José Morales, el directivo de la conservera AVA, plantea que la baja del consumo de productos alimenticios envasados está poniendo en una situación complicada a la agroindustria.
José Morales, directivo de la conservera AVA, cuenta qué situación está atravesando la agroindustria y las particularidades del sector del tomate y del durazno.
José Morales, el directivo de la conservera AVA, plantea que la baja del consumo de productos alimenticios envasados está poniendo en una situación complicada a la agroindustria.
En el caso del tomate, tiene previsto disminuir la producción de materia prima este año. Y con el durazno, planteó que varias empresas cambiaron la modalidad de pago al productor. La exportación genera un poco de alivio, pero tiene un techo.
- ¿Qué momento está atravesando la agroindustria?
- Puedo hablar sobre sobre los datos ciertos que manejamos en nuestra empresa, pero supongo que todos estamos en una situación similar. El consumo de todos los productos de la industria alimenticia está muy frenado.
Particularmente, cuando hablamos de los tomatados, el puré de tomate es el que más sensible ha sido en nuestras ventas.
Hay algunos competidores que están mucho más agresivos que nosotros. Desconocemos qué ecuación toman, porque la verdad es que el costo de la elaboración de pasta de tomate nacional fue más alto que el de la importada.
Pero aun tomando como costo de reposición el de la pasta importada, que fue entre un 10 y un 15% más barata, hay gente que vende con valores más bajos. Desconozco por qué.
- ¿Estarán sacando stocks?
- No, porque la pasta puede durar años, pero nadie la guarda. Eso se regula temporada a temporada. Y el puré no tiene una vigencia muy larga.
Se saca prácticamente a pedido, porque el envase dice que tiene una duración de dos años, pero ningún supermercadista quiere comprar un producto que no tenga por lo menos 70% de vida útil sin consumir.
O sea, que con más de seis meses nadie te compra. De todas maneras, habrá distintas formas de armar el costo o serán más eficientes.
Pero la realidad es que a todos se les ha caído la venta. Puede ser que a algunos un poco más que a otros. Nosotros hemos llegado a vender al costo, a veces perdiendo un pequeño porcentaje, pero ahí frenamos, porque no quiero acompañar a la carroza.
- ¿Cómo están viendo la próxima temporada?
- Con bastante recelo, porque la industria financia al productor de tomate. Se invierte el dinero desde julio en adelante para obtener un producto que te termina costando más caro que haberlo importado.
Y el productor primario siempre se queja de ser la variable de ajuste y se queda disconforme, aunque la fábrica haya perdido dinero. Parece que no entendiese la problemática del sector.
Este año, producir tomate nos ha costado aproximadamente 1.150 dólares. Nuestros colegas que importaron pagaron, por el producto puesto en Mendoza, 1.000 dólares. O sea, que perdimos 150 dólares. Pero además pusimos el dinero un año antes y hay que tener en cuenta el costo de financiamiento.
Entonces, te preguntas si estás haciendo las cosas bien. Así que es muy probable que en nuestro caso no vayamos a discontinuar la siembra, para apoyar la producción local, pero sí que hagamos menos hectáreas. Para ni producir todo localmente ni importar todo.
- Entonces, si sigue siendo favorable la ecuación para importar, van a hacerlo este año…
- No, este año ya no puedo importar porque lo que producimos, invirtiendo plata desde el año pasado, nos excede el potencial de venta que estamos teniendo. O sea que este año no pensamos importar. Si importamos, va a ser el año que viene.
Pero esto es día a día. Distintas variables, que uno no maneja, pueden cambiar lo que pensás hoy.
- ¿Qué está pasando con el durazno?
- Al durazno no lo podés parar. O sí, pero hacés un daño muy grande, porque la planta no se planta todos los años, como es el caso del tomate. Este año, sin ir más lejos, produjimos un volumen mayor para evitar que la fruta se perdiera en los campos.
Estamos viendo de qué forma podemos vender el producto para que no quede el mercado intoxicado con mercadería de este año.
Por este motivo es que los precios no repuntan. Se preveía que el precio final del producto no iba a ser alto. Y no sólo lo estamos corroborando en el presente, sino que todavía es más bajo. Las industrias están perdiendo dinero y creo que algunas van a sufrir mucho esta crisis.
