Los datos que todos esconden y una secreta competencia entre intendentes

Según las encuestas que todos cuentan pero nadie muestra, Cornejo mantiene la misma ventaja que logró en las PASO. El consuelo para Fernández Sagasti es no haber perdido intención de voto. Los jefes territoriales de Cambia Mendoza compiten entre sí para posicionarse internamente.

Ilustración: Gabriel Fernández.
Ilustración: Gabriel Fernández.

Dos días antes de iniciar su licencia por una cirugía cardíaca, Rodolfo Suárez se reunió con un intendente del Gran Mendoza y entre otros temas hablaban de la última encuesta propia. El Gobernador leía en voz alta los datos guardados en su computadora y entonces su ansioso interlocutor amagó con pararse para dar la vuelta al escritorio y ver él directamente los gráficos. Inmediatamente la tapa de la notebook se cerró y recibió una respuesta tranquilizadora y a la vez cortante: “Vos estás bien”.

Los resultados de las encuestas que habitualmente hace la consultora Reale-Dalla Torre para el oficialismo se han transformado en un secreto de Estado. Los manejan íntegramente sólo dos personas: Suárez y Alfredo Cornejo, el principal candidato de Cambia Mendoza. Y ellos administran esa información a cuentagotas. Los curiosos que preguntan se encuentran con una respuesta imprecisa, pero suficiente para confirmarles el triunfo oficialista: “El peronismo está igual, nosotros mejoramos dos puntos”.

En números concretos, eso equivaldría a un 45/25. En el escrutinio definitivo, restando los votos en blanco y nulos, esos porcentajes suben y así el oficialismo arañaría el 50% y el Frente de Todos, el 28%.

Los terceros están también algo más arriba que en las PASO, pero lo suficientemente lejos como para no quedarse con ninguna banca nacional ni provincial. Así, desde mayo del año que viene, la Legislatura tendrá sólo dos colores, con una abrumadora mayoría de Cambia Mendoza.

Los datos de Reale-Dalla Torre coinciden con los de Sociolítica, una consultora que mide para el radicalismo provincial y también, en el impreciso lenguaje de las encuestas contadas pero nunca mostradas tan en uso ahora, arroja un 45/25 para el oficialismo y el PJ. Tercero aparece claro el Partido Verde, con 9% una vez proyectado el 12% de indecisos.

Ante tanto histeriqueo oficialista con los datos, la cúpula del peronismo decidió plegarse a la tendencia. Y por eso no comparte el relevamiento que hizo Elbio Rodríguez, el fin de semana pasado, en el Gran Mendoza.

“Nos da más o menos el mismo escenario que el resultado de las primarias. Suben ellos dos puntos y nosotros también. Los terceros están palo a palo”, contó una de las personas que tuvo acceso al estudio.

Pero, al parecer, no fueron tan celosos con la difusión interna de la información y una filtración permitió acceder a los resultados: da 36,5% para Cambia Mendoza, 21% para el Frente de Todos, 6,3% el Partido Verde y 6% el FIT. Las otras dos vertientes justicialistas que compiten, Compromiso Federal y Partido Federal, apenas superan el 1%.

La proyección del 25,6% de indecisos, como indica “el manual”, es decir distribuyéndolos proporcionalmente, llevaría esos porcentajes a 45,8% para Cornejo, 26,4% para Anabel Fernández Sagasti, 7,9% para los verdes y 7,5% para la izquierda. Ese escenario dejaría al PJ otra vez muy cerca de su temido piso de 25%.

Pero ahora el “reparto” de los indecisos se hace considerando distintas variables, como imagen de los candidatos y evaluación de las gestiones, en este caso nacional y provincial, por lo que es más compleja la proyección.

Las coincidencias de las tres encuestas dejan en claro que aquella foto de las PASO se ha mantenido inalterable. El ánimo social, la grieta y cierto desencanto con los terceros por las últimas experiencias fallidas han llevado a que nada cambie en un mes y medio.

Las campañas conservadoras y previsibles de los frentes tal vez sean otra causa de la foto sin modificaciones, aunque también puede que sean una consecuencia de aquellos factores mencionados: es como si ninguno quisiera molestar ni arriesgarse a que se enoje uno solo de sus votantes.

