De repartir mil sobres diarios a “la carta de doña Rosa”: el correo en Mendoza y quienes aún envían cartas

El correo postal subsiste actualmente por la entrega de paquetes y documentos, aunque es muy poca la gente que aún envía manuscritos. Sin embargo, las hay y son muy nostálgicos de la escritura de puño y letra.

Alberto Eglez trabajó en el Correo Argentino durante 56 años y pasó por todos los puestos hasta 2018, cuando se jubiló. Foto: Mariana Villa / Los Andes
Alberto Eglez trabajó en el Correo Argentino durante 56 años y pasó por todos los puestos hasta 2018, cuando se jubiló. Foto: Mariana Villa / Los Andes

La plaza, el edificio de la municipalidad, una sucursal bancaria y la sede del correo. Salvo contadas excepciones, que generalmente se dan en las ciudades más grandes e importantes, esta es la disposición estándar del epicentro de cualquier pueblo en Argentina.

En algunos casos se suma a este paisaje la comisaría, por ejemplo. El correo fue alguna vez tan importante como cualquiera de estas dependencias. Y aunque la era de las telecomunicaciones virtuales, los celulares, el WhatsApp y el mismo mail relegaron de forma considerable al correo postal, esta estructura en la mayoría de los pueblos se mantiene.

Pero en plena era tecnológica, aún quedan nostálgicos que prefieren aferrarse a esa idea de que “todo tiempo pasado fue mejor” y lo hacen con convicción y sólidos argumentos. Aquellas personas que, aunque usan mails, redes sociales y celulares, siguen haciéndose un lugar para mandar cartas manuscritas con sobres en los que figura remitente, destinatario y una estampilla.

El detalle es que la actualidad del correo dista de aquellas épocas doradas comprendidas entre los 60 y los 90. En la actualidad son los paquetes comprados en tiendas virtuales los que han tomado un protagonismo casi exclusivo, junto con los siempre indeseables telegramas de despido y cartas documento.

En lo que tiene que ver con las oficinas del Correo Argentino, por ejemplo, son los trámites administrativos públicos los que han acaparado la atención.

“Siempre disfruté y disfruto mucho de mandar postales de los lugares. Hasta hace algunos años, cada vez que viajaba a algún lugar, compraba algunas postales y las mandaba a mi mamá o a mis amigos en Mendoza. Y eso que chateo con ellos por WhatsApp bastante seguido. Pero no hay nada como recibir una carta ‘de carne y hueso’ con la letra de uno”, cuenta Gerardo Blanquer, un mendocino que está viviendo en Barcelona y quien mantiene la costumbre de intercambiar postales por correo con sus amigos cuando él o alguno de ellos viajan.

“Podría mandar fotos por WhatsApp de los lugares donde estoy y contarles por ese mismo medio -con un mensaje escrito o con un audio- qué es lo que se ve. Incluso, podría explayarme más. Pero el comprar una postal, mandarla o recibirla es como que tiene más mística, lo mismo que ver la letra escrita a mano para quien la recibe”, agrega Gerardo.

“Todavía hay gente que manda cartas, pero es realmente muy poca. Cuando llegan y hay que repartirlas, en el correo les dicen ‘la carta de doña Rosa’”, cuenta a su turno y entre risas, Alberto Eglez (74), quien trabajó toda su vida en el correo y se jubiló en 2018. “Creo que hay gente que todavía valora y se emociona de recibir algo de puño y letra, es otra cosa”, agrega con la nostalgia de quien estuvo 56 años en el Correo Argentino y pasó por todos los puestos, desde mensajero hasta inspector general.

Los años dorados

En 1962 y con 14 años, Alberto Eglez comenzó a trabajar como mensajero en la sucursal del Correo Argentino de Rodeo de la Cruz. En 1978, Alberto se instaló en la Ciudad de Mendoza y siguió su carrera en el edificio central, que fue construido en la esquina de Colón y San Martín en 1950 y que ocupa toda la manzana.

“La época dorada del correo fue entre la década del 60 y principios de los 90. Se laburaba mucho, sin horarios fijos. Porque si llegaba un telegrama a las 0 había que salir a entregarlo. O, al menos, avisar a la Policía si era un telegrama de fallecimiento. Cada cartero tenía que tener su bicicleta con parrilla atrás y adelante y, si había que ir a repartir una encomienda, de cualquier tamaño, se iba. En un solo día de trabajo podíamos entregar más de 1.000 cartas”, repasa Eglez.

