3 de diciembre de 2025 - 12:22

Un distrito de San Martín recibirá al beato rural Wenceslao Pedernera con la bendición de monseñor Colombo

La primera imagen del trabajador rural y beato Wenceslao Pedernera será bendecida por el arzobispo de Mendoza en Montecaseros, el distrito más productivo de San Martín.

Este viernes 5 de diciembre, a las 19, la capilla Sagrado Corazón de Jesús, en Montecaseros, San Martín, vivirá un momento destinado a quedar grabado en la historia espiritual y social del Este mendocino. El arzobispo de Mendoza, monseñor Marcelo Colombo, bendecirá la imagen del beato Wenceslao Pedernera, el trabajador rural que entregó su vida por un Evangelio encarnado en la fraternidad, la justicia y el compromiso con los más pobres.

No se trata solo de una ceremonia religiosa: es la instalación de un símbolo para una comunidad cuya identidad ha crecido entre hileras de viñedos, manos curtidas y familias que encontraron en la fe un modo de resistir y de esperar.

La elección de Montecaseros no es casual. La zona concentra la mayor cantidad de fincas y trabajadores vitivinícolas de la Argentina. Es un territorio donde los rostros del trabajo rural se parecen mucho al de Wenceslao, y donde la memoria de los hombres de la tierra todavía construye presente. Por eso, para la Iglesia mendocina la llegada de esta imagen tiene un sentido profundo.

“Wenceslao testimonia con su vida y su entrega la significación de los trabajadores rurales; en su condición de cristiano comprometido, hace vivo el Evangelio de Jesucristo, que no es una ideología sino una llamada concreta y apasionada por la fraternidad y el bien común”, explicó el arzobispo Colombo al ser consultado.

En su visión, instalar esta figura en el corazón del campo mendocino es reconocer una historia, pero también ofrecer un modelo. El beato Pedernera, asesinado en 1976 durante la última dictadura militar, es hoy uno de los mártires argentinos declarados por el Papa Francisco.

La voz de los que lo conocieron

Entre quienes más esperan este momento está María Rosa Pedernera, una de las hijas del beato. Vivió con su padre en Montecaseros, donde él trabajó en la viña y donde comenzó a tejer sus primeras comunidades cristianas.

Para ella, volver a ese lugar con la figura de su padre es mucho más que un gesto simbólico.

“Para mí es una alegría importante en un lugar así, donde hemos vivido, donde él ha trabajado. Es bueno recordar eso y que lo reconozcan, que lo recuerden. Me da mucha alegría, mucha emoción que ocurra esto. Es un momento muy importante, que nunca imaginé que fuera a ocurrir”, expresó.

La idea de instalar esta imagen nació hace años, durante el proceso de beatificación, recordó el dirigente social Alejandro Ravazzani.

“La idea surgió en una charla con monseñor Colombo. El objetivo es fomentar el ejemplo de Wenceslao en la zona rural: un beato que fue obrero rural y trabajador vitivinícola en la zona y que tuvo las mismas necesidades que los que hoy trabajan la tierra. Por eso se eligió Montecaseros, la región con más concentración de trabajadores vitivinícolas del país”, señaló.

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En San Martín, Montecaseros recibirá al beato rural Wenceslao Pedernera con la bendición de monseñor Colombo.

En San Martín, Montecaseros recibirá al beato rural Wenceslao Pedernera con la bendición de monseñor Colombo.

Quién fue Wenceslao Pedernera

Wenceslao nació el 28 de septiembre de 1936 en La Calera, San Luis. Su vida nunca estuvo lejos de la tierra: trabajó desde chico, aprendió el oficio rural de sus mayores y creció en un ambiente en el que la solidaridad no era un concepto, sino una necesidad.

En 1961 llegó a Mendoza para trabajar en la viña, se instaló en Rivadavia y entró al establecimiento de Gargantini. Un año después se casó con Marta “Coca” Cornejo, con quien tuvo tres hijas: María Rosa, Susana Beatriz y Estela Marta.

Su compromiso religioso y social comenzó a gestarse en 1968, cuando se sumó al Movimiento Rural de la Acción Católica en Cuyo. Allí encontró un espacio donde su fe y su vocación de servicio tomaron forma concreta.

Fue esa militancia cristiana la que lo acercó en 1972 al obispo riojano Enrique Angelelli, cuya pastoral por los pobres y los trabajadores marcó un antes y un después en la Iglesia argentina.

Tanto lo impactó la misión del obispo que decidió mudarse a La Rioja con toda su familia, aun cuando ya tenía una casa propia en Mendoza. En los pueblos riojanos, el “Wence”, la Coca y las niñas trabajaron codo a codo con el llamado “padrecito Angelelli”, acompañando comunidades campesinas, jóvenes y familias que, como ellos, vivían del trabajo rural.

El martirio

El 24 de julio de 1976, la violencia de la dictadura los alcanzó de la manera más brutal. Esa noche, un grupo de militares irrumpió en su casa y lo acribilló frente a su esposa y sus hijas.

María Rosa, que entonces tenía 13 años, recuerda la escena como si aún no hubiera terminado de ocurrir:

“Estábamos durmiendo. Sentí varias explosiones y después escuché los gritos de mi papá. Salimos al comedor y alcancé a verlos y escucharlos festejando, gritando como si arrearan animales. Mi papá estaba tirado en el piso, bañado en sangre, y nos gritaba que nos fuéramos. Pero en medio del dolor, él nos decía: ‘no guarden rencor, no odien, yo los he perdonado’”.

El asesinato de Wenceslao formó parte de la misma persecución que, días después, terminaría con la vida de los sacerdotes Gabriel Longueville y Carlos de Dios Murias, y del propio monseñor Angelelli, cuyo homicidio durante décadas se intentó disfrazar de accidente.

Casi todos se habían ido quedando en el margen de la memoria pública, hasta que el papa Francisco retomó sus historias y en 2019 los declaró mártires. La beatificación se realizó el 27 de marzo de ese año y la celebración oficial tuvo lugar el 17 de julio. Desde entonces, los cuatro forman el grupo de los llamados “Mártires de La Rioja”.

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Monseñor Angelelli, Coca y Wenceslao Pedernera.

Monseñor Angelelli, Coca y Wenceslao Pedernera.

Un legado para hoy

Consultado sobre cuáles son las virtudes que Wenceslao puede transmitir a los hombres y mujeres de este tiempo, monseñor Colombo no duda:

“Generosidad, abnegación, ausencia absoluta de protagonismos autoritarios, valoración de la familia rural, de la Iglesia y su mensaje, de su jerarquía y de las organizaciones al servicio de los pobres”.

La figura del beato también conduce inevitablemente a la del obispo Angelelli. Colombo lo define como “un obispo enamorado de Dios y de su pueblo, muy comprometido con la evangelización y la vida de los pobres, con una convicción marcada de una Iglesia buena noticia para todos”.

Esos ideales, dice, siguen siendo un desafío para la Iglesia actual: creatividad pastoral, cercanía, y una fe que se vuelve gesto, palabra y acción.

Una presencia que vuelve a la tierra

La bendición de la imagen de Wenceslao en Montecaseros no pretende cerrar heridas, sino abrir caminos. Trae al presente una vida que, lejos de apagarse en 1976, se vuelve hoy una luz para una comunidad que se sigue levantando antes del amanecer, que sigue trabajando la tierra, que sigue construyendo esperanza.

Allí, entre los surcos y el aroma de la uva madura, un trabajador rural vuelve —esta vez convertido en beato— para quedarse.

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