Para la vieja educación la tecnología parece magia

Desde hace tiempo el sistema educativo está bajo sospecha de pertenecer a un tiempo pasado y no lograr actualizarse, en parte porque muchos profesores parecen resistirse a incorporar las nuevas tecnologías a sus clases.

Centro argentino de educación tecnológica se expande y llega a Uruguay.  Un uso inteligente de las tecnologías, para ofrecer espacios de formación que integran lo mejor del mundo digital (fuente: Funiversity)
Centro argentino de educación tecnológica se expande y llega a Uruguay. Un uso inteligente de las tecnologías, para ofrecer espacios de formación que integran lo mejor del mundo digital (fuente: Funiversity)

“Este mundo que hemos vivido se acaba. Y habrá otro mundo que está gestándose y renaciendo”. Esta afirmación, algo catastrófica, fue conjurada por Manuel Castells, sociólogo español envestido como ministro de Universidades, en el marco de las medidas preventivas que obligó la Pandemia.

Castells es conocido no por tener este tipo de declaraciones. Tiene un voluminoso trabajo sobre la sociedad de la información en el cual rastrea el desarrollo de las nuevas tecnologías tomando como base a la información, materia prima del nuevo sistema de producción. No descarta la producción de bienes, ilustra la manera de cómo la vieja sociedad industrial y de consumo está modificándose con el desarrollo de las nuevas tecnologías de información. La sentencia es un llamado de atención para comenzar a comprender e involucrarse con el cambio real, desde lo que conocemos en el campo científico. Dejar de lado la fascinación, la admiración por lo mágico detrás de cada gadget publicitado por el mercado.

En los trabajos de Castells, y de tantos otros científicos no solo extranjeros sino locales y cercanos, realizan aportes y planteos para descifrar el tiempo actual. Ideas necesarias de incorporar con cierta urgencia en el debate educativo de la formación de las nuevas generaciones, y de la presente también. En general la administración del sistema educativo está familiarizada en planteos pedagógicos y administrativos formales; genera un proceso para que puedan reflejarse con eficacia en los cursos. Los contenidos específicos llenan una caja que el procedimiento reserva para tales materiales, las características de estos contenidos no modifican el procedimiento general, están marginados de la discusión sobre el proceso del conocimiento general. La administración burocrática es impermeable a los contenidos nuevos, se conforma que estos llenen la caja a la que están reservados. Un ejemplo de lo poco favorable al cambio podemos rastrearlo en el área de la DGE de la casa de Gobierno de Mendoza. A finales de los ´90 podía leerse el título de primaria o secundaria en las puertas de oficinas durante el periodo dónde los niveles habían cambiado a EGB 1, 2 y 3. No modificaron la arquitectura de la administración, se acomodó lo nuevo a lo que ya estaba.

Los diferentes estratos de la burocracia educativa en ocasiones tratan a las nuevas tecnologías como si fueran realmente dispositivos provistos de magia. Especialistas en procesos, la especificidad de los contenidos no modifica el mecanismo madre, esto garantiza la ecuanimidad y objetividad del resultado. Para la burocracia todos/as somos iguales.

Desde hace un buen tiempo la escuela, el sistema educativo entero, está bajo sospecha de pertenecer a un tiempo pasado y no lograr actualizarse. Esta hipótesis centra su atención casi con exclusividad en las prácticas de los y las profesores, quienes parecen resistirse a incorporar las nuevas tecnologías a sus clases. La crítica de no innovación, de no tener en cuenta que el mundo contemporáneo es una sociedad hipertecnificada, supone que esto no está siendo reconocido en las aulas. Sucede que quienes dan clases están formados/as en áreas específicas del conocimiento, áreas que están siendo argumentadas y sobre argumentadas por el increíble despliegue de la información y la facilidad de acceder a esta. Desde este punto de vista es una carrera de velocidad dónde no solo los y las profesores no pueden ganar, tampoco la especie humana lo puede hacer. Hace varias décadas sabemos esto, somos lentos para el conocimiento, pero lo compensamos, porque somos mejores que las nuevas tecnologías para pensar la complejidad.

Quizás al lector/a le parezca suficiente diferenciar entre información y conocimiento, o le parezca poco importante reconocer que un dato científico tiene sentido en el marco de una discusión específica. Sin embargo, asociar información, comunicación, conocimiento, complejidad, transmisión (entre otros términos) sin tener en cuenta a qué refiere cada uno en el desarrollo de la sociedad del conocimiento, induce a creer que el cambio que vivimos es meramente técnico, cuando en realidad es más profundo y requiere un compromiso serio de comprensión del mismo.

El tema es complejo, y no se trata de innovar por innovar. De esta manera no superaríamos la fascinación por cosas que poco comprendemos. En el prólogo de La era de la información, uno de los trabajos más conocidos de Castells, cita varios estudios que exploran las razones de porqué China no produjo una revolución industrial en los siglos XIV o XV, cuando disponía de todos los elementos técnicos para realizarlo.

Va cita sin otro comentario: “De este modo, lo que parece ser crucial es el papel del Estado y el cambio de orientación de su política. ¿Por qué un Estado que había sido el mayor ingeniero hidráulico de la historia y había establecido un sistema de extensión agrícola para mejorar la productividad desde el periodo tan de repente se inhibió de la innovación tecnológica e incluso prohibió la exploración geográfica, abandonando la construcción de grandes barcos en 1430? La respuesta obvia es que no era el mismo Estado, no sólo debido a que se trataba de dinastías diferentes, sino porque la clase burocrática se había atrincherado en la administración tras un periodo más largo de lo habitual de dominio incontestado”.

* El autor es profesor. Investigador en temas de cultura y comunicación.

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