Se enamoraron en el cuartel de bomberos de Las Heras y hoy son mamás de mellizos

Un “flechazo” en el cuerpo de bomberos voluntarios terminó en familia. Lejos de los prejuicios, ambas cuentan su historia de amor.

María y Lorena se conocieron mientras dedicaban horas a la comunidad en el cuartel de bomberos voluntarios lasherino. Foto: gentileza
María y Lorena se conocieron mientras dedicaban horas a la comunidad en el cuartel de bomberos voluntarios lasherino. Foto: gentileza

Si años atrás se hubiesen visto en la foto, Lorena Fontanarrossa y María Calderón, integrantes del cuerpo de bomberos voluntarios de Las Heras, seguramente no podrían creer lo que la vida les deparó con el correr de los años.

Un flechazo en el cuartel y luego dos maravillosos hijos, Agustín y Bautista, que nacieron el 22 de diciembre último, coronan esta historia de amor que ellas eligieron relatar a Los Andes con decisión, valentía y lejos de todo prejuicio.

Corría el año 2016 cuando se cruzaron por primera vez. Lore, que es policía y había llegado años atrás de Buenos Aires, tenía 38 años y dos hijos. María, por entonces de 27 años, había perdido dos embarazos fruto de una relación anterior.

 Los pequeños Agustín y Bautista están internados, a la espera de recibir el alta. Foto: gentileza
Los pequeños Agustín y Bautista están internados, a la espera de recibir el alta. Foto: gentileza

Lorena estaba destinada a Bomberos y María era voluntaria, ambas en Las Heras. En una guardia se vieron por primera vez y empezaron a fluir charlas eternas, mensajes y horas de llamados telefónicos.

El tiempo siguió su curso, la relación se consolidó, se fueron a vivir juntas y hasta se comprometieron.

“Miedo al rechazo siempre hay. Somos dos mujeres y la sociedad mendocina es diferente a la de Buenos Aires”, advierte Lore. Pero sus familias, recuerdan hoy, aceptaron el noviazgo de inmediato, incluidos los hijos de Lorena, Camila -que hoy tiene 20 años- y Matías, de 19.

Luego surgió la idea de tener hijos. En un principio pensaron en adoptar. “Es que yo sólo podía concebir con ayuda de un tratamiento porque había perdido las trompas luego de dos embarazos ectópicos”, relata María.

Finalmente, con temores e incertidumbre, encararon una inseminación que en un principio no tuvo los resultados esperados.

No obstante, lo intentaron por segunda vez. María estaba en el cuartel cuando la llamaron del instituto para comunicarle que estaba embarazada. “No fue fácil porque es doloroso, engorroso, largo. Pero sin dudas valió la pena”, se apura en señalar Lorena. Y agrega: “Todo tiene sentido cuando vemos a nuestras dos preciosuras”.

Convencidas de que se trataba de un solo bebé, en una de las ecografías los médicos se hacían señas entre ellos. “¡Eran dos!”, recuerdan hoy entre risas. Y la felicidad fue completa.

Agustín y Bautista llevan un mes y medio en el área de Neonatología del hospital obstétrico Misericordia de Godoy Cruz. Ambos se encuentran perfectamente, pero aún deben crecer para recibir el alta médica.

“Hoy vemos la vida de otra forma. Ellos nacieron enseñándonos algo. Si siendo tan chiquitos tienen tantas ganas de vivir ¿cómo no vamos a luchar nosotras?”, reflexiona Lorena.

Pero agrega que la discriminación sigue existiendo. “En el Registro Civil no aceptaron ponerles mi apellido porque no estamos casadas, aunque tenemos la documentación de la convivencia”, cuenta.

“Es injusto -añade la policía- porque una pareja heterosexual podría hacerlo, es decir, podría perfectamente inscribir a los bebés con ambos apellidos pese a no tener la unión civil”.

María aporta: “¡Estamos tan felices con la familia que formamos! Si nos aceptan o no, nos da igual. Nosotras seguimos construyendo”.

Los días de Lore y María transcurren vertiginosos. A sus trabajos, que asumen con responsabilidad y vocación, suman hoy las idas y vueltas permanentes al hospital, donde pueden tener contacto con los bebés, alimentarlos y mimarlos.

Ahora sí, coinciden ambas, están completas, plenas. Tal vez como siempre lo habían soñado.

“Gracias”. Es una palabra que Lorena y María no se cansan de repetir.

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