Rada, de las redes a Netflix: “De chico empecé a ganar más guita que mis viejos y no estuvo bueno”

De la magia a la comedia stand up, con las redes como vidriera. Una charla con uno de los comediantes más famosos de nuestro país sobre ser padre joven, llegar a Netflix y hacer humor en la era del odio digital.

Rada, uno de los comediantes argentinos del momento.
Rada, uno de los comediantes argentinos del momento.

En la Navidad de 1989, a sus 6 años, Agustín Aristarán encontró bajo el arbolito de su casa, en la ciudad de Bahía Blanca, un regalo con su nombre. Él le había pedido insistentemente a Papá Noel un camioncito Duravit, pero en su lugar recibió un regalo más económico y, en sus ojos de niño, decepcionante: una caja de magia. Lo que comenzó como un juego un poco forzado pronto se convirtió en obsesión. Al poco tiempo Agustín no podía parar de hacer magia. Armaba shows para sus familiares, sus amigos, en la escuela o en el barrio. A sus 15 ya tenía renombre en su ciudad y lo contrataban para dar funciones en fiestas, cumpleaños, casamientos o eventos corporativos. Se convirtió en una celebridad. A los 19 decidió mudarse a Buenos Aires para probar suerte y su carrera fue mutando. Ya no era sólo mago sino también malabarista, standupero y hasta músico. La fama llegó de improviso, cuando se viralizó uno de los videos graciosos que filmaba y compartía en sus redes sociales. En la grabación, que tuvo infinidad de reproducciones, se lo veía en el auto, jugando y bromeando con su hija de once años –Agustín fue papá muy joven–. Hoy, Rada (el nombre artístico por el que todos lo conocen) tiene 1 millón y medio de seguidores en Instagram y otros cientos de miles en su canal de Youtube. Además, hace giras por todo el país con sus shows de comedia, tiene una banda de música y actuó en películas argentinas (la última fue Re loca, con Natalia Oreiro y Diego Torres).

Ahora, acaba de estrenar Serendipia, su segundo especial de comedia en Netflix. Una “serendipia” es un descubrimiento afortunado e inesperado que se produce de manera accidental. Por eso, ese es el nombre de este espectáculo donde Rada cuenta –con trucos, música y humor– cómo el descubrimiento de la magia y la paternidad cambiaron su vida por completo.

Serendipia tiene una particularidad y es que, debido a la pandemia, fue grabado en un teatro vacío. ¿Fue difícil la experiencia de hacer humor sin público?

Fue un desafío. Es un show que ya habíamos hecho mucho en el teatro, pero para este especial de Netflix ensayamos un montón para poder hacer el show de principio a fin cuando dijeran “acción”. Estando ahí nos dimos cuenta de que estuvo buenísimo prepararlo.

En el monólogo contás cosas muy personales. ¿Te costó abrirte?

No, porque estoy contando cosas que yo quiero contar. Me sentiría incómodo si alguien contase cosas que yo no quiero que se cuenten. Lo que narro sucedió y es real, obviamente acomodado dentro de un guión. Me divierte compartirlo y me hace bien. Hay muchas cosas que exorcisé gracias a Serendipia.

¿Hubo una charla previa con tu familia para advertirles de que ibas a hablar de ciertos temas?

Tengo una relación increíble con toda mi familia. Sólo les avisé, pero de todas formas saben que está contado desde el amor y desde el respeto. Pero la intensidad de mi viejo o su primera experiencia con la marihuana me parecían muy divertidas de contar. A Bianca, mi hija, sí le pregunto si me autoriza, porque cuento una parte muy importante de la separación con su mamá, los juegos que teníamos y yo ahí sí sentí la obligación de preguntarle, porque estoy contando cosas en las que ella es protagonista.

En el show decís que encontrar la pasión de la magia de tan chico fue muy hermoso pero también te cargó de responsabilidades. ¿Pensás que fue un arma de doble filo?