Así, no se dio el “efecto contagio” a favor del ganador que, como soñó en voz alta Suárez luego del triunfo de setiembre, le hubiera permitido quedarse con cuatro bancas de diputados nacionales.

Tampoco hubo una estampida que perjudicara al “gran derrotado”. El PJ parece haber logrado su objetivo de contener el voto propio reforzando su presencia en territorios leales y dando por perdida la seducción de la esquiva clase media mendocina.

El aluvión de apoyos que esperaban los terceros no se vislumbra y a priori ninguno crecerá, como en las legislativas de 2013 y 2017, al punto de quedarse con una banca de diputado nacional o en la Legislatura.

La batalla interna

La semana que pasó Fernández Sagasti ni siquiera pudo capitalizar el éxito que tuvo en el Congreso, cuando se aprobaron tres leyes suyas, una de gran impacto nacional como la de etiquetado de los alimentos (compartida con Julio Cobos), y las otras dos de gran impacto provincial porque benefician a los viñateros.

Concentrada en captar a los peronistas “enojados” con la gestión nacional, por lo que indican las encuestas la senadora nacional va camino a repetir el resultado de las tres legislativas anteriores.

En 2009, 2013 y 2017, el PJ con su distintas denominaciones perdió por 20 puntos ante la UCR y sus diferentes aliados. El enojo con los herederos de Perón no es nuevo y nada han hecho al parecer para cambiar la percepción de los mendocinos.

Esa mala racha del justicialismo se percibe particularmente en el Gran Mendoza. El “voto urbano”. Alguna vez lo tuvo, pero empezó a perderlo sobre todo a partir de 2015.

El mapa de los resultados de las PASO expone con irrefutable crueldad ese retroceso: 16,9% en Capital, 20,2% en Godoy Cruz, 21,43% en Luján, 22,48% en Guaymallén y 25% en Las Heras, que supo ser la capital provincial del peronismo.

Salvo en Capital, el PJ gobernó en todos los otros municipios en algún momento desde el regreso de la democracia. Fueron tres períodos consecutivos en Godoy Cruz, cuatro alternados en Luján, seis alternados en Guaymallén y siete consecutivos en Las Heras.

Sólo escapa a ese promedio de descenso Maipú, donde obtuvo 29,7% que igual lo dejó lejos de la victoria. El problema allí es que es el único donde gobierna el peronismo desde 1983.

Sin una amenaza externa por la baja performance opositora, los intendentes de Cambia Mendoza entonces empiezan a mirar a sus costados para encontrar una competencia que los estimule. Un gran triunfo siempre ayuda a posicionarse mirando a 2023.

Esa puja interna tiene más sentido aun si considera que al menos tres de los cinco intendentes en cuestión tienen la ambición de ser el próximo candidato a gobernador.

Ulpiano Suárez, de Capital, ostenta el récord de la elección: 57,7%. Se quedaría con cinco de los seis concejales en juego y aspira a llegar al 60%. Tadeo García Zalazar, de Godoy Cruz, también lograría cinco concejales de repetirse el 54,2% de las PASO. Ambos, aunque no lo dicen abiertamente, piensan en 2023.

Un escalón abajo aparecen Marcelino Iglesias, de Guaymallén, con 50,4%, y Daniel Orozco, de Las Heras, con 45,1%. Al primero lo ha lanzado Cornejo al ruedo de la sucesión, aunque él no quiere saber nada. El segundo hace rato ya dejó ver sus cartas.

Completa el escenario Sebastián Bragagnolo, de Luján, el único del Pro entre tantos radicales, que reunió el 53,8% y también puede quedarse con cinco de seis concejales. Su victoria en este caso no serviría tanto para sus aspiraciones personales como para la de un tercero, sea Omar de Marchi o alguien más que decida apoyar.

Esos “pobres triunfos pasajeros”, como dice el tango, pueden no servir de nada. A todos, sin importar el color, los pone en alerta lo que pueda ocurrir después del 14 de noviembre si se ratifica la derrota nacional del Frente de Todos. La primera preocupación es una crisis política que haga implosionar la economía.

Hace algunos días, uno de los intendentes más nuevos preguntó a un veterano de la política, que ya era funcionario en los aciagos días de 1989/90, cómo era eso de administrar con hiperinflación. La respuesta que escuchó lo dejó más asustado que la peor derrota.

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