"De la educación de la mujer depende la mejor suerte de las naciones". Estas palabras pertenecientes a Domingo Faustino Sarmiento lo sitúan en la vanguardia del siglo XIX.
"De la educación de la mujer depende la mejor suerte de las naciones". Estas palabras pertenecientes a Domingo Faustino Sarmiento lo sitúan en la vanguardia del siglo XIX.
Siendo presidente, o bien ocupando cargos de menor responsabilidad, procuró reestructurar la educación femenina, abriendo un espacio al género en la edificación del país.
Para que las madres pudieran acompañar la educación de los niños y no desvirtuar lo aprendido, era fundamental que ellas se educaran.
"Los hombres -escribió el sanjuanino-, se ha dicho, forman las leyes, y las mujeres las costumbres; ellas son para la sociedad lo que la sangre para la vida del hombre. No ejerce ésta una influencia, por decirlo así, visible en la existencia; es el cerebro, son los nervios quienes desempeñan las disposiciones del alma; pero ella lo vivifica todo, está presente en todas las partes de la estructura y se hace una condición indispensable de la vida"
Esta convicción lo llevó, años antes, a reclamar leyes desde las páginas del Diario chileno "El Mercurio": "... haya quien esté persuadido de que se ha hablado demasiado de la educación de la mujer. ¡Demasiado! ¡Demasiado, cuando apenas empieza a ponerse cuidado en ella, y cuando acaso los primeros pasos que damos en la educación de la mujer, son nuevos extravíos que alejan más y más de la verdadera senda que debe conducirla al conocimiento de sus deberes, de sus intereses y de su alta misión en la sociedad actual! ¡Demasiado cuando recién brilla la estrella de la mujer en los países que nos preceden en civilización! ¡Demasiado, cuando nuestra legislación no se ha curado de procurar nada en su auxilio, cuando se creería intempestivo y aún indigno de los cuidados del gobierno, rentar establecimientos para su educación!"
Las mujeres eran parte de la conquista evolutiva que plantea toda la obra de Sarmiento. El camino hacia el "Progreso" dependía en gran medida de incorporarlas. Así, "la mujer tiene una alta misión -decía-, en esta sociedad que cada día requiere mayor conjunto de luces en los que la forman". Motivo por el cual el Estada debía ocuparse urgentemente.
Don Domingo se movió toda la vida dentro de un mundo en el que las féminas fueron sus mejores aliadas. Siempre estuvo rodeado de fuertes exponentes del género: madre, hermanas, hija, amigas.
Como él mismo señaló, su destino fue desde la cuna "entretejido por mujeres".
Llegó a ser presidente gracias, en gran medida, a los movimientos estratégicos de Aurelia Vélez -gran amor de su vida- y llegó a expresar convencidamente que "el grado de civilización de un pueblo puede juzgarse por la posición social de las mujeres".