Porque si comprometiste un pago de fruta que, por más que el productor lo evidenció como bajo, termina estando desfasado con respecto al precio de venta del producto final, la fábrica pierde o no cumple. De hecho, muchas industrias este año no han querido emitir los pagos.
- ¿Cómo fue eso?
- Están pagando las cuotas al vencimiento o cuando van disponiendo de dinero. No están emitiendo los cheques como normalmente se hizo la industria, cuando se acuerda la modalidad de pago.
Hoy están un poco más asustados, con cierta razón. No estoy criticando. Nosotros lo evaluamos también, pero finalmente entendimos que, como el precio no era elevado, teníamos que permitirle al productor darse vuelta con el descuento de cheque o con el pago de agroquímicos con cheque de terceros o lo que fuese. En nuestro caso sí emitimos los cheques.
El precio no lo impone la fábrica. Esto está más que claro. Si la fábrica pudiera imponer el precio, la lata hoy valdría $1.500 pesos, pero vas a encontrar ofertas de $800.
Cuando estás en un mercado tan recesivo, que paga tan poco por el producto final, tenés que descontar lo que vas a tener que comprar de azúcar, la etiqueta, el cartón, la mano de obra, el gas, la energía eléctrica, el envase. Veremos si la cadena de pagos se interrumpe o no.
- ¿Y esto es producto sólo de la recesión o también de las importaciones?
- No. Con los precios que estamos manejando, que se importe es imposible. Si alguien importa lo hace como una delicatessen o una marca determinada, más que un producto para el consumo diario. Porque los valores nuestros están por el piso. Nadie en el mundo maneja hoy un valor tan bajo como el nuestro.
¿Has visto la salsa en frasco importada? Cuando la argentina vale $1000, te encontrás con una que viene de Italia en $15.000. Por ahí alguien que quiere darse el gusto de probar una salsa italiana, con una presentación muy bonita, la consumirá. Pero yo no creo que eso vaya a ser influyente en el mercado.
- Con los precios locales bajos, ¿hay una oportunidad en la exportación?
Todos estamos exportando mayores volúmenes que en años anteriores. Es lo que permite suponer que se van a drenar un poco más fácil los inventarios. Pero tampoco se pasa de 0 a 100 según tu necesidad, porque todos los mercados son abastecidos por proveedores históricos.
No porque un año vayas con la valijita con un producto más barato, desplazaste al que viene trabajando con ellos hace años. Y tenés competencia internacional, porque vos vas más bajo y obligás a Chile a que vaya más bajo. O sea, todos juegan. No estás solo y el mercado se va acomodando.
- ¿Están esperando que la caída del consumo se revierta en el segundo semestre?
- Yo soy optimista, lo que no tengo es el fundamento del optimismo. Creo que ha habido un cambio de costumbre. Hoy, al no estar esperando una devaluación, al no tener una inflación caminando como nos tenía acostumbrados, la gente se queda con el dinero esperando que el producto baje.
Como las tasas están altas, aquellos que acopiaban productos lo hacen en menor cuantía. Un mayorista o un supermercado compraban un montón de productos para invertir y cubrirse de la inflación, pero ahora están reponiendo, si acaso, lo que han vendido.
La señora que compraba para su hogar también salía a gastar pesos para que la plata le rindiese.
Supongo que, en algún momento, la gente va a volver a al consumo. Será más pausado, será más rápido, pero una vez que se recupere el consumo, sería de suponerse que se regularice un poco la situación.
Es cierto que, al tener créditos para comprar productos durables, la gente se ajusta el cinturón para pagar la cuota ya sea del auto, de la casa y de la moto. O del cambio de muebles o lo que sea.
Cuando la gente no tenía ni siquiera la esperanza de poder comprarse un activo durable, tal vez tenía mayores chances de salir al restaurante, llenar la alacena, invitar gente a comer a casa.
En plena crisis, los restaurantes estaban llenos, porque la gente se sacaba los pesos de encima y hoy, por poder mejorar su patrimonio, le resta algo de dinero para el consumo cotidiano.