Como si una mano invisible de la democracia liberal hubiera ido trazando el trayecto, el proceso electoral en Bolivia desembocó en el centro, luego de pasar por dos estaciones en las que descargó sucesivamente las dos posiciones con sobrepeso ideológico, quedando en condiciones de emprender una marcha liviana de dogmas y visiones sectarias.
En su Teoría de los Sentimientos Morales, Adam Smith recurrió a la metáfora de “la mano invisible” para explicar cómo en un mercado libre los individuos, persiguiendo sus propios objetivos y defendiendo sus propios intereses, van guiando inadvertidamente la economía hacia el bienestar general. Recurrió a la misma analogía para desarrollar la potencialidad del mercado en su obra clásica: La Riqueza de las Naciones.
Hay ocasiones en que la metáfora smithiana es trasladable a la política. En las urnas de Bolivia puede percibirse el trazado ideal de la democracia liberal, cuando una sociedad padeció sucesivamente las consecuencias del sectarismo ideológico de izquierdas y derechas.
Muchas veces, las sociedades quedan atrapadas en el movimiento pendular entre dos polos ideológicos extremos. Ocurre cuando esos polos extremos descubren su mutua funcionalidad y actúan de modo tal que se favorecen entre sí mediante la eliminación del espacio que va desde la centroderecha hasta la centroizquierda.
Por eso vale resaltar cuando el péndulo es detenido por una “mano invisible” (la voluntad mayoritaria) en el centro del arco político.
En la primera estación se libró de la pesada carga de populismo de izquierda que imperó durante dos décadas. Y en la segunda estación, la mano invisible de la democracia liberal escribió “NO” al ultra-conservadurismo en auge y “SÍ” a un candidato centrista.
El espacio que va desde la centroderecha hasta la centroizquierda, pasando por el centro-centro, es la tierra firme en la que se para sin tambalear el Estado de Derecho. Más allá del centro, sea a la izquierda o a la derecha, la democracia liberal entra en zona de riesgo.
En la primera vuelta, la mano invisible le dio un tincazo que dejó afuera a la izquierda que imperaba desde hace dos décadas. Los gobiernos del MAS con Evo Morales en la presidencia y Luis Arce en el Ministerio de Economía, y finalmente con Luis Arce como presidente y Evo Morales en una oposición furiosa desde el izquierdismo, acabaron de una manera patética. La izquierda se dividió y la mayoría de sus votos acompañaron a su joven promesa, Andrónico Rodríguez, dejando al MAS al borde de perder la personería jurídica con apenas unas décimas por encima del tres por ciento.
Astuto, Evo Morales, invalidado de competir por los límites que fijan la Constitución y la ley electoral, apostó al siempre alto porcentaje de votos en blanco y anulados. Su 21 por ciento lo dejó mejor posicionado que los dos candidatos de izquierda. Pero esa vereda populista se derrumbó y deberá rehacerse desde sus escombros.
En la segunda vuelta quedaba otro choque entre cultura liberal y cultura autoritaria: el centrismo liberal y un derechismo conservador que, esta vez, llegó con sobrecarga ideológica: un programa económico de corte libertario.
En la historia de los contendientes hay duelos inconclusos. Jorge “Tuto” Quiroga fue el vicepresidente del general Hugo Bánzer, quien en 1970 había derrocado a Juan José Torres y liderado una dictadura que envió al exilio al líder del MIR, Jaime Paz Zamora. Su hijo, Rodrigo Paz, nació en España durante ese exilio. Se dedicó a la política, siguiendo los pasos de su padre, que fue presidente, y de su tío abuelo, Víctor Paz Estenssoro, quien ocupó la presidencia en cuatro oportunidades desde el nacionalismo de izquierda. Pero a diferencia de Paz Zamora y de Paz Estenssoro, ambos de centroizquierda, Rodrigo Paz estuvo siempre en el “centro centro”.
Como candidato centrista ganó la alcaldía de Tarija. A la banca en el Senado la ganó desde la centroderechista Comunidad Ciudadana, y a la presidencia acaba de conquistarla como candidato del Partido Demócrata Cristiano. La otra gran novedad que dejó el proceso electoral boliviano, ya que las democracias cristianas, que fueron muy fuertes en Europa, Latinoamérica y Filipinas en el siglo 20, están extinguidas desde que comenzó el siglo en marcha.
A Rodrigo Paz le toca una tarea muy difícil. Estabilizar la economía, bajar la inflación, lograr el reabastecimiento de combustibles y otros desafíos generados por la debacle económica que comenzó en el último gobierno de Evo Morales, continuó durante el entremés de facto de Jeanine Áñez y terminó de desmoronarse con Luis Arce.
No se puede descartar que, en la presidencia, la dura realidad que encontrará lo empuje desde el centro hacia algunos de los polos. Pero lo que votó la mayoría en Bolivia, tanto en la primera vuelta como en el ballotage, fue una opción centrista. Primero sacó del juego al populismo de izquierda y después le dijo “No” al duro conservadurismo que se identifica con Trump, con Bolsonaro y con Milei.
Posiblemente no tienen nada personal contra el correcto Rodrigo Paz, pero seguramente, debido a que derrotó a Quiroga, el trumpismo y sus seguidores sudamericanos no festejaron ese resultado.
* El autor es politólogo y periodista.