Los chilenos que se quedan: llegaron en distintas épocas y no cambian a la Argentina por nada

La inflación y la inestabilidad del país no los amedrenta y siguen eligiendo a la Argentina para vivir. “Siempre hay crisis, pero se puede vivir”, dijo Verónica Tapia. Andrés Poblete y Andreuw Inostroza aseguran que no se van más.

Verónica Tapia Verdejo (de rojo), es nacida en Valparaíso, república de Chile y vive en Mendoza desde el año 1985.
Verónica junto a su hija Vanesa Noemí Carrizo Tapia y su nieto Fernando Carrizo Tapia.
Verónica es profesora de historia y su hija Vanesa es funcionaria en el Consulado de Chile en Mendoza.

Foto: José Gutierrez / Los Andes
Verónica Tapia Verdejo (de rojo), es nacida en Valparaíso, república de Chile y vive en Mendoza desde el año 1985. Verónica junto a su hija Vanesa Noemí Carrizo Tapia y su nieto Fernando Carrizo Tapia. Verónica es profesora de historia y su hija Vanesa es funcionaria en el Consulado de Chile en Mendoza. Foto: José Gutierrez / Los Andes

Ninguno de los tres lo niega: la Argentina es el país de la inestabilidad, de la inflación creciente, de los precios que suben y de la pobreza que no frena. También del asado, las juntadas, las salidas; el país de la educación pública y la salud gratuita.

Tal vez por esto último, Verónica Tapia, Andreuw Inostroza y Andrés Poblete, oriundos de distintas partes de Chile, llegaron a Mendoza en épocas diferentes para intentar prosperar, lograr estabilidad y sentirse, finalmente, un argentino más.

Verónica fue la primera, en 1985. Tenía apenas 9 años y supo enseguida que esta tierra de la región de Cuya era su lugar en el mundo. Estudió profesorado de Historia, tuvo tres hijas y hoy preside la Colectividad Chilena Gabriela Mistral.

Andrés Poblete nació en Santiago, recaló aquí en 2004 para estudiar Historia en la UNCuyo; luego cambió de carrera (cumplió con la tecnicatura en producción audiovisual y en medios) y en septiembre próximo será papá de Francisca, su primera hija. Asegura que no se va más de Mendoza.

Diez años después, en 2014, hizo lo propio Andreuw Inostroza, nacido en Chillán, enamorado de una argentina, Verónica Sosa, y empleado de comercio en el centro mendocino.

Amo esta vida y este país. Es cierto, la economía puede ser más estable en Chile, pero allá no se puede llevar esta vida, tener acceso a la salud, al estudio y salir al parque a la nochecita, algo tan simple y de tanto disfrute a la vez. Eso allá es imposible y no lo cambio por nada del mundo”, advierte, para agregar que está feliz que sus hijos Vigo y Teo hayan nacido aquí.

El asado entre amigos, la calidez del argentino y la juntada improvisada, en su país de origen no es común, ya que las costumbres son diferentes y todo el mundo “cierra” el día muy temprano.

Verónica Tapia Verdejo (de rojo), es nacida en Valparaíso, república de Chile y vive en Mendoza desde el año 1985.
Verónica junto a su hija Vanesa Noemí Carrizo Tapia y su nieto Fernando Carrizo Tapia.
Verónica es profesora de historia y su hija Vanesa es funcionaria en el Consulado de Chile en Mendoza.

Foto: José Gutierrez / Los Andes
Verónica Tapia Verdejo (de rojo), es nacida en Valparaíso, república de Chile y vive en Mendoza desde el año 1985. Verónica junto a su hija Vanesa Noemí Carrizo Tapia y su nieto Fernando Carrizo Tapia. Verónica es profesora de historia y su hija Vanesa es funcionaria en el Consulado de Chile en Mendoza. Foto: José Gutierrez / Los Andes

Allá todo es trabajar, comer y dormir”, grafica Andreuw, quien en marzo pasado visitó su tierra natal y ya no veía la hora de regresar. “Quería llegar a casa, ver la tele, salir como lo hacemos siempre en familia. Me siento un argentino más”, sintetiza y resume que lo único que le queda es el acento.

