La estafa, en su esencia, es un crimen económico. Pero cuando se dirige a aquellos que han invertido sus ahorros y sus anhelos más profundos en la concreción de un evento trascendental o unas vacaciones largamente esperadas, el delito adquiere una dimensión moral mucho más grave.
Los responsables de estos engaños se convierten en verdaderos “ladrones de sueños”, inescrupulosos que se valen de la confianza ajena, se burlan de los anhelos de quienes los contratan y huyen con el dinero recaudado, dejando a sus clientes sin fiestas, sin viajes y sumidos en una profunda frustración.
¿Qué lleva a alguien a despojar a otros de sus celebraciones más importantes, como una cena de egresados, que corona el esfuerzo de toda una familia, o un cumpleaños de 15, que encierra las ilusiones de una niña? Se trata de una codicia que ignora la indefensión de las víctimas, personas que apuestan a estos personajes para realizar el evento de sus vidas o los viajes que soñaron por largo tiempo y por lo que ahorraron fortunas. Es imposible cuantificar, aún con una escala penal, la frustración y la pena de quienes invirtieron dinero e ilusiones.
Dos casos recientes han resonado fuertemente en Mendoza este año, con dos acusados que, de ser hallados culpables, ilustrarán esta modalidad delictiva: el sanjuanino Mauricio Morales y el agente de viajes Pedro Guillén.
Morales, dueño de "Ok Catering, Eventos & Egresados MDZ”, fue imputado por estafa genérica tras ser denunciado por incumplir contratos de fiestas de egresados y otros eventos. Ofrecía catering, música y fotografía para egresados, casamientos y cumpleaños de 15. Del total de las denuncias, seis involucran fiestas de egresados, por lo que los afectados son alrededor de 600, entre estudiantes, familiares y docentes.
Según las denuncias y la acusación fiscal, las consecuencias del accionar de Morales variaron desde el incumplimiento total, como el caso de una familia que entregó 10 millones de pesos por un cumpleaños de 15 que nunca se realizó, hasta la prestación deficiente, como la entrega de cinco kilos de carne para 250 personas y sólo dos paquetes de gaseosas para una multitud.
La angustia también se hizo tangible cuando los padres de unas gemelas que iban a festejar sus 15 años llegaron al salón y descubrieron un panorama desolador: no había ni mesas, ni mozos, ni cocinas encendidas, según denunciaron después.
Similar drama vivieron los 29 alumnos de la escuela rural 4-215 Buenos Vecinos de Colonia Segovia, cuyo caso destapó el escándalo. Habían contratado un combo de lujo a través de Facebook, que incluía banquete y túnel de neón. Tras pagar entre $69.000 y $82.000 por entrada, el día de la fiesta se encontraron con un servicio que distaba del lujo prometido, con apenas cinco kilos de carne cruda y 20 masitas dulces para 250 invitados, de acuerdo a lo que denunciaron.
Pero la codicia de los "ladrones de sueños" no se limita a los eventos. El agente de viajes Pedro Guillén, dueño de la agencia “Guillén Entrerprise”, que estaba registrada de manera legal, es acusado por 80 mendocinos de estafas por más de $240 millones. Estos clientes se quedaron sin poder disfrutar de sus vacaciones en el exterior, que iban desde las islas del Caribe hasta otros destinos turísticos. Las cifras reclamadas ascienden a 175.560 dólares y $24.361.604 pesos.
Estos casos, si los acusados son hallados culpables, reflejan un problema endémico en la provincia, respaldado por datos oficiales. Desde el Ministerio Público Fiscal de Mendoza se informó que en 2023 se denunciaron 15.885 estafas, tipificadas en los artículos 172, 173 y 174 del Código Penal. Lo más alarmante es que las denuncias aumentaron en 2024, con un total de 21.063 casos de fraudes reportados. Y sólo de enero a junio de este año, ya se contabilizan 9.585 denuncias por estafas.
La clave de la operación de los "ladrones de sueños" es la confianza de los estafados. De buena fe, las víctimas pagaron por disfrutar de unas merecidas vacaciones en una playa paradisíaca o celebrar en familia un logro académico. Hicieron uso de un principio básico de la vida en sociedad: creer en el servicio que se contrata. Y pagaron fortunas por esa esperanza.
El capital emocional y el tiempo perdido en el ahorro de esos fondos son daños que no tienen reposición. Los sueños quedaron incumplidos y el único presente que resta a las víctimas es el tedio de las denuncias penales.
La traición a la buena fe es un daño que excede el monto del fraude y deja una cicatriz emocional en quienes invirtieron sus ilusiones en un momento que debía ser inolvidable.
* El autor es periodista. [email protected]