Sí, en un momento fue una carga. Fue un papel fundamental el psicólogo que me ayudó a sacarme esa carga, incluso ganar más guita que tus viejos cuando sos muy chico no está bueno, o a mí al menos me costó. A veces pienso: hoy estoy haciendo esta entrevista porque también laburé mucho desde hace muchos años, pero quizás hoy pienso qué cagada que era tan responsable a los 13 años, podría no haber estado tan preocupado por si tenía que ir a hacer un show o cobrar, o aprender a hacer una factura. Pero no me arrepiento de nada de lo que pasó.

Hablás mucho de cómo la terapia te ayudó en algunos momentos. ¿Te parece muy importante el psicoanálisis para la vida?

Re. No sé si psicoanálisis, sino la terapia que te haga bien. Un espacio de privacidad absoluta, de conversación con alguien y con vos mismo, para mí es fundamental en cualquier momento, cuando estamos bien y cuando estamos mal. Sea la terapia que sea. Yo pasé por muchas, de la más rara que se te ocurra, buscando respuestas o haciéndome preguntas que me tenía que hacer. Si te hace bien y encontrás un espacio, siempre que no sea dañina. No sirve que te digan “yo hablo con mis amigos”, porque no es lo mismo.

Rada es un personaje bromista que está siempre alegre. ¿Te cuesta mostrar este costado más sensible?

Cero. Hago terapia desde que tengo uso de razón. Empecé de muy chico, preguntando cosas y por suerte tengo viejos muy abiertos que me llevaron a terapia. No soy una persona conflictuada, me gustó siempre tener un espacio de conversación conmigo. Lo aconsejo siempre, si te hace bien, y si no te hace bien te aconsejo que no lo hagas.

Antes te conocían como “Radagast”, pero por una cuestión de derechos de autor tuviste que cambiarlo a “Rada”. ¿Te costó encontrar tu nueva identidad?

Yo creo que fue medio hasta mágico que se me haya presentado esta dificultad de seguir usando mi nombre, porque fue en el momento que estaba despidiendo al mago de eventos. Yo quería sacarme ese nombre. Me vi en los créditos de la película Re loca como Agustín Aristarán y dije: yo soy ese chabón. Antes yo sentía que era más un personaje, ahora soy yo que subo al escenario, con todos los condimentos de un entretenedor, no es que me subo como ando por la calle. Dejé una etapa de mi vida de mago profesional, que duró 20 años, y de esta forma siento que puedo mostrar un montón de cosas que antes estaban sesgadas por la magia. Ahora soy todo esto, y también hago magia en algún momento.

En el show criticás algunos aspectos de la magia. ¿Creés que es un arte que sigue teniendo vigencia?

Hay un montón de magia. Yo en Serendipia a quien critico mucho es al estereotipo del mago de Las Vegas, al mago que utiliza a la mujer como objeto o la magia que somete a la mujer. Eso es lo que critico mucho. Pero el arte de la magia sigue muy vigente, quizás no está tan visibilizada, pero es un arte súper complejo, profundo y simple a la vez.

¿Siguen sorprendiendo los trucos?

Sí, totalmente. Es increíble lo que sucede con la magia, porque va al lugar más primitivo del ser humano, la de los bebés que nos pasó a todos, que cuando tapabas algo desaparecía. Aunque sepas que es un truco, que lo estás escondiendo, sigue sorprendiendo.

¿Buscás generar algo de esa sorpresa con tu humor?

Sí, yo busco que te pase algo como espectador o espectadora. Que te suceda algo, no sé qué. Yo con mis espectáculos busco lo mismo que busco como espectador. Si cuando voy a ver algo salgo modificado, salgo contento por haber pagado la entrada o haberle dado play a un contenido. No solo reírme, sino terminar con una sensación diferente.

Hacés muchísimo humor con tu hija Bianca, de hecho ella te acompaña en gran parte de tus videos o de tu contenido. ¿Cambió la forma de relacionarte y divertirte con ella ahora que ya es casi una adolescente?

Sin duda. Cambiaron los juegos, cambió Bianca, que es una chabona con una fortaleza y una fragilidad propias de la adolescencia. Hay juego, pero desde otro lugar. Por supuesto no entro a la habitación hablando como Mickey porque recibo un “fuck you”, pero sí hay una relación muy lúdica, a veces con personajes que hacemos y también hay momentos de mucha charla cotidiana, de mucha profundidad de conversaciones de un papá con una hija adolescente. No vivo en personaje, jugando y haciendo ruidos. Nada más lejos de eso.

