La muerte de Néstor Kirchner, el inicio del cristinismo

El fallecimiento del ex presidente fue una bisagra en la historia política contemporánea. La entonces presidenta asumió un liderazgo distinto, que le dio su actual fortaleza y debilidad: un núcleo importante de seguidores incondicionales y un alto nivel de rechazo.

La muerte de Néstor Kirchner, de la que se cumplen hoy 10 años, inauguró el cristinismo como una nueva instancia del kirchnerismo.
Foto: Ricardo Abad / Los Andes
La muerte de Néstor Kirchner, de la que se cumplen hoy 10 años, inauguró el cristinismo como una nueva instancia del kirchnerismo. Foto: Ricardo Abad / Los Andes

El velorio de los íntimos estaba finalizando en la residencia El Calafate con ese espantoso momento de la soldadura del cajón. Cristina Fernández dijo unas últimas palabras y comenzó a alejarse de la escena envuelta en lágrimas. Alguien la quiso asistir para bajar un escalón y ella lo rechazó con vehemencia: “No necesito que me anden llevando”.

La muerte de Néstor Kirchner, de la que se cumplen hoy 10 años, reconfiguró el escenario político y, fundamentalmente, inauguró el cristinismo como una nueva instancia del kirchnerismo.

Néstor y Cristina conformaban una sociedad política-conyugal de liderazgo compartido, que en poco puede compararse con la actual que comparten el presidente Alberto Fernández y su vicepresidenta.

El acuerdo de Néstor y Cristina por la sucesión entre sí para ir gambeteando a la prohibición constitucional de dos mandatos consecutivos quedó expuesto tras la muerte del expresidente cuando la propia viuda reconoció que él le había manifestado que iba a ser el candidato en 2011.

Las cosas cambiaron aquella mañana del feriado por censo nacional del 27 de octubre de 2010.

La épica

El primer efecto fue dejar en segundo plano los reclamos, las quejas y el malestar de vastos sectores de la población que había castigado tanto en las urnas un año antes al entonces gobernante Frente para la Victoria, que hasta el propio Kirchner había perdido la elección legislativa bonaerense ante el novato Francisco De Narváez. Eran los primeros años de la actual grieta, nacida en marzo de 2008 con el conflicto del campo ante las retenciones móviles.

Cristina fue variando de estilos, interlocutores y métodos, capitalizó esa empatía social y obtuvo para su reelección, un año después, el mayor porcentaje de la restauración democrática. Aquel 54 por ciento de 2015 no debe interpretarse linealmente como “no se vota en contra de una viuda” sino en la perspectiva de una serie de factores que permitieron la concentración de poder, que vino después con la seguidilla de tres derrotas electorales (2013, 2015 y 2017) y la recuperación del poder el año pasado.

Actores juveniles

La entonces presidenta profundizó el estilo confrontativo de su marido pero se cerró en términos ideológicos. Es lo que le sigue dando, a la vez, fortaleza y debilidad a Cristina: tiene un núcleo duro de seguidores que la un papel central en la política argentina pero unos niveles de rechazo que le ponen un techo bastante cerca de su piso.

Cambió los interlocutores y puso en un lugar central a actores que venían asomando muy tímidamente con Néstor.

Por eso, salieron de escena los dirigentes peronistas tradicionales, se cerró el diálogo con los caciques sindicales, se postergó a los gobernadores y emergieron otros referentes, en especial la agrupación juvenil La Cámpora, con Máximo Kirchner a la cabeza.

Cristina hoy mantiene su desplante hacia las estructuras del Partido Justicialista pese a que su reunificación fue central para recuperar el poder en 2019.

Cristina anuló esas mesas en las cuales Néstor debatía y negociaba la política y centraliza al máximo las decisiones. De hecho, ella arma la fórmula con Amado Boudou sin consultarle a nadie.

Economía y negocios

A diferencia de su marido, Cristina abandona el seguimiento diario y minucioso de las cuestiones económicas. Y así como Néstor había prescindido de Roberto Lavagna porque quería ser él su propio ministro de Economía, Cristina le da centralidad a uno de sus hijos políticos: el actual gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof.

Kicillof y el cordobés Carlos Zannini pasan a ser las figuras centrales de la gestión y desplazan a los históricos del kirchnerismo. Ya se había ido Alberto Fernández y comenzaron a perder poder como el caso de Julio De Vido, que siguió hasta el final pero con funciones cada vez más acotadas.

También hubo cambios en los negocios. Cristina desconfió de los tradicionales interlocutores de Néstor en la parte oscura de la política y el dinero como Lázaro Baez y aún haciendo el duelo por su marido fue llamando de a uno a aquellos que figuraban en las anotaciones del difunto.

La causa judicial de los Cuadernos refleja varias de esas modificaciones en el manejo de los dineros ilegales.

Luto y cadenas

Cristina guardó luto casi dos años. Dejó el negro unos meses después de la derrota en las elecciones de medio término de 2013, en las que apostaba a ampliar la mayoría en el Congreso para una hipotética reforma constitucional que la habilitase a seguir en el poder. “Cristina eterna”, escribían los suyos.

También exploró nuevas formas de comunicación, intentando algo que anhelaba su compañero de toda la vida: saltear la instancia de los medios tradicionales. Así que apeló más 120 veces a la cadena nacional, que le sirvió para fidelizar a los convencidos y alejar al resto.

Cercada por causas judiciales, Cristina recuperó el poder hace un año y lo hizo a través de quien fuera uno de los máximos articuladores de su difunto marido: Alberto Fernández.

Roberto Battaglino.

*Este texto fue publicado originalmente por La Voz. Se reproduce aquí con la autorización correspondiente.

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