La imagen del cartero y su figura eran toda una eminencia en esos años. “El jefe de carteros de un pueblo era como el jefe de ferrocarril y el de Policía. Si uno quería saber dónde vivía alguien o cómo llegar a un lugar, tenía que preguntarle al jefe de carteros que siempre sabía, aún cuando hubiera dos calles con el mismo nombre o numeración. Para el correo no había fueras de radio y llegaba a lugares que nadie más”, rememora el ex trabajador del correo.

En sintonía y de la mano de la importancia de su rol iba la presencia de un cartero: uniforme impoluto traído desde Francia nada de barba ni pelo largo, uñas limpias y todos los botones prolijos y perfectos. “Antes de salir, nos formaban a todos y el jefe nos revisaba. Si estaba todo perfecto, recién allí se podía salir a la calle”, continúa Alberto Eglez.

Mucho antes de los correos electrónicos, de las redes sociales o del WhatsApp e, incluso, cuando el mismísimo teléfono fijo era un bien de lujo y para grupos selectos, toda la comunicación se centraba en el correo. Y los envíos iban desde telegramas simples y de lujo (aquellos que eran una hoja completa con adornos y flores y con los que se solía invitar a un casamiento o cumpleaños) hasta encomiendas, pasando por sobres con dinero.

“Como inspector general me tocó enganchar a varios carteros que robaban plata de los sobres. Con un simple alfiler podían darse cuenta si adentro había plata o no, y se usaban todo tipo de trucos para abrir los sobres. Por eso después, con el tiempo, se prohibió enviar dinero por cartas”, continúa el hombre, a quien asaltaron –encañonándolo con un arma de fuego- en seis oportunidades mientras trabajó en el correo.

De las 1.000 cartas diarias a “la carta de doña Rosa”

Si hubo un punto de quiebre en la historia del correo en Argentina para Alberto Eglez, ese fue en 1994 y en la etapa que antecedió a la privatización del Correo Argentino.

“En los 90, el Correo Argentino de calle Colón trabajaba las 24 horas. Pero a partir de 1994 comenzaron a achicarlo para privatizarlo. Echaron gente, recortaron y poco a poco fue decayendo. Pasó de ser una de las cajas más fuertes e importantes del país a ser algo que da pérdida. Y de las más de 1.000 cartas repartidas a diario a ser noticia cuando hay que repartir una ‘carta de doña Rosa’”, ejemplifica el ex trabajador postal.

Dentro de las pocas cartas que todavía se envían vía correo postal de forma regular quedan algunos impuestos, servicios y resúmenes de tarjetas de crédito (la mayoría llega de forma electrónica), mientras que la las municipalidades hacen llegar sus boletas de tasas municipales con su propio sistema de distribución.

De los años dorados a ‘la carta de la tía Rosa’: el correo en Mendoza y quienes aún envían cartas.
De los años dorados a ‘la carta de la tía Rosa’: el correo en Mendoza y quienes aún envían cartas.

La entrega de paquetería y encomiendas también se maneja con el correo (público y privado), aunque algunas firmas cuentan con su propio sistema de entrega. Y, por supuesto, las cartas documento y telegramas por temas judiciales se siguen enviando por el tradicional correo.

Cuánto cuesta enviar una carta por correo postal

Tomando como referencia al Correo Argentino, estos son los precios para enviar una carta por el servicio postal.

  • Carta simple. Sin servicio de seguimiento: hasta 20 gramos (110 pesos), hasta 150 gramos (190 pesos) y hasta 500 gramos (260 pesos). La entrega demora entre 2 y 5 días.
  • Carta certificada plus. Se entrega en mano bajo firma y el tiempo de demora es de entre 3 y 6 días. Se sigue con el sistema Track & Trace: hasta 1150 gramos (870 pesos), hasta 500 gramos (1.150 pesos). Se puede incluir el adicional de aviso de recibo por 390 pesos.
  • Carta rápida plus. Servicio de seguimiento con Sistema Track & Trace, en ingreso y entrega: hasta 150 gramos (990 pesos) y hasta 500 gramos (1.300 pesos).
  • Carta expreso plus. Se entrega en mano bajo firma y tiene seguimiento a través de Track & Trace: hasta 150 gramos (1.350 pesos) y hasta 500 gramos (1.690 pesos).
  • Carta documento. Se entrega en entre 1 y 2 días y se adquiere en las sucursales del correo. Se entrega en mano bajo firma y se sigue a través del Sistema Track & Trace: envío más formulario (990 pesos).

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