21 de junio de 2025 - 00:00

Germán Di Césare: "La competitividad va a definir la permanencia del vino argentino en el mundo"

El enólogo de Trivento, recientemente elegido “Winemaker of the Year” por Tim Atkin, analiza los desafíos del vino argentino en el exterior, repasa el potencial de la cosecha 2025

— ¿Qué significa para vos este reconocimiento que te dio Tim Atkin este año?

—Primero que nada, una felicidad inmensa y un sentimiento profundo de gratitud. También, por supuesto, una gran sorpresa. A veces uno no espera este tipo de reconocimientos, y cuando llegan te hacen mirar hacia atrás. Este premio me hizo repasar tantos años de trabajo junto a todo el equipo de Trivento: cada decisión, cada error, cada acierto, cada momento de amor, de pasión, de perseverancia. Es un reconocimiento que reafirma el camino que venimos construyendo como equipo y, en lo personal, me emociona mucho que alguien con tanta trayectoria como Tim Atkin —que cata vinos de todo el mundo y conoce profundamente Argentina— me haya elegido a mí. Sobre todo en un contexto donde hay muchísimos colegas talentosos, hacedores de vino que están haciendo un trabajo excelente. Me enorgullece que, entre tantos buenos proyectos, haya valorado nuestro camino.

—¿Tiene un sabor especial que venga justamente de un crítico británico, considerando la importancia que tiene el mercado de Reino Unido para Trivento?

—Totalmente. Reino Unido es un mercado muy importante para nosotros. Es uno de los más exigentes del mundo. Tim mencionó en su reporte que Trivento se ha consolidado allí como un vino de calidad constante en degustaciones a ciegas, y que ha mantenido una muy buena posición durante muchos años. Eso no es casualidad. Si no tuviéramos consistencia y calidad sostenida, el mercado inglés no nos acompañaría como lo hace. Así que este reconocimiento tiene doble valor para mí: por quién lo otorga y por lo que representa en términos comerciales.

—¿Cómo es hacer vinos para un consumidor que tiene acceso a etiquetas de todo el mundo?

—Es un desafío muy estimulante. En nuestro caso, nunca hicimos vinos con estilos distintos según el mercado. El estilo que desarrollamos para el consumidor británico es el mismo que ofrecemos en todo el mundo. Eso es parte de nuestra filosofía: hacer vinos con identidad y carácter. Y en eso el Malbec tiene un rol central. Es una variedad muy versátil, que permite mostrar muchas facetas. Siempre buscamos que nuestros vinos tengan personalidad propia, respetando la expresión del terroir. No buscamos seguir modas, sino mantener una línea coherente y auténtica.

—¿Qué características destacás de la cosecha 2025 ahora que esos vinos comienzan a salir al mercado?

—La 2025 fue una cosecha muy interesante, entretenida, incluso podríamos decir que tuvo dos vendimias dentro de una misma añada. Comenzó con un ritmo muy rápido: calor, poca lluvia, una madurez acelerada. Todo indicaba que iba a ser una vendimia temprana, dinámica, que nos obligaba a cosechar rápido para conservar fruta y frescura. Pero a partir del 26 de febrero el clima cambió: bajaron las temperaturas, aparecieron algunas lluvias y el proceso de maduración se desaceleró. A partir de ahí, el avance fue mucho más paulatino, casi como si se tratara de un año fresco. Eso nos dejó vinos muy distintos según el momento y la zona de cosecha. Por ejemplo, en las zonas más tempranas hay vinos concentrados, con mucho color y fruta roja definida. En cambio, los vinos cosechados en marzo tienen más frescura, menor graduación alcohólica y una mayor amplitud aromática. En líneas generales, es una vendimia sana, con buenos rendimientos y gran potencial de calidad. Nos va a dar vinos con matices muy interesantes.

—¿Qué percepción tenés del vino argentino en el mercado externo hoy, pensando en los próximos meses?

—Estamos atravesando un escenario complejo a nivel global. Ya veníamos viendo una baja en el consumo de vino en general. No es un problema exclusivo de Argentina, sino algo que afecta a todos los grandes países productores. Pero, además, tenemos un desafío extra que tiene que ver con nuestra coyuntura económica. Nuestros costos en dólares han aumentado, lo que nos deja en desventaja frente a otros países. Eso nos obliga a ser muy eficientes hacia adentro: optimizar procesos, cuidar cada peso, minimizar los aumentos de costos. Porque la competitividad es clave para mantenernos en las góndolas del mundo. Y para eso necesitamos empresas ágiles, atentas, con foco en la calidad. El vino argentino tiene una reputación ganada, pero hay que defenderla todos los días.

—En los últimos años se habla mucho del resurgir del vino blanco. ¿Sentís que Argentina se puede subir a esa ola?

—Creo que sí, aunque todavía de manera incipiente. En Trivento hemos visto un aumento en la demanda de vino blanco, aunque no te podría dar cifras precisas. Hay interés, sin dudas. Por ejemplo, hemos tenido muy buenos resultados con el White Malbec, una variedad que está siendo muy bien recibida. También trabajamos con Chardonnay y Pinot Gris, especialmente para Reino Unido, donde hay un nicho importante para esos vinos. Ahora bien, todavía no veo un crecimiento explosivo, sino más bien sostenido. En el caso de los rosados, por ejemplo, nuestra demanda se ha mantenido, pero no ha crecido a dos dígitos: estamos hablando de un crecimiento del 3 al 5% anual, sostenido pero moderado.

—¿Y qué pasa con el Semillón?

—Ahí hay algo muy interesante. El Semillón está volviendo a tener protagonismo, no tanto por volumen, porque hay pocas hectáreas plantadas, sino por prestigio. Es una variedad tradicional de Mendoza, muy ligada a la historia vitivinícola de la provincia. Muchos de los viejos viñedos de Malbec estaban co-plantados con Semillón, que se usaba para cofermentar o para hacer vinos blancos tipo Chablis. Hoy hay muy buenos exponentes de Semillón, de altísima calidad. Es un vino que gusta mucho a consumidores con conocimiento y también a los críticos. Es un nicho, sí, pero con mucha proyección si logramos ponerlo en valor. No creo que tenga un impacto fuerte en términos económicos para una bodega grande, pero sí en términos de reputación, de identidad. Y eso también es importante.

—¿Cuál dirías que es el desafío más grande que tenés como enólogo hoy?

—Mantener la coherencia. En un contexto de mucha presión económica, la tentación de bajar costos a costa de la calidad siempre está. Pero el consumidor global —y más aún el consumidor informado— reconoce cuándo hay autenticidad. El mayor desafío es seguir haciendo vinos con identidad, respetando nuestra filosofía, aunque el entorno sea difícil. La calidad no se negocia. Y para eso hay que tener equipos comprometidos, trabajar con pasión y estar dispuesto a adaptarse sin perder el rumbo. En Trivento somos muy conscientes de eso. El reconocimiento de Tim Atkin, más allá de lo personal, me confirma que ese camino vale la pena.

LAS MAS LEIDAS