Pluma como sable corvo desmochando cipayos

Como la vida nos tiene acostumbrados, hemos perdido ahora a un sabio mendocino que dio sentido a la Universidad y a su capacidad de publicitar lo fructuoso.

Como que tituló, por dar un solo ejemplo, a uno de sus magistrales libros “… Los chatarreros”, los desbronceadores del Héroe de la Independencia. / Imagen ilustrativa / Archivo
Como que tituló, por dar un solo ejemplo, a uno de sus magistrales libros “… Los chatarreros”, los desbronceadores del Héroe de la Independencia. / Imagen ilustrativa / Archivo

Como la vida nos tiene acostumbrados, hemos perdido ahora a un sabio mendocino que dio sentido a la Universidad y a su capacidad de publicitar lo fructuoso.

Don Enrique Díaz Araujo señaló con su preciosa vida a la decadencia universitaria profesionalista, la que no da fruto.

Es decir, pudo darle vida a lo que estaba decadente, haciendo del claustro universitario una fuente constante de agua fresca para el que quiera beber o, por el contrario, venablos a los que no dejen beber de la verdad histórica.

Por esto fue muy amado y también muy odiado, ambos signos de buena comunicación y de fervor por la Verdad.

Mientras el gran pensador e investigador cuyano producía exposiciones de hechos que son verdades, la Universidad, por el contrario, se desbarranca en fabricar técnicos que saben dar vuelta a la tuerca de su ciencia pero no saben por qué dan vuelta a esa tuerca, la cual puede engranar a la bomba atómica o a un pulmotor, les da igual.

No le importa eso a la gran mayoría de los técnicos “producidos” por la Universidad moderna fracasada en su búsqueda de beneficiar la vida, lo importante es fabricar técnicos que se ganen el pan con el “título” y si consiguen mucho lucro, mejor.

Contra este fracaso de los que deberían ser maestros de la verdad escondida en cualquier arista de la realidad, contra esta traición a la Verdad y al Bien de la Patria se levantó Don Enrique.

Como que tituló, por dar un solo ejemplo, a uno de sus magistrales libros “… Los chatarreros”, los desbronceadores del Héroe de la Independencia.

En Don José y los chatarreros denostó a los ignorantes de la historia sanmartiniana, descalificó a los amarillistas buscadores de la calumnia más baja que se haya escrito sobre Don José de San Martín para repetir las mentiras en sus conchabados medios de masas, dejó a la luz con hechos históricos por qué es el Padre de la Patria; leyó todo lo que pudo -y fue mucho- con el fin de distinguir a detractores chatarreros de los buscadores de perlas legítimas.

Así luego publicitarlas presentando los hechos con una pluma ágil, culta, precisa y justa, castiza, irónica, apologética sin golpes bajos, potente y científica.

Y esto en más de ochenta libros, cientos de artículos, multitud de conferencias… Durante toda una vida. Aquí está el punto clave del presente panegírico: fue generoso con los sencillos dándoles el resultado exquisito de la investigación sobre la Argentina que no quiere desargentinizarse.

No al estilo del “intelectual” de TV o de cátedra a los que estamos mal acostumbrados hoy en día. Estos autodenominados intelectuales cultivan esoterismos lingüísticos a los que el vulgo no tiene acceso, necesitando entonces, de los traductores mediáticos que repiten a lo loquitor, (como les declina locutor el P. Castellani) lugares comunes para que la masa los repitan y se convenzan de ellos por la redundancia de vistas y auditas.

Don Enrique no permitirá en sus exposiciones que el amarillismo tergiverse al hecho, pertenezca al periodismo pasado como los mentirosos Argos o el Centinela al servicio del unitarismo masón e iluminista de Rivadavia, o a la prensa moderna liberal o yanquimarxista. Volviéndose otro motivo de amor y odio sobre él y su obra. El medio que ha utilizado para destapar esta cloaca de la Leyenda Negra es la investigación exhaustiva de la realidad histórica traída al presente en los escritos de los que la vivieron, como la tremenda codificación de la Guerrilla en sus Libros en varios tomos, por poner un segundo ejemplo.

Y con la ironía también combatió, como cuando piensa que un periódico argentino actual, -que era liberal y ahora es de ultraizquierda porque lo compró otro empresario-, afirma que un tal oficial Rodrigo presumiría sobre Remedios Escalada, y por eso San Martín lo echó del Ejército… Y resulta que no hay ningún oficial Rodrigo en el Ejército, entonces ironiza Díaz Araujo que se pueden haber confundido con el “Potro Rodrigo” cumbiero. Chatarreros sin fundamento y proyectados psicoanalíticamente.

Contra la señora del General vilipendiada, no quedaba otra que el mordaz mamporro. Sobre la caballerosidad de Díaz Araujo habría que escribir otro artículo.

Como publicista es irrefutable. Hasta los escritores de las izquierdas más recalcitrantes, reconocen que Don Enrique los leía, iba a verificar sus incongruentes afirmaciones y les traía el documento que desnudaba sus tapajos.

Sólo pensemos en la biografía del Che Guevara mediante la cual no sólo les deja en claro la aristocracia rancia de la familia, sino que publica la documentación de la militancia liberal y socialdemócrata de sus tías y tíos políticos desde la Guerra Civil española, los fracasos en gestiones administrativas del Che en Perú, las tramas políticas y financistas de su paso por el poder, y los delitos de guerra en Cuba.

Se afirma que sólo sabe comunicar aquel que hace ver.

Y la excelencia de la comunicación es hacer amar lo que señala, a lo cual llaman persuasión.

Pues todo esto hay en los escritos de don Enrique: una persuasión de que sólo en las raíces cristianas e hispánicas habrá Argentina.

Por algo lo aman y lo odian. Me anoto en el primer grupo.

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