Marketing político: noviembre es ahora

Lo que se vio en las PASO se repetirá, como un “deja vu” en noviembre. El electorado ha cambiado en estos dos años, y ha cambiado mucho.

Ya arrancó la campaña para las elecciones del 14 de noviembre.
Ya arrancó la campaña para las elecciones del 14 de noviembre.

El costo político es el ganador en la derrota del Frente de Todos (FdeT). Con un presidente sumiso, desautorizado y atacado por sus pares. Con Cristina Fernández, acorralándolo. Lo que el kirchnerismo y La Cámpora dicen y hacen contra Alberto Fernández es agresión psicológica. ¿Tanto dominio tiene de sí mismo como para no estallar? ¿Qué hay detrás del acuerdo con Cristina para ser un obediente cansino? La vicepresidenta le pide a Alberto que honre el puesto que ella le dio. Por fin, la concentración de poder de quién manda se manifiesta nítidamente. Significa que él deja de ser él para ser ella.

Noviembre es ahora. Al costo político lo delata la comunicación, ese enemigo interno de las acciones de gobierno y los políticos. Los cambios en el gabinete son más de lo mismo. El FdeT seguirá con un relato que ya fue; un pensamiento único que rechaza el debate. Con este nuevo rumbo sumarán más costo político y continuarán los conflictos y la situación económica no mejorará. Si el gobierno fracasa en ganar en noviembre, la culpa será de Cristina.

Marshall McLuhan, filósofo y teórico canadiense destacado por sus estudios sobre la comunicación y los medios, teorizó, en 1967, que “el medio es el mensaje”. Significa que un medio se introduce en cualquier mensaje que transmita, creando una relación simbiótica en la que el medio influye en cómo se percibe el mensaje. Una persona también es un medio de comunicación y se convierte en mensaje, como si le saliera por los poros. Por lo tanto, los representantes de un gobierno -y los oponentes- son medios que difunden incontables mensajes a través de hechos, palabras y maneras de comportarse en su accionar diario. A través de la observación del lenguaje no verbal, que se manifiesta en expresiones del cuerpo, los gestos, posturas y, naturalmente, los tonos de voz, se ven los mensajes de las personas. El lenguaje corporal está muy vinculado con las emociones. La foto del momento en que Alberto acepta la derrota, en solitario, es una imagen dramática que dice mucho. Al costado, Cristina en silencio, con la cabeza gacha mirando el piso, sin mostrar el rostro, contenida, seguramente enojada. En ese momento el presidente anuncia que desde “ahora” se corregirán los errores. ¿Desde ahora y por qué no desde antes? Nuevamente una expresión fallida que desactiva la confianza y activa la incredulidad.

elecciones paso 2021 bunker de todos foto prensa de todos
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En este gobierno -y en el anterior también- los asesores políticos, en imagen y comunicación, se preocuparon muy poco para evitar los errores que suman costo político y que, al final de la cuenta, terminan desbordados en imagen negativa y desaprobación. La mayoría de las veces la mala reputación y la desconfianza es imposible de neutralizar para revertir la curva hacia arriba. Se pensó -y se piensa- que la llegada de las vacunas, mejoras económicas, como detener la inflación y el desempleo, pueden descontar pérdidas, mejorar imagen y despejar obstáculos para ganar en noviembre. Pero el tiempo corre en contra, aceleradamente.

Prepárese la oposición porque se avecina un fuerte ataque frontal del FdeT, con mucho gasto en propaganda y dinero para comprar votos. La mejor defensa de la oposición sería ejecutar una estrategia indirecta: tener paciencia, no confrontar, no chicanear, presentar soluciones. Cambiemos tampoco tiene una estrategia ni planes para construir. ¿Qué piensa hacer si fuera nuevamente gobierno? ¿Improvisar? ¿Hacer un ajuste cruel? ¿Ir por la derecha en vez de adoptar el progresismo para lograr justicia social y mejor distribución de la riqueza? Podría ser el momento de convocar a un gran acuerdo político para debatir y consensuar, desde ya, principales temas que definan el proyecto de una Argentina mejor.

El desorden en estampida, las críticas, los reproches que se observaron en el gobierno nacional después de la derrota, con innumerables voces disonantes de fieles que demandan, demuestran la desesperación por sobrevivir, cargando el peso de la culpa en el presidente. Lo que se vio en las PASO se repetirá, como un “deja vu”, en noviembre. El electorado cambió. Los signos evidentes, como hechos irrefutables, significan rechazo. Una elección con resultados antes impensados, con muchos votos negados al FdeT en la clase media baja, entre los jubilados, jóvenes sin trabajo, pequeños comerciantes y personas en la pobreza que, aun recibieron planes sociales y otras ayudas económicas, confirmaron que el dinero no todo lo puede comprar.

Cuando no hay salida hay que pensar en la estrategia. Pero el presidente no cree en los planes. Por lo tanto, hubo ausencia de estrategia de gobierno. Esto implica falta de liderazgo, de audacia y de conducción, en todos los niveles ejecutivos. Cristina, para seguir en el poder, pensó en su estrategia: Alberto presidente y ella en el poder (copiada de Cámpora-Perón) pero con perfil bajo, como un director técnico amonestado, con la intención de no espantar votantes y a los mercados. Con el objetivo supremo de resolver problemas judiciales y continuar su proyecto de país a largo plazo. Pero una estrategia necesita adecuada ejecución, además de información inteligente continua que evalúe resultados y adelante lo que hará el opuesto. Y para desarrollar la estrategia se precisan “activistas de la estrategia”, aquellos que dirigen los movimientos para cumplir el plan hacia los objetivos. En esto no solo el presidente no estuvo a la altura de sus responsabilidades, sino que hubo funcionarios que no hicieron el trabajo correcto.

Además, ocurrieron acontecimientos que embarraron el terreno de juego, como el “bicho chino”, el desempleo y la inflación imparable, que se complementaron con la larga cuarentena y el retraso de las vacunas que podrían haber salvado muchas vidas.

El gobierno arrancó como el “gobierno de todos” y fue mentira. Se impuso la soberbia y el protagonismo del yo.

*El autor es experto en Análisis de Información y Estrategia

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