Se aproxima un tiempo de cambios y hay tensiones en el Gobierno provincial

Se filtró esta semana la confirmación de Nora Vicario como “futura” ministra de Turismo y Cultura. El Poder Ejecutivo no avaló ni desmintió la información, y en el oficialismo hubo quienes señalaron que esta infidencia fue un error.

La Ministra de Cultura, Mariana Juri y el gobernador de Mendozxa, Rodolfo Suarez en la Plaza Arenales al dejar inaugurado el Distrito del Vino.
La Ministra de Cultura, Mariana Juri y el gobernador de Mendozxa, Rodolfo Suarez en la Plaza Arenales al dejar inaugurado el Distrito del Vino.

El día después de las elecciones asomó esta semana. Desde un ámbito oficial se apresuraron a confirmar que Nora Vicario será la futura ministra de Turismo y Cultura de la provincia, una vez que se mude de ese puesto su actual titular, Mariana Juri.

Es casi un hecho que Juri asumirá a fin de año como senadora nacional por Cambia Mendoza, cargo para el que se postula en las elecciones generales de noviembre detrás de Alfredo Cornejo. Si en las generales se repite el resultado de las PASO, el oficialismo conseguirá dos de las tres bancas en juego en el Senado nacional.

Pero el problema inicial de este “anuncio” es que las elecciones generales todavía no se celebran y no se pueden precipitar decisiones basadas en un triunfo electoral que aún no se confirma.

Además de esta desprolijidad, no fue el Poder Ejecutivo el origen de la información. Vicario es una funcionaria histórica de la Municipalidad de la Capital (ejerce como secretaria de Comunicación) y desde allí trascendió que dará el salto al Gobierno provincial, algo que ya se venía sugiriendo desde hace semanas.

Teniendo en cuenta el vínculo del gobernador Rodolfo Suárez con la Capital, se puede pensar que la decisión de confirmar el nombre de la futura ministra no fue ajena a sus deseos. Sin embargo, el Gobierno no podía dar esa noticia antes de los comicios.

Quedó a la vista: el Poder Ejecutivo evitó ratificar a Vicario en el puesto de “futura ministra”. Claro, cómo iban a avalar una noticia que depende, ni más ni menos, del voto pendiente de los ciudadanos.

¿Hacía falta, entonces, que alguien hablara del futuro gabinete? Hay quienes piensan que no: “Se pasaron de bocones en la Capital”, criticaron algunos dirigentes del radicalismo.

A la par, resurgieron sospechas sobre la relación entre Suárez y Cornejo: tal vez, más que un descuido o una infidencia, la confirmación de Vicario haya sido el reflejo de la necesidad del gobernador de “blindar” sus decisiones futuras respecto del gabinete.

Hay una realidad que afecta a Suárez. Tras los comicios de medio término, siempre el poder del gobernador empieza a declinar, ya que no existe para él la reelección. En este caso, ante un liderazgo tan fuerte como el de Cornejo, el origen de sus temores puede estar dentro de su propio espacio político.

Suárez, entonces, podría estar ensayando de antemano una especie de soberanía gubernamental. Si es que era su plan que se supiera quién será su nueva ministra de Turismo y Cultura con antelación.

Si así fuera, tampoco es ajeno a su personalidad dar adelantos de este tipo. En 2019, cuando tuvo que elegir a su equipo inicial de ministros, no se obsesionó con evitar que los nombres se filtraran antes de tiempo. Todo lo contrario: el anuncio del gabinete fue en gran medida una confirmación de lo que ya había dejado que trascendiera antes.

Entre este procedimiento y el de Cornejo hay un mundo de diferencia: el ex gobernador jamás hubiera permitido que se filtrara el nombre de un ministro antes de que él lo anunciara.

En efecto, el “in pectore” de Cornejo es famoso en el radicalismo: filtrar un nombre equivale a una traición. Ese manejo obsesivo de la primicia es también una de las diferencias que tiene con su heredero capitalino.

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