Una serie de investigaciones recientes demuestra que los vínculos entre el perro y el hombre generalmente se basan en mecanismos emocionales, sensoriales y biológicos muy complejos, comparables a los que desarrollan los bebés con sus cuidadores, según informó Popular Science.
Las expresiones de afecto que muestran los perros al ver regresar a sus dueños, como empujones suaves, colas agitadas o el famoso “zoomie” (carrera descontrolada de alegría), son respuestas aprendidas, reforzadas por experiencias previas positivas.
Expertos en comportamiento animal sostienen que estas acciones no son solo instintivas, sino también parte de un aprendizaje que el animal asocia con recompensas emocionales y físicas.
La memoria y los sentidos juegan un papel fundamental. Aunque los perros no tienen una memoria a corto plazo muy desarrollada, sí poseen una gran capacidad de memoria asociativa y episódica. Son capaces de relacionar el olor, el sonido y la voz de sus cuidadores con experiencias felices, como caricias o paseos.
El olfato es el primer sentido que se activa: los perros identifican a las personas por su olor incluso después de mucho tiempo. También pueden reconocer la voz y ciertos gestos visuales.
Perros jugando
Estudios científicos explican las razones biológicas y emocionales del entusiasmo de un perro al ver a su dueño nuevamente.
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La ciencia detrás del entusiasmo de tu perro al verte volver
Uno de los elementos centrales del vínculo humano-perro es la oxitocina, la llamada “hormona del amor”. Estudios demuestran que tanto el perro como el humano segregan oxitocina al mirarse a los ojos, lo que fortalece el apego mutuo. Esta hormona también se libera en momentos de alegría y cercanía, contribuyendo a la conexión emocional.
Aunque los perros no manejan el concepto humano del tiempo, sí desarrollan una rutina mediante ritmos circadianos. Por eso, tras ausencias más prolongadas, los reencuentros tienden a ser más intensos. Sin embargo, cuando esa efusividad es excesiva, puede ser síntoma de ansiedad por separación, una condición que merece atención profesional.
La ciencia confirma que esos saltos y movimientos desbordantes al verte llegar no son solo emoción: son una manifestación real del vínculo que los une.