Las Artes: sus cultores

Arte es toda manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, linguísticos o sonoros.

Imagen ilustrativa / Archivo
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A veces, la mente humana aísla en compartimentos separados algunos conceptos y piensa que ellos no se relacionan entre sí. Así sucede con el concepto ‘arte’, acerca del cual existen en el ideario popular diferentes creencias. Hay quienes asocian el arte a indisciplina y bohemia; otros, afortunadamente la mayoría, lo vinculamos a la creación de belleza. Si rastreamos la historia de la palabra, su etimología nos remite al latín “ars”: el filólogo Segura Munguía nos dice que este vocablo podía ser “talento, habilidad, disposición para hacer algo; dotes, aptitud, destreza”, pero también “oficio, profesión, ciencia, técnica”. Esta riqueza semántica se evidencia todavía hoy en el diccionario académico: en primer lugar, ‘arte’ es la “capacidad o habilidad para hacer algo”, como en Ese profesional tiene el arte de llamar a cada cosa por su nombre. Se liga, entonces, a la acepción que equipara ‘arte’ a “maña o astucia”: Solamente Elsa con su arte puede lograr hacerlo hablar. Pero ‘arte’ es también “toda manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado, con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”; lo interesante es la acepción que considera el ‘arte’ como un “conjunto de preceptos y reglas necesarios para hacer algo”. Debemos observar, entonces, la ineludible relación entre disciplina y obra plasmada, ya en la música, en la plástica o a través del movimiento.

¿Por qué, en esta columna en que tomo y doy la palabra, medito acerca del valor del arte? Lo he hecho antes, en este mismo espacio, en “Ojos claros, serenos” y en “Como los pájaros perdidos”. Aspiro a mostrar cómo instituciones paradigmáticas y, dentro de ellas, cultores de las diferentes artes, supieron y saben hacerlas llegar a los jóvenes y a la comunidad toda, con dedicación y disciplina.

En fecha reciente y ante la inminente realización de un Congreso Pedagógico para estudiar cambios en la ley de educación vigente en Mendoza, estuvo en boca de muchos el concepto de “escuelas artísticas vocacionales”. Como vieja docente mendocina, solamente quiero rendir homenaje a la tarea que estos establecimientos cumplen: lo haré a partir de la evocación de la figura del fundador de una de esas escuelas, el Profesor Ricardo Perotti, de cuya desaparición física se cumple el segundo aniversario.

Transcurrían los años ochenta; el país y la provincia empezaban a transitar los caminos de regreso a la democracia. La vida corría lenta, pero con un derrotero indiscutible de progreso: se hacía necesario encauzar las inquietudes culturales de tantos niños y jóvenes a los que no les bastaban las nociones de música, danza o plástica que recibían en la escuela común. Había, por entonces, organismos corales de excelencia y algunas escuelas de arte diseminadas en todo el territorio provincial. También, desde 1933, existía la Escuela de Bellas Artes que había formado a tantos artistas de relevancia en la provincia, el país y el mundo. Por su parte, la Universidad Nacional de Cuyo poseía una Facultad de Artes, con un Departamento de Música, fragua de talentos desde la niñez hasta su egreso y posterior inserción en el universo musical. Pero… no era suficiente: innumerables vocaciones no quedaban contenidas en el sistema, tanto en el área instrumental como en la plástica y en la danza.

Entonces, un joven dinámico, Ricardo Rómulo Perotti, por esos años reciente egresado de la mencionada Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Cuyo, eleva a las autoridades educacionales provinciales un proyecto de escuela artística con especialidad en instrumentos y orquesta infantil. Después de franquear unos cuantos escalones burocráticos, el anhelo se concreta: se abren las puertas de la Escuela Artística N° 5-008 “Wolfgang Amadeo Mozart”, que empezaría a funcionar a partir del día 15 de noviembre de 1982, en la que todavía en la actualidad constituye la sede del establecimiento, en San Luis y Salta de nuestra ciudad.

Con tesón y entusiasmo, con su permanente sonrisa y su dinamismo, con su voz sonora, con humildad y gesto amable, el Profesor Perotti se lanza a la búsqueda: ¡una escuela estatal, con orientación artística, para enseñar y difundir la actividad musical! Una utopía se hacía realidad: una vez adquirida la competencia instrumental necesaria, se aspiraba a integrar a los estudiantes a la tarea orquestal, con lo cual aprendían a insertarse en la vida comunitaria a través del arte y a dar lo mejor de sí mismos en beneficio de todos.

La Escuela crece rápidamente: desfilan por ella excelentes docentes de educación musical que preparan a los cientos de alumnos inscriptos en sus aulas y, pronto, la tarea trasciende las paredes escolares para proyectarse a toda la provincia de Mendoza y fuera de ella. Múltiples conciertos didácticos, cursos para docentes, grabación de casetes con un repertorio formado por obras folclóricas nacionales, latinoamericanas y del acervo cultural universal. Las actividades se diversifican: lo musical se une al taller de artes plásticas y a las clases de danzas folclóricas. Además, las familias completas se involucran en la tarea, con valioso apoyo en todo sentido.

Los que habían comenzado cursando estudios en su escuela primaria deseaban permanecer en la Escuela Artística y, de ese modo, la Orquesta, inicialmente infantil, pronto se transformó en Infanto-Juvenil. Pero, además, al concluir el ciclo lectivo común, esos niños y jóvenes deseaban seguir realizando sus tareas artísticas: surgió así la escuela artística de verano, para encauzar sus preferencias por áreas no convencionales en las actividades estivales.

Treinta y ocho años han transcurrido desde la creación de aquella inicial Escuela Artística, que hoy continúa impartiendo y difundiendo arte, en sus diferentes manifestaciones, en el mismo local que le diera cobijo allá por 1982. La semilla inicial fructificó. Su director, sembrador incansable, fundador de esa Escuela y de varios coros, grupos y ensambles musicales, no está físicamente, pero la impronta original que lo llevara por aquellos añosa imaginar una prolífica vida posterior hace que su espíritu sobrevuele sus aulas y que acompañe incansablemente a los que transitan por esos espacios; aquel sueño de visionario, proyectado a lo largo del tiempo, transforma su nombre en un emblema de las escuelas artísticas.

En aquel momento, pocos eran los establecimientos de esta naturaleza: hoy, en cambio, veintinueve cubren todo el ámbito provincial; hacemos auspicios, en merecido homenaje al Profesor Ricardo Perotti, para que ellas se sigan multiplicando y continúen llevando el mensaje imperecedero del arte a cada rincón mendocino.

*La autora es Profesora Consulta de la UNCuyo.

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