4 de noviembre de 2025 - 00:00

Me entrego

¿No será tiempo de diferenciar la pregunta y hacer de una dos? No solo preguntar ¿“por quién vota”? sino también preguntar ¿“quién le gustaría que gane"? Estoy convencido que entre el voto y el deseo hay una buena parte de los sufragantes que tiene dos respuestas. Se vota por identificación y se desea por conveniencia.

Con apenas una semana de realizado el proceso electoral en todo el territorio argentino, la multiplicidad de interpretaciones acerca del sorprendente resultado violeta ha dado para que muy inteligentes y sabidores de la politología, la sociología y la antropología desplieguen un sinnúmero importante y enriquecedor de pareceres que explican a la vez que interpelan al votante, al votado, al ganador y al perdedor, al derrotado y al victorioso.

Suma aritmética, sin jerarquía de aparición: voto de confianza, voto antikirchnerismo, voto miedo al lunes, voto mileísta que fue a votar y no se quedó en casa, polarización, esperanza, voto castigo, voto testigo, voto empresario, voto juvenil, y algunos otros argumentos más.

Coincido con todos y en todo. Hubo, como quizás en ninguna otra elección, un abanico de factores que todos fueron en dirección a morder las razones de los encuestadores para comenzar a masticar razones de la emoción, el ánimo, la perentoriedad como impulso y un sinfín de causas personales que añadidas a la boleta única le decían al votante “votá campeón, ponele la cruz al que quieras que gane” (paradoja irrisoria si las hay).

Y aquí el primero de los planteos: es hora de consultar sobre el deseo del sujeto votante, lo que transita no sólo por su conciencia sino lo que desde su intimidad inconsciente produce efectos sobre su decisión al elegir. Digo que las encuestas continúan preguntando acerca de a quién votará o votaría si las elecciones fuesen en ese momento de la encuesta. Y los humanos respondemos con palabras a las palabras que nos instan. Entonces, el encuestado dice su voto.

¿Pero no será tiempo de diferenciar la pregunta y hacer de una dos? ¿Comprenderán los encuestadores que ya no es lo mismo (de por medio cambios culturales, de consumo informativo, de satisfacción inmediata, de nuevas generaciones de votantes) preguntar “por quién vota” sino “quién le gustaría que gane”? Estoy convencido que entre el voto y el deseo hay una buena parte de los sufragantes que tiene dos respuestas. Se vota por identificación y se desea por conveniencia. Casi la otra cara del que vota por el mal menor, tan arraigado como concepto en el voto antikirchnerista. Quizás Kicillof aprenda algo de esto, toda vez que le resulte apropiado este análisis.

Pero hay más, allá voy.

Hasta donde he podido profundizar y rescatar los muy buenos análisis logrados por periodistas, economistas y políticos en los múltiples canales de comunicación, no he encontrado una explicación del voto por el motivo del hartazgo y la decepción última, la que está al límite de lo soportable.

Y digo: en el análisis de estas elecciones merecería tener espacio la consideración de aquellos que se entregaron al camino ya señalado por las elecciones de 2023, donde un outsider irrumpe como rey de la selva y promete orden, progreso, disminución de la corrupción y un futuro venturoso a mediano plazo. En aquel momento ya hubo la entrega de confianza, el domingo pasado hubo la entrega del futuro con horizonte en 2027 donde, mudado en presente, el elector pida rendición de cuentas y escuche lo que tenga para decir el arco opositor sobre lo que la decepción caló en la gestión del rockero, padre de perros e hijo de la economía como madre de todas las batallas.

Eso se logra con política y consensos, algo que, si no aprende rápido, en 2027 puede ser más una relección que una reelección.

Por lo pronto, dejó el navío uno de los más Francos.

Veremos.

* El autor es psicoanalista, escritor y asesor de imagen, comunicación y relaciones institucionales de empresas, partidos políticos y gobiernos. Asimismo, realiza en forma frecuente artículos de opinión y es columnista invitado de programas televisivos.

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