El 9 de octubre la líder opositora venezolana, María Corina Machado, recibió el Premio Nobel de la Paz. Fue un hecho políticamente relevante por la situación que atraviesa Venezuela. El gobierno de Maduro respondió al Premio Nobel de la líder opositora realizando nuevos ejercicios militares. Al día siguiente del anuncio, se realizaron ejercicios militares venezolanos en respuesta a los que llevó adelante Estados Unidos en el Caribe en los días anteriores. Maduro argumentó que estas maniobras constituían una “escalada militar estadounidense”. Washington, a su vez, aseguró que las operaciones militares buscan combatir redes del narcotráfico, que de acuerdo a sus informes involucran a funcionarios venezolanos (el Cartel de los Soles).
Los ejercicios militares venezolanos se realizaron en las “zonas de defensa integral” de Anzoátegui, Monagas y Bolívar. Se trata de un corredor vital para Venezuela que da desde el Mar Caribe hasta el río Orinoco y la frontera con Brasil. El ejercicio se denominó “Independencia 200”. Participaron también civiles armados y policías. Este ejercicio se suma a otros cinco realizados en los últimos días en los estados costeros de Carabobo, La Guaira, Aragua, Falcón y Zulia. El ministro del Interior, Diosdado Cabello, explicó que los ejercicios buscan “preparar a la población, las fuerzas policiales y las Fuerzas Armadas para enfrentar las diversas amenazas” que enfrenta el país. El gobierno venezolano además denunció ante el Consejo de Seguridad de la ONU que Estados Unidos podría estar planificando un “ataque armado” en el corto plazo contra Venezuela.
Dos días después del otorgamiento del premio a Machado, Maduro intentó un gesto de aproximación a Estados Unidos, ofreciendo concesiones petroleras. Funcionarios venezolanos ofrecieron a la administración norteamericana una participación dominante en el petróleo y otras riquezas minerales de Venezuela, a través de conversaciones que duraron meses según participantes de las mismas. Estas negociaciones se llevaron a cabo mientras Trump calificaba al régimen de Maduro de “cartel narcoterrorista”, reunía fuerzas militares en el Caribe y hundía lanchas que supuestamente transportaban droga. Maduro habría ofrecido abrir todos los proyectos petrolíferos y auríferos existentes y futuros a empresas estadounidenses, concederles contratos preferenciales y reducir los acuerdos energéticos y mineros con empresas chinas, iraníes y rusas.
El gobierno de Trump terminó rechazando estas negociaciones tras hacerse pública una carta de Maduro planteando el diálogo el 7 de septiembre. Marco Rubio, secretario de Estado estadounidense y a la vez asesor de seguridad nacional del presidente, ha influido en el rechazo a estas conversaciones y busca provocar el derrocamiento de Maduro, a quien ha calificado de “líder ilegítimo y fugitivo de la justicia estadounidense”. Siempre se mostró escéptico con las conversaciones que desarrolló el enviado estadounidense Richard Grenell. Pese a la firme oposición de Rubio a cualquier negociación, en medios diplomáticos no se descarta algún acuerdo de último momento.
Pero Maduro, tras el Premio Nobel a Corina Machado, reaccionó ratificando su línea ideológica: el 13 de octubre cerró la embajada venezolana en Oslo, la capital de Noruega, país que otorga este premio. El anuncio tuvo lugar tres días después del otorgamiento a Machado por parte de un comité integrado por cinco miembros designados por el parlamento noruego. Este comité resaltó que el premio a Machado había sido adjudicado “por su incansable trabajo de promoción de los derechos democráticos para el pueblo de Venezuela y por su lucha para lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia”.
El 12 de octubre Maduro había calificado a Machado de “bruja demoníaca”. Anunció también el cierre de su embajada en Australia, al mismo tiempo que anunció la apertura de representaciones diplomáticas en Zimbabue y Burkina Faso como parte de una reestructuración de su política exterior, tendiente a dar prioridad a países del tercer mundo alejados de la influencia de Estados Unidos. Si bien en las últimas semanas confluyeron gestos de confrontación y moderación en la relación entre Venezuela y Estados Unidos, hoy parece más probable que este último genere alguna acción militar circunscripta para demostrar su poder en el Caribe y reforzar además a Trump tras el éxito del acuerdo de Gaza.
Trump ha autorizado a la CIA a realizar operaciones encubiertas en Venezuela, que incluyen la posibilidad de dar muerte a los narco-terroristas enemigos de los Estados Unidos. La respuesta de Maduro volvió a ser militar: anunció que en la próxima semana realizará ejercicios militares en la frontera con Colombia. El presidente venezolano insiste en que el despliegue estadounidense es una “amenaza” y que busca un “cambio de régimen”. Al mismo tiempo, el número dos del gobierno, Cabello, tomó juramento a una “milicia campesina” para “cuidar a la Patria de cualquier enemigo”.
Según el diario estadounidense Miami Herald, el gobierno de Venezuela mostraría un quiebre a través de la vicepresidente Delcy Rodríguez. Esta misma información ya fue publicada semanas atrás por medios estadounidenses. El secretario de Estado reiteró que considera a Maduro un “fugitivo” de la justicia estadounidense y se ha mostrado escéptico ante el enfoque diplomático de Grenell. Periodistas y observadores reconocen que la línea dura de Rubio parece haberse impuesto. Por su parte, Maduro respondió diciendo que en Venezuela “no hay golpe de Estado, como la CIA organizó en Argentina y Chile en los años setenta”.
Parece que el tiempo para que Estados Unidos realice una acción militar limitada en Venezuela se acorta.
* El autor es director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.