Verónica sostiene que los chilenos que viven en esta provincia valoran al país como no lo hacen los propios argentinos. “Por eso somos tantos chilenos acá. Es un lugar que nos garantiza los derechos básicos, educación gratuita, el acceso a una vivienda. No conozco chileno que no le haya ido bien aquí”, asegura esta docente del colegio Jesús Nazareno y madre soltera de tres hijas: Vanesa, que trabaja en el Consulado de Chile en Mendoza; Lucía, que también es docente, y Elizabeth, estudiante del profesorado de Educación Física.

“Mis hijas, que tienen la doble nacionalidad, han podido estudiar y prosperar, al igual que yo, que pude concretar mi carrera en el Instituto Bicentenario”, añade. También admite que existen muchos hijos y nietos de chilenos que hoy, en virtud de la crisis de la Argentina, están pensando en regresar a sus raíces.

Pero eso sí, ya con sus títulos universitarios, algo totalmente distinto, es decir, una garantía de que les va a ir bien. Volver como profesional tiene otros matices”, diferencia Verónica, para cerrar: “Valoramos los derechos sociales y eso es clave para nosotros. Argentina no está tan mal como nos hacen creer, más allá de la inflación y de los precios que suben. Además, si hacemos memoria, toda la vida estuvo en crisis”.

“No vuelvo más”

Andrés Poblete se prepara para el nacimiento de Francisca, su primera hija, que tendrá dos nacionalidades. Recuerda que había llegado para estudiar Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo pero cambió de rumbo sobre la marcha y hoy trabaja en Señal U, el canal de la universidad.

Para Andrés, tener garantizada la vivienda, la educación y la salud son aspectos trascendentes en la vida. “Me da la tranquilidad que no tengo en Chile, no solo a mí sino a quienes tenemos empleos medios”, sostiene.

Claro que establecerse, en los primeros tiempos, no resultó fácil, según recuerda, aunque una vez que pudo ingresar en el circuito laboral, nada lo detuvo. “No me iré más de este país”, anticipa, mientras cuenta que junto a su esposa Lucía, a quien conoció cursando algunas materias en Filosofía y Letras, pudieron acceder al Procrear y resultar adjudicatarios de un departamento en Ciudad, frente al Parque Central.

“Chile es un buen lugar para vivir, pero insisto, sólo para una determinada franja. Por ejemplo un médico, al que nunca le faltará nada”, aclara. “Para mí, el hecho de haber podido estudiar y haber conseguido un trabajo estable, en blanco, además de acceder a algo tan importante como una vivienda, representa todo lo que esperaba. No digo que haya sido fácil, creo que entrar al círculo de Mendoza es complicado, pero se puede”, reflexiona.

Andrés siente gratitud hacia la Argentina, que le abrió las puertas desde un primer momento. “Hoy no soporto la idea de viajar muy seguido a Chile. Me acostumbré a este ritmo y estoy contento. Eso sí: soy un enamorado del mar y las vacaciones en la costa es algo que no se negocia”, alerta, mientras ríe.

Por eso, suele elegir dos lugares que nunca fallan a la hora de tomarse un descanso en familia: uno de ellos es El Tabito, muy cerca de Isla Negra, al sur de Viña del Mar. El otro, sin dudas, Viña del Mar, con sus hermosas playas, sus jardines y altos edificios.

Tal vez lo que más le pesa a Andrés es la poca frecuencia con la que puede ver a sus padres y tres hermanos. “Trabajo mucho y a ellos a veces se les complica. De todos modos, mis padres estuvieron para Semana Santa”, detalla y concluye: “Eso sí, a fin de año todos estarán acá para conocer a la nueva integrante de la familia, nuestra hija Francisca”, finaliza.

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