Cuando el economista austríaco Joseph A. Schumpeter anunció la “destrucción creativa” en 1942, no imaginó que con el tiempo y los recientes premios Nobel a tres economistas, la idea sería renovada para explicar la importancia de la innovación en una era de cambios acelerados e incertidumbre. Para Schumpeter, “el capitalismo estable es una ficción: sin emprendedores, el sistema no podría funcionar.” Como consecuencia de este pensamiento, la creatividad y la imaginación son las dos grandes fortalezas distintivas que separan al humano de la Inteligencia Artificial.
La “destrucción creativa” es la sustitución de lo antiguo por lo nuevo, resultado de innovaciones que los consumidores adoptan, abandonando hábitos, productos y marcas, por aquello novedoso. Lo analógico cede ante lo digital; modelos y ofertas obsoletas desaparecen con rapidez por la entrada de tecnologías disruptivas. Es una forma de competencia con propósitos evolutivos: la adaptación al cambio sustituye lo que ya no encaja, y este proceso afecta no solo a productos, sino también ideas y creencias. No es una amenaza abstracta sino una realidad que obliga a elegir: transformarse para crecer o quedarse como está. La receta no es mágica, es práctica: cultivar una ambición respaldada por datos, diseñar modelos de negocios diferenciadores, construir acciones operativas que conviertan la estrategia en resultados. Quienes avancen en esa dirección no solo resistirán la competencia global, sino que podrán liderar la innovación en sus mercados. Para superar adversidades es tener la estrategia adecuada y ejecutarla para impulsar la competencia y reemplazar productos obsoletos en mercados pasivos como el argentino. Porque el mercado se tiene que analizar de otra manera de acuerdo con las nuevas generaciones de clientes y cambios producidos por el continuo movimiento y el efecto de las redes y la IA. Clasificar a los consumidores de acuerdo con datos socioeconómicos y demográficos, pasó a último lugar. Ahora el mercado es un océano lleno de emociones, sentimientos y deseos que provocan una manera muy complicada de interpretación, donde las técnicas combinadas originadas en la antropología, psicología y lingüística, como la semiótica, proveen un conocimiento más cercano y profundo del cliente.
Sabemos que Argentina no es un país innovador en la práctica. Se habla mucho de la palabra, pero no siempre hay evidencia concreta, como registros de patentes o casos de innovación sistemática y disruptiva aceptada por el mercado, salvo algunas pocas excepciones. Predomina la réplica o copia sobre la creación. Esto, sumado a instituciones débiles, a una educación deficiente, y a crisis políticas y económicas recurrentes, sitúan al país en una posición débil frente a la intensa rivalidad global.
La mayoría de los sectores industriales de Argentina -y Mendoza en particular- están a la defensiva y reactiva repitiendo prácticas poco efectivas en lugar de transformarse. Esa mentalidad conservadora limita la competitividad y empuja hacia abajo el crecimiento económico. Un diagnóstico sobre algunas empresas mendocinas que compiten en mercados importantes revela rezago en técnicas de gestión modernas; hay un atraso evidente en digitalización y automatización de procesos y uso de IA. En una encuesta realizada por Heráclito recientemente, entre 100 PYMES mendocinas, más del 75% no tenía una visión estratégica del entorno competitivo, ni una hoja de ruta clara para generar valor. Peor aún: muchas siguen aplicando técnicas de marketing del siglo pasado y son incapaces de producir información inteligente, es decir accionable, mediante técnicas avanzadas de investigación del cliente y los competidores (no las típicas encuestas y los focus groups) que permitirían innovar y diseñar ofertas claramente diferenciadas en la mente del consumidor, con vinculación con sus deseos y sentimientos profundos sobre lo que cree que quiere, o no sabe que lo quiere pero tiene un interés latente.
Sin embargo, ni siquiera la mejor estrategia garantizará por arte de magia un buen desempeño. Para ello, las empresas necesitan un modelo operativo eficaz, diseñado específicamente para lograr resultados. Hoy se reconoce la transformación como la decisión valiente necesaria para llevar a cabo una ambiciosa visión del entorno competitivo. Las empresas buscan transformarse para reestructurar su negocio, incursionar en áreas de mejores oportunidades, lograr un crecimiento audaz, posibilitar cambios en el modelo operativo, desarrollar nuevas capacidades competitivas y evolucionar su cultura organizacional para diferenciarse de la competencia.
¿Qué es la transformación? Es un proceso que comienza con una decisión audaz que impulsa decisiones estratégicas, capaces de cambiar radicalmente la forma en que opera una organización para lograr mejoras significativas en su desempeño. Una propuesta integral, que contemple la transformación orientada al cambio cultural, al crecimiento, a la I&D, que presente una oferta que permita diferenciarse claramente de los rivales en el juego por una tajada del mercado. Más de lo mismo no permite avanzar. Se impone un cambio de mentalidad del empresario: abandonar la defensa reactiva y abrazar la imaginación y la creatividad en todos los niveles. Esto implica cuestionar rutinas, invertir en capacidades analíticas, formar talento; aceptar que fallar es parte del aprendizaje. En mercados erráticos como el argentino, pensar estratégicamente —con perspectiva local y global— es la salida cuando las soluciones tácticas y los recursos se agotan o son escasos. Siempre digo que cuando no hay salida hay que pensar en la estrategia.
* El autor es especialista en estrategia y desarrollo de negocios - heraclito.com