La pandemia dejó miles de historias. Quizás, como nunca, dejó muy marcada en la memoria cada historia individual, cómo cada uno transitó esos días. Pero, claro está, hubo algunas historias tremendas, angustiantes. La del profesor y baterista de San Martín Marcelo Fortunato es una de ellas.
Con montones de alumnos, ex jugador de rugby con decenas de amigos, músico reconocido, hombre generoso y solidario, la lucha personal que dio Marcelo es una de las historias más recordadas en la región.
“Todos los días que no morí” es el título del libro que escribió sobre sus 30 días en terapia intensiva y sus otros 30 internado en recuperación. Ese título es toda una definición. La de un hombre sano y fuerte que, de pronto, estuvo haciéndole una visita a la muerte.
Positivo
Terminaba enero de 2021. La pandemia ya no era novedad y la mayoría suponía que tenía claro cómo evitar el contagio, que los más vulnerables ya habían caído, que algunos se habían recuperado y otros no. Pero la cantidad de contagios diarios seguía en aumento.
“Yo pensaba, o sentía, que todos iban tener Covid menos yo. Ocurre que siempre pensás en la familia. Decís: 'Tengo que cuidar a este porque es grande. A este lo tengo que cuidar porque fuma, a este porque es gordo, a este porque tiene azúcar alta… Y te olvidás de vos, de cuidarte, y resultó que fuiste el que la pasó peor que todos”, dice Marcelo, que ahora tiene 54 años y siempre fue un hombre sano, fuerte, imbatible.
El viernes 29 de enero de 2021 se despertó con un poco de fiebre y algo congestionado. Por consejo de un amigo médico se hizo hisopar en el hospital Perrupato. Dio positivo de Covid. “Tenía fiebre y me costaba respirar. Pero yo estaba pensando en el cumpleaños de mi viejo, que íbamos a festejar el fin de semana, y que el lunes (1 de febrero) me iba de vacaciones. Pero en cinco minutos todo cambió”, repasa.
Marcelo volvió a su casa y replicó un mensaje a toda la familia, casi como si fuera un telegrama: “Tengo Covid. No me voy de vacaciones. Hagan el cumpleaños cuando quieran”. "Me encerré en casa y empecé a tomar lo que se tomaba en esos días. Dos o tres médicos me iban llamando para ver cómo estaba”, rememora en diálogo con Los Andes.
Los primeros días transcurrieron más o menos tranquilos. Pero la noche del miércoles no fue buena y el jueves Marcelo y Fernanda, su mujer, llamaron a Mariano Garavaglia, un reconocido médico, que le pidió que se hiciera una tomografía. El viernes, con la tomografía a la vista, Garavaglia sentenció: "Internate. Viene complicada la cosa" y organizó todo para que lo recibieran en el hospital El Carmen, en Godoy Cruz.
En el nosocomio le hicieron un par de preguntas y lo internaron. Al atardecer ya lo estaban pasando a terapia intensiva. Marcelo recuerda hasta ese momento, después hay un mes completo que desapareció de su mente. Lo pudo reconstruir parcialmente por el relato de algún enfermero, de su familia, de sus amigos.
Hubo muchos momentos en que el pronóstico era tremendo. “De esta noche no pasa”, advertían algunos. Pero pasó. Pasó esa y todas las noches, hasta que salió de terapia intensiva y fue derivado a la clínica de rehabilitación San Andrés.
Dicen que Marcelo entró despierto allí, incluso saludando, pero estaba lejos de estar lúcido. No recuerda nada de su llegada a San Andrés y, después, los recuerdos mezclan momentos de la realidad con alucinaciones, muchas alucinaciones, algunas muy curiosas.
Entre la realidad y la fantasía
Sobre las alucinaciones, Marcelo Fortunato recuerda: “La psicóloga me contó después que esto fue muy común en los pacientes que habían tenido Covid, pero que la mayoría tenía alucinaciones feas, muy feas, relacionadas con la muerte. Yo no. Al menos ninguna de mis alucinaciones, de mis sueños, terminaban mal. Al menos ninguna terminaba conmigo muerto. Incluso algunas fueron muy agradables”.
La alucinación más larga y también la que recuerda como más agradable, casi una sensación perfecta, tiene relación con el mar. “Íbamos con Fernanda (su mujer) en moto, viajando hacia el mar. Fue una alucinación muy intensa, porque llegué a sentir sensaciones en la piel”, dice.
“Estábamos viajando desde Buenos Aires hacia la costa y llovía muy suave. Una lluvia muy agradable, tibia. Yo sentía el agua en la piel, el viento y escuchaba lo que me decía Fernanda desde atrás”, completa.
El regreso
Fortunato regresó a su San Martín después de dos meses. Una caravana de familiares y amigos lo acompañó en el viaje de regreso y muchos lo recibieron en la ciudad del Este, incluido el intendente. Fue una fiesta.
El proceso de recuperación continuó, fue largo y esforzado, pero Marcelo pudo recuperar su vida, su rutina, su Escuela de Niños Bateristas con la que hizo una emocionante muestra de fin de ciclo en el Centro de Congresos y Exposiciones, de San Martín… Y claro que pudo contar la historia.