3 de octubre de 2025 - 18:05

De Argentina a Hungría: cómo es el choque cultural y la vida en un país con algunos derechos restringidos

Manuel Villalba nació en Chaco, pero eligió Budapest como su nuevo hogar, a pesar de las diferencias sociales con nuestro país y los cambios que va viviendo la ciudad.

Desde el norte de Argentina hasta Europa del Este (Hungría), Manuel Villalba comparte su experiencia en Budapest, una ciudad que, aunque distante en derechos humanos, guarda ciertas similitudes con su tierra natal. La convivencia con su esposa húngara-rumana y la inmersión en su cultura lo llevaron a descubrir un mundo nuevo donde las diferencias se funden con tradiciones compartidas.

Manuel Villalba nació en Resistencia, Chaco, estudió la carrera de Traductorado de Inglés y actualmente vive en Budapest. Con 29 años, trabaja en un banco de criptomonedas y comparte su vida con Timea Szigyarto, su esposa húngara-rumana. Su historia revela cómo se mezclan culturas en la capital de Hungría.

“Vivir fuera del país siempre implica un doble movimiento: uno se lleva a la distancia sus costumbres, sus palabras y su forma de mirar el mundo, pero también se deja atravesar por una nueva cultura que, a fuerza de cotidianeidad, se vuelve parte de uno”, relata Manuel desde Budapest.

Villalba llegó a Hungría en marzo del 2024, impulsado por la relación con Timea, quien nació en Transilvania, sitio con historia entre Hungría y Rumania. “Estamos viviendo en Budapest ahora, que es una ciudad que dentro de Europa todavía es económica y donde se puede vivir bien”, comenta. Ellos se conocieron en Cluj-Napoca, la segunda ciudad más grande del país, donde ella estudiaba para ser farmacéutica y él trabajaba como profesor de inglés.

Manuel Villalba, argentino en Hungría
Dia del casamiento por civil de Manuel y Timea, el 18 de Mayo de 2024.

Dia del casamiento por civil de Manuel y Timea, el 18 de Mayo de 2024.

El idioma húngaro es uno de sus mayores desafíos: “No tiene raíces latinas ni germánicas, es casi como aprender un código secreto”. Para sobrevivir, el inglés actúa como puente comunicacional en la capital. Además, Manuel destaca las diferencias en los horarios y costumbres cotidianas: “En Hungría se cena temprano, a las 17 o 18, cuando en Argentina recién estamos pensando en el mate de la tarde”.

Manuel Villalba, argentino en Hungría.
Manuel y Timea el día de la fiesta y cena de la boda en Crasna, Rumania.

Manuel y Timea el día de la fiesta y cena de la boda en Crasna, Rumania.

La gastronomía local también llamó su atención, especialmente el paprika, “un condimento emblemático que está en todas partes y es tan simbólico como la carne para los argentinos”. Aunque no hay ritual de mate, “la cultura del café y las pastelerías es fuerte, y las reuniones giran en torno a largas charlas, algo que nos resulta muy familiar”, señala.

Manuel Villalba, argentino en Hungría
El parlamento de Budapest, Hungria, visto desde el frente.

El parlamento de Budapest, Hungria, visto desde el frente.

Sobre la sociabilidad, Manuel sostiene que los húngaros suelen ser reservados y valoran el silencio, “algo que choca con nuestra tendencia a la charla rápida o al abrazo espontáneo” precisa. Pero una vez superada la distancia inicial, “se descubre un pueblo hospitalario, con amistades profundas y leales”, remarca.

En cuanto a la inmigración, explica que Hungría es un país más homogéneo y restrictivo con la llegada de extranjeros. Esto hace que a veces un argentino se sienta “más exótico de lo esperado, alguien que despierta curiosidad pero también cierta distancia”.

Manuel Villalba, argentino en Hungría
Caminata por la ciudad durante el ultimo invierno en Budapest

Caminata por la ciudad durante el ultimo invierno en Budapest

Sin embargo, existen similitudes sorprendentes, como el amor por el fútbol y el apego a la familia y las tradiciones. “Las fiestas son momentos de reunión, comida abundante y largas sobremesas”, comenta Manuel.

De tal manera, describe su vida en Budapest como “aprender a convivir entre lo extraño y lo familiar: entre la nostalgia del mate y el gusto adquirido del paprika, entre los abrazos efusivos y los saludos más contenidos, entre Charly García que suena en los auriculares y las melodías de violín que acompañan un paseo por el Danubio”.

Manuel Villalba, argentino en Hungría
El puente de las cadenas en Budapest (había sido destruido durante la Segunda Guerra Mundial)

El puente de las cadenas en Budapest (había sido destruido durante la Segunda Guerra Mundial)

Hungría: un país muy conservador socialmente

Una de las principales diferencias que remarca es el lugar que ocupan los derechos sociales en la vida cotidiana. En Hungría no está permitido el matrimonio igualitario ni la adopción por parte de parejas del mismo sexo, aunque cumplan todos los requisitos legales. “La presencia LGBT está muy escondida. Si así es en Budapest, imaginate en un pueblo”, cuenta Manuel, al describir el rechazo social que persiste incluso en la capital.

En este punto detalla que la política es ultra conservadora. "El gobierno, especialmente el presidente (Tamás Sulyok) y su partido, tienen una orientación política claramente de derecha. Incluso, podría decirse que son más conservadores que figuras como Javier Milei o Donald Trump. Se trata de un enfoque profundamente tradicionalista y, en muchos aspectos, ultra conservador", remarca.

La política migratoria es otro de los puntos que destaca. Señala que la sociedad —influenciada por el discurso oficial— tiene una visión muy negativa de la inmigración, especialmente hacia personas provenientes de África o países musulmanes. “He visto situaciones de prejuicio y violencia por tener apariencia árabe o piel más oscura”, advierte. Agrega que quienes tienen rasgos caucásicos, como muchos ucranianos, logran integrarse más fácilmente en una sociedad homogénea y fuertemente religiosa.

El proceso de radicación también fue complejo para él: a pesar de estar casado, tuvo que presentar numerosas pruebas económicas. “Te piden demostrar fondos que no cualquiera puede mostrar. Hay personas a las que directamente se les niega el trámite por su nacionalidad o apariencia”, precisa.

Manuel Villalba, argentino en Hungría
Caminata por la ciudad durante el ultimo invierno en Budapest.

Caminata por la ciudad durante el ultimo invierno en Budapest.

Casarse joven y tener hijos: una política que preserva la identidad cultural

Sobre la vida familiar, cuenta que en Hungría es común casarse joven y tener familias numerosas. “Acá se casan a los 20 o 25 como mucho. Tener tres o cuatro hijos es normal”. En ese contexto, el Estado aplica incentivos económicos: si una pareja tiene tres hijos mientras paga una hipoteca, se le perdona la deuda por completo. “Es parte de una política para preservar lo que el gobierno llama la identidad cultural del país”, explica.

La visión de Manuel contrasta con lo que conoce de su país natal: “Argentina tiene otra historia. Es diversa, con una mezcla étnica muy marcada, y una mentalidad mucho más abierta”. Aunque las diferencias son notables, rescata lo que aprendió en esta experiencia: “Como todo argentino en el exterior, uno termina entendiendo que las fronteras culturales son menos rígidas de lo que parecen. Siempre hay un rincón donde se mezclan lo propio y lo ajeno para armar un nuevo hogar”.

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