29 de abril de 2025 - 00:43

Papa Luna, el misterio detrás del antipapa que se enfrentó a la Iglesia y murió excomulgado

Pedro Luna fue uno de los cardenales más importantes en la Edad Media y fue electo como pontífice por un sector de los cardenales. Atravesó el Cisma de Occidente y rechazó la decisión del Concilio de Constanza.

La muerte del Papa Francisco, el inminente inicio del cónclave y la elección del nuevo pontífice sacaron a relucir diversos pasajes de la historia de la Iglesia católica que van de los momentos más heroicos y piadosos hasta las situaciones más oscuras.

Estas últimas, por lo general, se vinculan a la relación de los miembros de la jerarquía eclesiástica con el poder, la riqueza y elementos similares, que están más cerca de la tierra y más lejos del cielo.

Algo de ello tiene la historia de un obispo que pasó de ser Papa a antipapa y se ganó el desprecio de Roma. Todo se remonta al final de la Baja Edad Media: durante el siglo XIV Occidente atravesó profundos cambios y la Iglesia, como uno de los actores fundamentales de la época, no quedó al margen del torbellino de la historia.

La crisis en la Iglesia durante la Baja Edad Media

Según lo menciona el portal La Vanguardia, las ciudades experimentaron una paulatina pujanza de la mano del comercio y de la burguesía, aunque la violencia era moneda corriente: España sufría la Reconquista y entre Inglaterra y Francia se daba la guerra de los Cien Años.

Los otomanos se expandían por el este de Europa, mientras en los mares se enfrentaban Génova y Venecia. A este combo explosivo se sumó la aparición de la peste negra a mediados de siglo, un fenómeno que se cobraría la vida de dos de cada tres europeos.

En este panorama, la Iglesia estaba atravesada por luchas intestinas que fueron el preludio para el Cisma de Occidente: National Geographic detalla que, bajo un clima de profunda inseguridad en Roma, se decidió el traslado provisorio de la sede de la Iglesia universal a Aviñón, Francia, en 1309.

Papa Luna
Palacio de los Papas, en Aviñón, Francia.

Palacio de los Papas, en Aviñón, Francia.

En 1370, el cardenal diácono Pierre Roger de Beaufort fue elegido Papa bajo el nombre de Gregorio XI y, en un intento por cumplir una promesa de su juventud y tras el reproche de que le hizo Catalina de Siena en 1377, comenzó las gestiones para mudar la sede de vaticana de nuevo a Roma.

En la corte del Papa estaba el cardenal de Aragón, Pedro Martínez de Luna. Luna pertenecía a una de las principales familias de dicho reino español y tenía fuertes vínculos con Francia, situación que lo va a poner en el centro de la escena cuando Gregorio XI falleció de forma inesperada.

Es que la muerte del pontífice precipitó los acontecimientos que derivaron en el Cisma de Occidente, una compleja y traumática división de la Iglesia que se prolongaría a lo largo de casi cuarenta años y en la que convivieron de forma conflictiva dos y hasta tres papados de forma simultánea.

Pedro Martínez de Luna en medio del Cisma de Occidente

Tras la muerte de Gregorio XI se dio paso al cónclave que tenía que elegir al nuevo Papa. En dicha elección, los fieles de Roma temían que fuera electo un extranjero y que la sede de la Iglesia regresara a Aviñón, por lo que aprovecharon la falta de algunos cardenales y amenazaron con asesinar a todos si no votaban a un cardenal romano o a algún italiano.

En medio de las tensiones fue elegido de forma abrupta el napolitano Bartolomeo de Prignano, arzobispo de Bari, que pasó a la historia como Urbano VI.

Sin embargo, las diferencias en la jerarquía eclesiástica no frenaron y, meses más tarde, los cardenales franceses junto a Pedro de Luna se reunieron cerca de Roma para declarar nula la elección de Urbano.

Este grupo declaró la sede vacante y nombraron como nuevo Papa a Roberto de Ginebra, que tomó el nombre de Clemente VII y se asentó en Aviñón. En tanto, Urbano VI se negó a abdicar y mantuvo su corte en Roma.

Benedicto XIII, el Papa luna

El cardenal Luna mantuvo su obediencia al papa Clemente VII y viajó por Europa tratando de obtener el apoyo de los distintos reinos a pontífice de Aviñón. Esta tarea hizo que los reinos del viejo continente conocieran el nombre del aragonés y su popularidad se extendiera.

En septiembre de 1394 murió Clemente VII y los cardenales de Aviñón juraron no elegir a un nuevo Papa sin antes intentar la reunificación con Roma. No obstante, los prelados realizaron una votación y designaron a Pedro de Luna como el flamante sucesor de Pedro. Pasó a llamarse Benedicto XIII.

Papa Luna
El cardenal Pedro Luna fue elegido como Papa por cardenales franceses y se lo excomulgó tras el Concilio de Constanza. Hoy es conocido como uno de los

El cardenal Pedro Luna fue elegido como Papa por cardenales franceses y se lo excomulgó tras el Concilio de Constanza. Hoy es conocido como uno de los "antipapa".

Aunque los “pergaminos” del Papa Luna jugaban muy a su favor (conocía las leyes de la Iglesia, los orígenes del Cisma y los conflictos políticos del momento en los reinos cristianos), su origen español le jugó en contra: se ganó la enemistad de los romanos y del rey de Francia.

Mientras tanto, en Roma ocupaba la sede el sucesor de Urbano VI, el también napolitano Bonifacio IX.

Luna ejerció como Sumo Pontífice por dos décadas sobre los territorios que le eran fieles, en medio de constantes negociaciones para poner fin al Cisma y tras varios cambios de sedes: estuvo primero en Aviñón, luego en varias ciudades de Francia e Italia y, finalmente, en 1415 fijó su residencia en Peñíscola.

El Concilio de Constanza declaró al Papa Luna como antipapa

Durante el Concilio de Constanza (1414-1418) que se celebró en la actual Alemania se buscó zanjar de forma ecuménica cuatro décadas de división eclesiástica.

Allí fueron deslegitimados tanto Juan XXIII como Benedicto XIII y Gregorio XII, el romano, renunció a su papado. El nuevo pontífice de la Iglesia unificada fue Martín V.

Papa Luna
Castillo medieval de Peñíscola, en Valencia, donde Benedicto XIII estableció su residencia.

Castillo medieval de Peñíscola, en Valencia, donde Benedicto XIII estableció su residencia.

Sin embargo, el Papa Luna se negó a abdicar y terminó sus días en la más completa soledad. Fue desautorizado, excomulgado y repudiado incluso por Aragón. Solo tres cardenales le guardaron lealtad hasta el final.

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