El Hospital Central de Mendoza ha cumplido recientemente ochenta años y alberga un tesoro pictórico que merece descubrirse. Se trata del imponente retablo del pintor Carlos Valdez Mujica, una obra de arte sacro que embellece la capilla del nosocomio.
La pintura del artista Valdez Mujica, se aloja en la Capilla del Hospital Central. Concebida como una obra del arte sacro de inestimable valor cultural y artístico, contrasta con el edificio de estilo racionalista que lo contiene.
El Hospital Central comenzó a construirse el 12 de febrero de 1941. Sin embargo, tuvo que ser habilitado de urgencia, antes de su finalización, para recibir a los heridos del devastador terremoto que sacudió la provincia de San Juan en enero de 1944. Este suceso da cuenta de su importancia en la región.
El 19 de agosto de 1945 el hospital fue inaugurado oficialmente, convirtiéndose en un hito arquitectónico de Mendoza. Diseñado por los arquitectos Manuel y Arturo Civit, integrantes de la Dirección Provincial de Arquitectura, quienes crearon además otros edificios emblemáticos como el antiguo Balneario de Playas Serranas. Manuel proyectó el edificio Gómez, en Garibaldi 7.
Carlos Valdés Mujica, el artista
Se especializó en arte sacro y en especial en la técnica de la laca sobre madera. Incursionó además en la cerámica, la tapicería y la pintura mural. Se dedicó a la docencia, tanto en Argentina como en Uruguay. Nació en Valparaíso, Chile, el 9 de marzo de 1904 y en la década del 40 se radicó en Mendoza. Sus últimos días lo encontraron desarrollando su labor profesional en Buenos Aires, hacia 1961.
En el año 1943 realizó la obra más importante de su producción: los tres paneles de grandes dimensiones para la Capilla del Hospital Central. Con escenas del evangelio, “La Última Cena” y la “Sagrada Familia”, el visitante aprecia en la pintura formas de líneas suaves, expresiones serenas y una paleta de colores terrosos y dorados que invitan a la introspección.
Durante la puesta en valor del hospital, en la década del 90, la pieza artística se embaló y trasladó al Museo Provincial de Bellas Artes “Emiliano Guiñazú”–Casa de Fader, en Mayor Drummond, para su resguardo. Una vez concluida la remodelación la pieza se reinstaló en su lugar original. Gracias a esta medida, se conserva como un testimonio del patrimonio cultural que, afortunadamente, se mantiene vivo.
Después de 80 años y a pesar de su relativo anonimato para el público mendocino, su conocimiento y valoración nos recuerdan que el arte, incluso en los lugares más inesperados, actúa como un pilar fundamental de nuestra identidad.
* La autora es arquitecta.