La historia de Ariel Flores: es abanderado, albañil y sueña con ser arquitecto

Con 18 años salió a la calle a ganarse el pan para ayudar a sus padres desocupados por la pandemia y a sus hermanas, que comparten una morada en un asentamiento de El Challao. Construye casas junto a su cuñado, y ya tiene una buena base para su anhelada profesión: la de diseñar viviendas.

Construye casas junto a su cuñado, y ya tiene una buena base para su anhelada profesión: la de diseñar viviendas. / Foto: José Gutierrez / Los Andes
Construye casas junto a su cuñado, y ya tiene una buena base para su anhelada profesión: la de diseñar viviendas. / Foto: José Gutierrez / Los Andes

Las numerosas carencias materiales que padece en su hogar del asentamiento Campo El Molino, en El Challao, no resultan impedimento para Ariel Flores, primer escolta de la bandera nacional que se gana la vida como albañil y sueña con ser arquitecto.

Unico varón de seis hermanos, cuando la crisis económica se agudizó a raíz de la pandemia por el Covid-19 no dudó en aprender el oficio de la construcción y hoy, además de haberse ganado un lugar de privilegio en la Escuela Arquitecto Manuel Víctor Civit, se desempeña en una obra de envergadura en el barrio Mendoza Norte.

Lejos de pensar este etapa como de mucho sacrificio, la analiza como el paso previo a cumplir, a partir del año próximo, su mayor anhelo, comenzar la carrera de arquitectura. Y con una buena base.

Para él, que vivió en carne propia las consecuencias del desempleo durante el período más estricto del aislamiento –su mamá es vendedora ambulante y su papá debió abandonar la albañilería por problemas de salud- trabajar para ayudar en su casa fue su deseo y su obligación moral.

El dinero no alcanza, según cuenta, y en el pequeño habitáculo que comparte con sus padres, Laura y Fabián, también viven sus hermanas Erika, Micaela, Fabiana, Laura y Selena, además de una sobrina.

Pero él nunca abandonó su objetivo. Egresó con honores de la escuela Champagnat, también de El Challao y luego de su destacado paso por el secundario, la universidad cada día está más cerca.

Humilde, Ariel dice que pasó una infancia feliz en su barrio, también conocido como San Expedito, aunque es consciente de su necesidad de convertirse en profesional y triunfar.

“Mis padres siempre me inculcaron el estudio, algo que ellos no han podido concretar, pero yo sí lo haré. Tengo en mente otra vida mucho mejor”, advierte.

Era muy pequeño cuando sus dibujos sorprendían a propios y extraños. “Miraba los dibujitos animados en la televisión y los copiaba en lápiz y papel. También hacía caricaturas, me la pasaba todo el día dibujando”, recuerda.

“Ahora que concurro a una escuela técnica, el dibujo técnico se convirtió en mi pasión, cada día me gusta más”, agrega. Así, el diseño que ejercita en el 6to año del secundario, combinado con su oficio de albañil lo acercarán más rápido y seguro a la arquitectura.

Por lo pronto, Ariel se levanta temprano y, cuando no tiene clases presenciales, sale para la obra junto a otros albañiles, entre quienes se encuentra su cuñado, que fue uno de sus “maestros” en el mundo de las obras en construcción.

“También me enseñó el oficio mi papá, que siempre se dedicó a esto hasta que una hernia de disco lo obligó a dejar”, explica. Lo cierto es que, hasta la tardecita, Ariel cumple con su trabajo. Más tarde se conecta en el turno vespertino de su colegio, situado en la capital.

Los directivos de la escuela Champagnat guardan el mejor recuerdo de Ariel y, aunque pasó a una escuela técnica, lo siguen de cerca y desean un promisorio futuro para este alumno destacado, fanático de Boca Juniors, que pasó su infancia en el potrero y, que pese a la adversidad, no deja de soñar en grande.

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