Todos sabemos el valor de “comprar” en el vocabulario diario: significa “obtener algo por un precio”. Este significado proviene del latín “comparare”, verbo que indicaba “cotejar” y, por lo tanto, “adquirir”. Aparte de este valor básico, existe una connotación negativa cuando lo que quiere indicarse es el hecho de sobornar a una persona: “Compraron la voluntad de los jueces mediante magníficos regalos”.
En nuestro país y a nivel coloquial, se conoce una acepción diferente para “comprar”, que se relaciona con caerse o golpearse contra algo, con cierta violencia, sin daño o con daño leve: “Al entrar precipitadamente, se compró la puerta”. Por otro lado y también coloquialmente, se usa “comprar” como sinónimo de “conquistar”: “Su sonrisa y su simpatía me compraron”. Con ese valor, se suele usar “comprador”, con valor adjetivo, como equivalente de “seductor”; también, “que se gana con facilidad el cariño, la aprobación y la simpatía de los demás, generalmente por ser agradable o gracioso”: “Esa actitud compradora engaña a cualquiera”.
Una expresión ya casi obsoleta es “estar de compra”, con valor coloquial; referida a una mujer, indicaba su embarazo: “Mi esposa está de compra, el niño nacerá en agosto”.
Existe un vocablo que sirve para nombrar el desorden de los compradores compulsivos, que experimentan un deseo exagerado de adquirir cosas, más allá de sus reales necesidades. Este vocablo, que no figura en el diccionario académico, es “oniomanía” y se lo define como una adicción a las compras. En la relación inversa, se ubica “vender”, con diferentes acepciones: la primera es “traspasar a alguien, por un precio convenido, una propiedad”: “Acaban de vender a unos extranjeros la antigua casona solariega”. Más allá de lo material, se usa “vender” para indicar aquella acción por la que se sacrifica algo que no tiene valor material”: “Para obtener información, es capaz de vender su honra”.
En sentido análogo y referido a una persona, se dice que “se vende” cuando falta a la fe, confianza o amistad que debe a otra: “Contaba con su apoyo, pero se vendió a mi rival”. Sentido negativo posee también la acepción por la que “vender” es “hacer aparecer o presentar algo o a alguien de una manera hábil y persuasiva”: “Con su verborragia, sabe vender su imagen”.
Acepciones negativas son las que explican “vender” como “hacer algo que tiene valor moral pero no económico, a cambio de dinero” y “delatar o traicionar a alguien a cambio de dinero u otro beneficio”: “Hubo un soplón que, para cobrar la recompensa, vendió información a la policía”.
Connotación negativa posee el vocablo “vendehúmos”, que se define coloquialmente como la “persona que ostenta o simula valimiento o privanza con un poderoso, para vender su favor a los pretendientes”: “Fui estafada por un vendehúmos”.
Se usa, además, “vender” para referirse a una persona, una idea, una conducta y, especialmente, un producto comercial, cuando consigue gran éxito de ventas o alcanza gran aceptación social: “Ese tipo de novela vende mucho”. “Creo que es el candidato que más vende”. Cuando una persona dice o hace algo que, sin querer e inadvertidamente, revela lo que quiere tener oculto, se usa “vender”: “Su prisa para hablar y sus gestos lo vendieron cuando pretendía pasar como inocente”. También se usa este verbo cuando una persona se ofrece a todo riesgo y costa en favor de alguien, incluso exponiendo su libertad: “Su actitud de adhesión incondicional a esa línea política lo vendía aunque ponía en riesgo a su familia”.
De la unión de los dos términos, “compra” y “venta”, surge “compraventa”, cuyo significado designa el hecho de negociar, precisamente, comprando y vendiendo especialmente cosas usadas: “En esa esquina, se ha instalado una compraventa de gran aceptación en el vecindario”
Ironía encierra la expresión “¿A mí, que las vendo?”, de tipo coloquial. Se utiliza para advertir que alguien está prevenido en contra del engaño porque tiene práctica en la materia de que se trata: “¿Pretendés que crea semejante patraña sobre esa producción, a mí que la vendo?”. El Diccionario de americanismos nos incluye la locución “vender como pan caliente”, usada en varios países, como Argentina, Chile y Uruguay, con el significado de “comercializarlo con gran rapidez”. En Chile, nos indica este diccionario, se usa “vender el sofá de don Otto”, con lo que se intenta decir que alguien quiere evitar un mal eliminando todo, menos las causas que lo provocan. También, se usa “vender la pomada” como equivalente a “engañar o intentar atraer a alguien a un negocio o actividad atractivos pero engañosos y que no suelen reportar beneficios”. En Bolivia, “vender su charque” es una locución verbal que significa “persuadir a alguien con un argumento”; en nuestro país y en Uruguay, “vender un buzón/un tranvía” es “engañar a alguien, especialmente mediante un fraude”. En otros países, como Nicaragua o República Dominicana, se dice “venderse como carne de vaca” o “venderse con bulla algo” porque se vende con gran rapidez por tener mucha demanda. Finalmente, “a vender almanaques”, tanto en Bolivia como en nuestro país, señalan que se manda a alguien al diablo, a paseo. Y “venderle el alma al diablo” es “hacer algo que va en contra de los propios principios para obtener un beneficio, especialmente uno económico: “Para alcanzar ese propósito, es capaz de venderle su alma al diablo”.
Muy triste y degradante es que a alguien se lo califique de “vendido” porque, coloquialmente, nombra a la persona que pasa a estar en otro bando o grupo opuesto al que pertenecía: “Es un vendido pues, de la noche a la mañana, traicionó a sus amigos y se alió con los rivales”.
Encontramos en el Refranero multilingüe, del Centro Virtual Cervantes, la paremia “Compra lo que no has menester y venderás lo que no podrías excusar”, cuyas ideas centrales son el ahorro y la precaución. Estas palabras recriminan los gastos superfluos y aconsejan limitarse a comprar lo que se necesita realmente.
*La autora es Profesora Consulta de la UNCuyo.