¡Qué Domingo Faustino parió doña Paula Albarracín!

Ser maestro, fue el sello universal de Sarmiento. El maestro que al obtener el título de doctor honoris causa de la Universidad de Michigan, dijo: "Si mis conciudadanos me honran con su voto para regir los destinos del país, seré en la presidencia de la República, como siempre maestro de escuela".

¡Qué hijo concibió Paula Albarracín, aquel 15 de febrero de 1811! Un hombre distinto a todos que tomó para sí el nombre de Domingo, sin estar en la partida de bautismo, porque fue inscripto como Faustino Valentín y sin la certeza desde el momento que utiliza el Domingo que lo inmortaliza.

Con ninguno de sus contemporáneos se lo puede comparar. Ni antes ni después de su vida hay alguien que se le parezca. Domingo Faustino Sarmiento, fue único en sus virtudes y defectos, en sus aciertos y errores, en su compleja personalidad, no fácil de comprender.

Fue un hijo, fuerte, duro como la roca andina, loco, vanidoso... apasionado hasta la violencia, sensible hasta las lágrimas y quien en un largo tiempo de la Argentina del 1800 polemizó y arremetió contra todos los que se le cruzaron. Fue don Yo, al que mucho maltrató y muchos lo maltrataron. A veces fue injusto y procaz, pero siempre sincero y veraz.

Recorrer su vida es apasionante

Se descubren dos Sarmiento. Uno es el que estuvo dentro de su cuerpo, áspero y fuerte. Es el Sarmiento odiado o amado, que traía los puños "llenos de verdades'' y que, aguardando el fin de sus días, pudo decir, sin equivocarse “siento el frío del bronce sobre mis pies” antes de pasar a la inmortalidad, el 11 de septiembre de 1888 en Paraguay, hace ciento treinta y siete años.,

El otro Sarmiento es el que dejó un rastro duradero en la educación y las columnas miliares en los edificios de las escuelas que marcan la ruta que siguió.

Los dos Sarmiento tienen sus retratos. Es el que gritó en todas las tribunas: “civilización o barbarie” y el primero que, en el caos, habló del orden. Es el que, nacido en una casa de barro del sanjuanino barrio del Carrascal y criado en la pobreza, sin infancia y en la lucha por la existencia, desborda de entusiasmo por levantar escuelas y educar al soberano.

Y el que sus enemigos no le perdonaron las líneas que trazó, y su figura se llenó de adjetivos hirientes o sarcásticos. Los que no compartían sus ideales le gritaron con todas las voces: “ignorante, déspota, rufián, erudito de pacotilla, paranoico, guarango, traidor a la patria, charlatán, animal en dos patas...” Más aún, fue caricaturizado y ridiculizado en revistas, periódicos y hasta en el teatro.

Fue más allá…

Ese hombre, el de los dos retratos, fue capaz de escribir paginas bellísimas de antología y otras oscuras y contradictorias. Por pasión, por orgullo, por convicciones, fue más allá. Ejerció funciones comunes y públicas, hasta la de presidente de la Nación, conservando sus manos limpias viviendo pobremente. Fue el pensador original, que caló profundamente en la vida y en la historia con espíritu realista no exento de idealismo.

Mezcla de loco y genio

Fue el Domingo Faustino que osciló entre el crítico severo y también el burlón y gracioso. El mismo que defendió la libertad del espíritu y la enseñanza laica; combatió la ignorancia, la barbarie y la tiranía con fanática y consciente pasión, y consagró la educación popular como único remedio para salvar a la Argentina del atraso y la ignorancia. Sostenía que “la educación primaria es la que civiliza y desenvuelve la moral de los pueblos” y “Los discípulos son la mejor biografía del maestro”. Fue la razón de sus interminables luchas.

Ricardo Rojas en “El profeta de la Pampa” (1945) lo representa con énfasis: “Hubo muchos que lo admiraron y amaron como hubo algunos que lo injuriaron y lo odiaron, pero en todos produjo el asombro de ver en él a un ser extraño, mezcla de loco y de genio”.

El que Henri Stein, el caricaturista del periódico El Mosquito, llamó "El hombre orquesta". Fue comerciante, escritor, periodista, traductor, educador, militar, legislador, estadista, gobernador, presidente de la Nación y, por encima de todo, maestro de escuela

Ser maestro, fue su sello universal. El maestro que al obtener el título de doctor honoris causa de la Universidad de Michigan, dijo: "Si mis conciudadanos me honran con su voto para regir los destinos del país, seré en la presidencia de la República, como siempre maestro de escuela".

Honremos y evoquemos a Sarmiento. El cuyano que crece y se agiganta con el tiempo. ­El que cada día es más actual. El que Paul Groussac definió como “un ser enorme y extraño”. Los dos retratos de Domingo Faustino Sarmiento no pueden tener la mejor pintura que la que él plasmó en cuatro palabras en su autobiografía: educación, trabajo, progreso y libertad y el que con una fuerza incontenible escribió la frase inmortal “las ideas no se matan”.

* El autor es periodista y docente.

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