con perseverancia, en compañía de gente que se prendió en nuestro proyecto y que hoy está en un lugar mejor, porque varios abrieron sus propias agencias y otros consiguieron trabajo en el exterior. Durante aquellos prime­ros años, que nos rebuscábamos para pagar el alquiler, no dudamos ni un minuto hacia dónde queríamos ir. Estábamos enfocados. Para la música tengo ese mismo enfoque pero los procesos son más inesperados y más lentos. Sobre todo en mi caso, que no es­toy dedicado el 100%.

-¿Cuál es tu recuerdo más temprano referido a la música?

-Tengo el recuerdo de una peña a la que me llevaron mis viejos. Me quedé dormido en una silla y cuando me desperté, uno de los guitarreros esta­ba tocando parado, al lado de nuestra mesa. Lo primero que vi cuando abrí los ojos fue a ese hombre, guitarra en mano, y algo inexplica­ble me pasó. La música es una de las pocas cosas que me emociona. Eso es algo que también veo en mis hijas: un día, poco después de terminar de producir el disco de Mariana Päraway ("Los Peces", 2012), veníamos escuchándolo en el auto y mi hija comenzó a llorar. Cuando le pregunté qué le pasaba, me contestó: "Es que esa canción me gusta mucho". La música te puede emocionar de manera inexplicable.

-Mientras la música no tiene la intención de emocionar pero emociona; la publicidad apela, directamente, a las emociones. ¿Cómo conviven en vos estas dos for­mas de creación?

-En algún momento, mientras me formaba como agente publicitario surgió la disyuntiva de si la publicidad tenía al­guna vinculación con el arte; entendí que nada tienen que ver por una razón muy simple: la publicidad está creada para generar un efecto puntual; el arte no. Cuando un artista se expresa, todo queda librado a la interpretación del otro. En cambio, si una publicidad es malinterpretada, entonces fra­casó. Aunque la publicidad se nutre del arte para tener una forma, ambos se conciben de manera diferente. En mi caso, la publicidad es mi profesión. Si bien tiene una impronta creativa, es sumamente técnica.

"HOY, LA PUBLICIDAD ES UN ÁMBITO EN EL QUE ME SIENTO MUY SEGURO; SIENTO QUE ME GANÉ ESTAR DONDE ESTOY PROFESIONALMENTE, CON LOS CLIENTES Y EL RECONOCIMIENTO QUE ESO IMPLICA".

-¿Por qué la elegiste como profesión?

-Estudié publicidad porque me gustaba (y me gusta) mucho. Es un trabajo completamente fuera de la rutina: ningún día es igual al anterior y siempre te está planteando desafíos que te permiten crecer. En ese sentido, me siento afortunado de tener este oficio. Sin embargo, mañana podría dejarla y dedicarme a la carpintería. La música es otra cosa.

-¿Qué es?

-Es algo que viene conmigo desde que nací.

Daniel Vinderman aprendió los primeros rasguidos de manera autodidacta, tras un fugaz paso por el Conservatorio Provincial de Música Zambonini, cuyo director decretó que ese niño curio­so de ojos azules no tenía aptitudes para la música. Motivado por una sana obstinación, una década después, Vinderman enchufaba instrumentos en su primera banda (Touch, en 1985). Su faceta artística, cree, está marcada por aquellas experien­cias: "Me costó ser aquel adolescente que quería abrirse paso con la música en una sociedad que tenía demasiados prejuicios. Para la Catamarca de entonces éramos unos pibes raros. Feliz­mente, no hubo nada que me frenara".

Mendoza fue para Vinderman, el terreno ideal para sembrar sus inquietudes artísticas.

"Culturalmente esta es una provincia alucinante, que te permite relacionarte con gente grosa. Si bien era algo que me apa­sionaba y a lo que le dedica­ba mucho tiempo, la música siempre tuvo la importancia de un hobby: ensayaba en mi tiempo libre, tocaba con Peter Júpiter. Hasta que algo pasó".

En 2003, tras varios años componiendo música instrumental, Vinderman comenzó a tomar clases de canto con Javier Se­gura. Como aquella noche en la peña, la música le reveló un secreto: "No podía explicarlo pero sentía que algo iba a suce­der". Al calor de esa sensación nacieron las canciones de "Cor­teza" (2007) y que, aunque circuló entre sus amigos, significó un cambio radical en su orden de prioridades: "Ahí cambió mi vida. Pero la música me encontró grande, con una familia, hijas pequeñas; en una situación compleja, como para dejar todo lo que estaba haciendo y dedicarme de lleno. Eso me generó un conflicto enorme, hasta que me acomodé".

-¿No creés que las revelaciones llegan en el momento indicado?

-Eso es algo que uno va aprendiendo con la edad. Y suceden también en otros aspectos. Por eso lo entendí. El verbo "hubie­ra o hubiese" no deberían existir (risas).

-¿Tuviste este tipo de momentos inexplicables con la publici­dad?

-En ese sentido fue diferente: cumplí con todos los pasos que tenía que hacer como para llegar al lugar dónde estoy: fui a la Universidad, estudié, hice una buena tesis y apenas me recibí, me llamaron para ser Jefe de Trabajos Prácticos. Puse mi empresa, con un cliente chiquitito y una compu. Estaba muy enfocado y fui perseverante. Hoy, la publicidad es un ámbito en el que me siento muy seguro; siento que me gané estar donde estoy profesionalmente, con los clientes y el reconocimiento que eso implica.

-Digamos que fue un tránsito más racional y menos mis­terioso que el de la música…

-Es un trabajo; y el secreto de todo trabajo es trabajar. La músi­ca también requiere estudio y trabajo pero no hay una fórmula clara. Sus caminos, para mí, son mucho más misteriosos.

VINDERMAN Y LA PUBLICIDAD

En el invierno de fines de los ’90, Daniel Vinderman fundó PYLV Comunicación junto al publicista y artista plástico Cristóbal Peña Lillo (hoy, enteramente dedicado a las artes visuales). Hoy es la agencia publicitaria más premiada de Mendoza: hablamos de una lista que comprende más 50 galardones, entre los que se destacan Fepi, Los Andes, Uno y Clarín. Durante tres años consecutivos, PYLV obtuvo el Oro en la categoría vía pública, compitiendo con más de un cente­nar de agencias independientes de Latinoamérica. Mendoza Plaza Shopping, Carrefour, Movistar, MDZ Online, MDZ Radio, Napsix, Valos, Cuyo Aval, El Torreón, Salvago y Farmacias del Centro se encuentran entre sus principales clientes.

"PODRÍA VIVIR SIN LA PUBLICIDAD, PERO NO PUEDO VIVIR SIN LA MÚSICA".

VINDERMAN Y LA MUSICA

Daniel Vinderman es publicista y músico. Aunque no se con­sidera productor musical, exploró ese rol en cuatro discos: “Corteza” (2007) y “Bengala” (2014), con canciones de su puño y letra; “Los Peces” (2012), de Mariana Päraway; y el álbum debut de la banda catamarqueña Baladí (2015).

En diciembre grabará su cuarto disco de estudio. El nuevo material llegará después del luminoso “Cosas que te dan placer” (2011), producido por el enorme Daniel Martín (mú­sico, compositor y arreglador mendocino, ex integrante de Caín Caín) y del reciente “Bengala”, el más personal de sus discos; hijo de un arduo y detallista proceso de laboratorio durante el cual Vinderman exorcizó una dolorosa pérdida.

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