Vergüenza

Si el gobierno hubiera tenido una estrategia para enfrentar la pandemia y la economía, basada en información inteligente y oportuna, otros serían los resultados.

Imagen ilustrativa. Foto: Presidencia/AFP
Imagen ilustrativa. Foto: Presidencia/AFP

Las encuestas no la miden, pero estamos invadidos por la vergüenza. Una emoción humillante, que obliga a retraernos más de lo que estamos por culpa del “bicho chino”. Vergüenza frente a los otros, los de afuera, y con nosotros mismos.  Durante mucho tiempo en vez de vergüenza teníamos orgullo y el defecto de una soberbia agrandada. Mirábamos a países cercanos como inferiores: nosotros éramos los mejores en todo y quizá lo éramos. Esto nos impulsaba a pararnos con la frente en alto, orgullosos de ser argentinos, ahora algunos se quieren ir.

¿Qué podemos hacer como ciudadanos en este gran país de grandes recursos? Los malos políticos no se fueron. Usaron la metáfora de “que se vayan todos”, pero se quedaron. Renovaron las escamas, como las serpientes, y se adaptaron para seguir trabajando para ellos y no para nosotros. Tenemos que gritar, protestar, no callarnos, para sacarnos esta vergüenza de vivir en un país que fracasa por sus instituciones deficientes y gobiernos que no nos conducen al progreso, desde hace mucho tiempo. Con los pobres en aumento y sin salida.

¿Hasta cuándo nos vamos a dejar engañar con las vacunas, con la “economía de las limosnas”, con promesas que tienen como objetivo preservar ese poder codicioso? Ya se están preparando para las próximas elecciones, pero la opinión pública, en las encuestas, indica tendencias con altos porcentajes de indiferencia y el deshoje lento del kirchnerismo que se manifiesta en su propia imagen. Y una oposición evaporada, invisible, que ofrece respuestas banales. Este gobierno, que no es de todos, seguramente se irá por sus propias acciones y la pandemia que les embarró el camino. Pero vendrán los anteriores, con nuevas promesas. Si no hacemos algo, seguiremos así durante los próximos años, en un movimiento pendular, entre estos y ellos, mientras nosotros nos sumergimos en el desencanto y el desánimo.

Sin estrategia no hay salida. Estamos metido en este pantano cada vez más lodoso y podrido.  Con un presidente, Alberto Fernández, que dice no creer en planes, pero en ese lugar lo colocó un plan maquiavélico. Si el gobierno hubiese tenido una estrategia para enfrentar la pandemia y también la economía, sustentada en información inteligente y oportuna, otros serían los resultados. Por ejemplo, sabría (si lo sabe, no lo dice) que Sinovac, el laboratorio chino, tiene una vacuna exitosa para el Covid-19. Probada en varios países, como en Chile y Brasil. El Instituto Butantan, laboratorio público del Estado de San Paulo, productor de la vacuna contra la gripe y del dengue, con científicos destacados, está probando Coronavac en un estudio Fase 3, a punto de finalizar. Mis contactos en Butantan dicen que los resultados, todavía en borrador, demuestran que supera un promedio del 90% de efectividad y es segura: se puede aplicar a todas las personas, sin significativos efectos secundarios. Una vacuna clásica, inactivada, que facilitará la logística. Brasil ya recibió más de 40 millones de dosis y ANVISA, la agencia reguladora, la aprobará. Esto facilitaría la tarea de ANMAT. Sin embargo, recurrimos a vacunas complicadas, como la de AZ/Oxford, sin experiencia en producir vacunas. Si bien el antígeno se produce aquí, habría que comprobar las buenas prácticas de fabricación del laboratorio mexicano que la envasará, como hicimos con los rusos. A la vacuna de Pfizer le juega en contra la refrigeración, y la vacuna rusa creó desconfianza, aunque seguramente es efectiva. Los responsables de salud demostraron, desde el principio, la falta de idoneidad y comenzaron, no solo a improvisar y a equivocarse, sino a comunicar mal, produciendo efectos psicológicos que nos desesperaban, incrementando nuestra incredulidad y ansiedad.

Desde la comunicación, es nefasto mentir con el mensaje o ser confuso. Cuando se comunican soluciones determinadas, que abren puertas mentales y después la cierran, la caída del estado de ánimo es brutal llevándonos al lugar de la impotencia. Un presidente guitarrero, con una postura paternalista para enseñarnos del coronavirus, y que en el pasado habló mal del kirchnerismo -está registrado- pero que ahora trabaja para ese bando, perdió, en un corto trayecto, la médula del líder: la confianza y la reputación. Si no hay confianza, no hay credibilidad.

Hacen falta políticos patriotas y moralmente sanos, no “panqueques”. Macri era tan inútil que su inutilidad era inútil. El kirchnerismo se construyó con ventajas: una crisis brutal, muchos pobres desesperados, y se “montó” en los símbolos poderosos de Perón y Evita. Esto generó creyentes incondicionales, dispuestos a obedecer y no a debatir. El kirchnerismo no es el Justicialismo. El Justicialismo tenía bien claro sus prioridades estratégicas: Independencia Económica, Justicia Social y Soberanía Política. Y sobre estos principios se plasmó el Plan Quinquenal con políticas públicas para la educación, la salud, el bienestar y el desarrollo científico e industrial, entre otros. El neoliberalismo no va más. En la época del gobierno de Perón, Antonio F. Cafiero (abuelo de este Cafiero), Ministro de Comercio Exterior, demostraba las ventajas económicas del Justicialismo frente al neoliberalismo y lo expuso en un libro editado por EUDEBA. Pero eso ya es historia.

Es urgente impulsar un gran acuerdo porque el país se está hundiendo. Peronistas con espíritu crítico y renovador y radicales alumbrados por la honestidad y humildad de Balbín y Alfonsín. Sumando a todos los sectores políticos, sociales y religiosos, incluyendo notables de todas las disciplinas, con la actuación de los ciudadanos. Hay que generar una tercera opción política fuerte, que demuestre capacidad y principios morales. Tenemos que encender la máquina de la prosperidad hacia ese futuro al que no le tenemos miedo. ¡Fuera la vergüenza!

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