¿No te cuesta separar al Rada humorista del Agustín papá?

No, cero. Y a Bianca tampoco. Está muy claro que si le estoy diciendo “vení a comer, que tenés que hacer deberes”, es en serio. Soy una persona bastante más normal de lo que cree todo el mundo.

¿Pensás que es más difícil ser padre de una adolescente hoy?

No sé, yo siento que los adolescentes de ahora son la versión 2 punto mil que nosotros. La tienen mucho más clara. Hay otras carencias, como la falta de libertad del juego en la vereda, pero ya vienen con mucha data, desde enamorarse sin importar el género hasta la igualdad de todos y todas y todes. O al menos Bianca. Sé que también tienen otra conciencia por el otro, por los seres vivos. Mi hija es vegetariana hace cuatro años, yo no, me encantaría serlo, pero eso está mucho más ahí en el piberío, me siento un viejo (risas). Así que no sé si es más fácil o más difícil ser padre de una adolescente hoy, pero está buenísimo.

Muchos de tus videos los hacés en Instagram. ¿Te costó adaptarte a esta necesidad de las redes de generar contenido todo el tiempo?

No. Al principio lo hice de forma casi patológica. Subía mucho contenido, llegué a subir cuatro videos por día en el momento de explosión de Instagram. Yo entré en el momento justo a Instagram, cuando era la novedad y estaba todo el mundo yendo a ver qué pasaba ahí. Ahora relajé bastante porque no podía seguir ese ritmo y porque hay muchas otras cosas por afuera, con mi canal de Youtube, la banda, los shows, Netflix, algunos papeles como actor. Hoy no lo hago a ese nivel y también porque relajé, dejé de estar todo el tiempo mirando los números a ver qué pasa.

En Youtube hacés RadaHouse, un programa de entrevistas desde tu casa con famosos y figuras argentinas, y este año en pandemia lanzaste una sección con videos de carpintería. Algo muy diferente…

Es fuertísimo, es un flash lo que pasa con la carpintería. El programa lo grabo todas las semanas para que el sábado se estrene, siempre intentando llevar cosas nuevas. No pretende enseñarte a cómo hacer un mueble, es un contenido de comedia que sucede mientras estoy haciendo algo de carpintería. Probablemente algún tip o algo que haya ahí te sirva para cuando tengas que hacer algo. Pasaron historias re locas, gente que en la cuarentena se terminó dedicando a la carpintería y que nunca había agarrado una herramienta. Porque yo no soy buen carpintero, le voy buscando la vuelta y algunas veces me frustro y me sale mal. Pero esa es la carpintería de Rada. Estoy re contento porque me gusta mucho hacerlo.

¿Pensás que cambió la forma de hacer humor en pandemia?

Creo que hay cosas que llegaron para quedarse. Una rueda de prensa, sin ir más lejos, probablemente sea online porque va a ser más fácil para todo el mundo, porque se entendió que esto es una forma también de acortar distancias. Seguro el teatro vuelva pero también tendrá una plataforma streaming para que alguien que está en Jujuy pueda ver una obra de teatro que se está haciendo en Buenos Aires. Creo que todo esto nos dio herramientas.

También tenés una banda, Rada And The Colibriquis. ¿Produjeron algo en pandemia?

Sí, sacamos un EP en cuarentena, y estamos grabando el cuarto disco. Metimos de todo, también tercera temporada de las entrevistas de RadaHouse que fue toda de forma virtual y quedó también un producto re lindo, muy diferente.

¿Qué música dirías que te salvó durante la cuarentena?

Mi hija Bianca es escuchadora de muy buena música, eso me enorgullece mucho. Y en cuarentena volvimos a escuchar juntos mucho rock nacional y ella se ultra mega copó con una música que antes no le gustaba o no le atraía para nada. Ahora su vida es Spinetta, Charly, Serú Girán, La máquina de hacer pájaros. Me encanta.

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