Las cartas que prueban que San Martín se sentía “ciudadano de Mendoza”

Este 17 de agosto se recuerdan los 170 años del fallecimiento del Libertador, quien en diversas misivas mostró su amor por esta tierra por lo que representó para su vida personal y por lo que significaba para la unión de todo el pueblo argentino.

José de San Martín.
José de San Martín.

Un día antes de que partiera de Valparaíso la Expedición Libertadora al Perú, que zarpó hace 200 años al mando del general José de San Martín el 20 de agosto de 1820, el prócer se tomó un tiempo entre sus múltiples actividades para escribir una carta a su entrañable amigo en Mendoza, Tomás Godoy Cruz.

“Señor Gobernador de Mendoza, Don Tomás de Godoy Cruz “, expresa en el encabezamiento, y escribe: “Al tiempo de dar la vela de la Expedición Libertadora al Perú; yo, que soy encargado de su mando en Jefe, tengo el honor de despedirme de V.S. en el carácter de ciudadano de Mendoza; y de congratularlo por su empleo de Gobernador de Mendoza, cuya felicidad deseo con el más vivo interés, habiéndome sido su elección libre a favor de V.S. muy satisfactoria porque estoy seguro del patriotismo, luces y rectitud que lo animan”.

“Así, me avanzo a suplicar a V.S. cuide con suma vigilancia de la unión y de sostener la prevalencia del espíritu de nacionalidad, contra los malvados que por medios indirectos se atrevan a obscurecerla”.

“Dios guarde a V.S. muchos años. Cuartel General en Valparaíso, 19 de agosto de 1820. José de San Martín”.

Tan significativa misiva se encuentra en el Archivo General de Mendoza y fue rescatada en un olvidado libro que resume los significativos sentimientos del Libertador en su relación con Mendoza, relación afectuosa que mantuvo hasta su fallecimiento.

José de San Martín, el extraordinario organizador del Cruce de los Andes.
José de San Martín, el extraordinario organizador del Cruce de los Andes.

El General San Martín y Mendoza – Blasón de los mendocinos fue publicado en esta provincia en 1936. El autor es el exgobernador Ricardo Videla, quien en el prólogo expresa que el libro “trata de presentar su vida entre nosotros, sus relaciones con los mendocinos, sus afectos y añoranzas por los hombres y las cosas de este pueblo, la predilección del gran argentino y gran americano por este país”.

Videla se abstiene de emitir opiniones personales y sólo rescata documentos que hacen al propósito enunciado, de tal suerte que el desarrollo de esos elementos hace más apasionante y más vívida la presencia de San Martín en Mendoza desde que asumió la gobernación.

Se encuentran así párrafos de la Historia de San Martín, de Bartolomé Mitre; El Santo de la Espada, de Ricardo Rojas; El paso de los Andes, de Jerónimo Espejo; Memorias, del general Miller; Episodios de la Independencia, de Manuel Olazábal, y otros textos, cartas y referencias históricas que van trazando el devenir del Libertador en nuestra provincia.

Surgen así los primeros contactos epistolares con el “muy Ilustre Cabildo, Justicia y Regimiento de la Ciudad de Mendoza”, su llegada en 1814, su residencia en la hoy calle Corrientes, el nacimiento y bautismo de Merceditas, su actuación como gobernador civil y los preparativos para formar el Ejército de los Andes, hitos que van conformando su afecto por Mendoza: “Este pueblo, cada vez más recomendable por sus sacrificios y virtudes; la tranquilidad y el orden reinan por toda la provincia y la unión entre sus vecinos es de admirar”, escribe San Martín en una carta del 12 de octubre de 1816.

El prócer no cesa en sus elogios a Mendoza. Unos días después de la anterior, en carta del 21 de octubre, se dirige así al Director de Estado: “Admira, en efecto, que un país de mediana población, sin erario público, sin comercio ni grandes capitalistas, falto de maderas, pieles, lanas, ganados en muchas partes, y de otras infinitas materias primas y artículos bien importantes, haya podido elevar de su mismo seno un ejército de tres mil hombres, despojándose hasta de los esclavos, únicos brazos para su agricultura; ocurrir a sus pagas y subsistencia y a la de más de mil emigrados; fomentar los establecimientos de maestranza,, laboratorios de salitre y pólvora, armería, parque, sala de armas, batán, cuarteles, campamentos; erogar más de tres mil caballos, siete mil mulas, innumerable cabezas de ganado vacuno; en fin, para decirlo de una vez, dar cuantos auxilios son imaginarios, y que no han venido de esa capital, para la creación, progreso y sostén del Ejército de los Andes”.

En el libro -que casi podría considerarse una novela por su argumento y desarrollo- están presentes en palabras de sus protagonistas, la confección y jura de la Bandera de los Andes (“Soldados: esta la primera bandera independiente que se bendice en América”), la colaboración de los troperos, la chacra de Barriales (“mi Tebaida”) y el primer testamento de San Martín, hecho en Mendoza antes de la partida del Ejército (“Que la librería que actualmente posee y ha comprado con el fin de que se establezca y forme en esta capital -Mendoza- una Biblioteca, quede destinada a dicho fin y que se lleve a puro y decidido efecto su pensamiento”).

Es llamativo, y emociona, el reconocimiento de San Martín a lo que Mendoza le brindó. En carta fechada antes de iniciar su gesta, el 24 de enero de 1817, expresa su sentir: “Sería insensible al atractivo eficaz de la virtud, si al separarme del honrado y benemérito pueblo de Mendoza, no probara mi espíritu toda la agudeza de un sentimiento tan vivo como justo. Cerca de tres años he tenido el honor de presidirle y sus heroicos sacrificios por la Independencia y prosperidad común de la Nación pueden numerarse por los minutos de duración de mi gobierno. A ellos, y a sus particulares distinciones con que me han honrado, protesto mi gratitud eterna. E indelebles en mi memoria sus ilustres virtudes, será de los habitantes de esta capital. Con todas circunstancias y tiempos, el más fiel y verdadero amigo”.

Se multiplican en todas las fuentes consultadas el afecto de San Martín sobre Mendoza, más aún desde su exilio en Francia. En una carta a Pedro Molina se refiere a su hija como “la mendocina”, y en otra, a Tomás Guido, de 1831 desde París, le escribe: “Usted dirá que soy feliz, sí, amigo mío, verdaderamente lo soy; a pesar de esto creerá usted si le aseguro que mi alma encuentra un vacío que existe en la misma felicidad y, ¿sabe usted cuál es? ¡El de no estar en Mendoza!”.

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