La banalización de las palabras

La larga decadencia argentina que ya en muchos aspectos es degradación, hace reflexionar sobre ¡cuántos anuncios de refundaciones y otras tantas frustraciones!

Imagen ilustrativa / Archivo.
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El que esto escribe, desde su ya lejana juventud, se interesó por el uso y distorsión de las palabras y los conceptos. Una torre de Babel, que era del lenguaje, extendida a los significados. Un ejemplo clásico era la apropiación de la palabra democracia por los regímenes totalitarios del pacto de Varsovia autocalificados como “democracias populares”. Por el otro lado el totalitarismo franquista se definía como “democracia orgánica”, luego que el derrumbe del nazismo y el fascismo desacreditó las acepciones contrarias al régimen democrático.

Hay palabras y frases -y no solo las escritas o voceadas por las dirigencias políticas- interesantes. Por ejemplo, se recuerda con asiduidad, el diálogo en el film el Gatopardo, entre el Príncipe y su sobrino garibaldino, que, le dice “Hay que cambiar todo para que todo quede igual”, Gatopardismo se convirtió en una definición política. Hay en ese mismo film otra muy interesante, pero, menos recordada, en boca del príncipe a un político del Norte de Italia, “Algún día Sicilia puede cambiar, pero será para peor”.

La larga decadencia argentina que ya en muchos aspectos es degradación, hace reflexionar sobre esa aseveración. ¡Cuántos anuncios de refundaciones y otras tantas frustraciones!

En el film El Padrino I, merece atención, la respuesta de Michael Corleone ante la protestas de inocencia de su cuñado, en el asesinato del hermano de Michael: “Si algo me irrita es que ofendan mi inteligencia”.

Constantemente se nos ofende la inteligencia por parte de la autollamada clase política y en esta nota, daremos algunos ejemplos de este tiempo donde la distorsión se inicia con la alteración institucional de que el presidente sea menos que el vicepresidente de la Nación. Esto ya no es la confusión del sentido y significado de las palabras sino de todo el sistema establecido en la Constitución Nacional.

En la Argentina en todos los gobiernos anteriores a 1983, salvo escasas excepciones, hubo presos políticos, es decir presos por sus opiniones, por sus ideas, pero ahora se califica desde sectores del poder como presos políticos a los funcionarios corruptos que la justicia mandó a la cárcel por sus delitos.

El gobierno ha bajado las jubilaciones, luego de prometer, que iba a aumentarlas con los fondos ahorrados al terminar con las lelig. Pero las bajó este año al suspender la fórmula que las preservaba de la inflación y ahora promueve una fórmula que las bajará aún más el año próximo, pero, afirma con desfachatez que esta fórmula es mejor para los jubilados Es indudable que el sistema jubilatorio está en terapia intensiva, entre otras razones por los disparates del primer gobierno kirchnerista cuando Fernández era jefe de gabinete y Massa jefe de Anses , jubilando a tres millones de personas sin aportes, muchas de ellas, de recursos altos. Se podrían admitir sacrificios en los aumentos en aras de la sustentabilidad pero la mentira, ofendiendo nuestra inteligencia, ofende.

Otra afirmación del presidente Fernández diciendo que nadie tiene hambre en la Argentina es otro agravio a muestra inteligencia o decir que refundó el sistema de salud por el logro burocrático de cambiar la nominación del ministerio.

Otra falacia la vemos con la apropiación de la causa noble y sagrada de los derechos humanos. No hubo ninguna manifestación de los organismos estatales ni organizaciones de derechos humanos ante las 30 muertes de víctimas de las prepotencias de los regímenes feudales del Norte y de San Luis, que, aprovecharon la pandemia para incrementar, aún más su autoritarismo.

Y el silencio y la complicidad con el régimen de Venezuela, confirman, que, los únicos derechos que les interesaba, era, el de los guerrilleros que peleaban por instalar un régimen totalitario en el país.

La negación de la deuda externa, dejada al gobierno anterior por Cristina Kirchner, es otro hecho que ofende la inteligencia, como el ocultamiento del enorme crecimiento de la misma en estos doce meses del gobierno de los Fernández. Casi veinte mil millones de dólares

Estos son unos pocos ejemplos de la banalización de las palabras y los conceptos. Podemos agregar las vaguedades de la ministra de Seguridad Frederic ante la ola de asesinatos, eludiendo el rol del Estado como garante de la seguridad ciudadana.

Sobre derechos humanos vale la pena recordar una frase de Graciela Fernández Mejide, que, tal vez, sea una de las más claras y precisas definiciones sobre los mismos: “Los derechos humanos son para nuestros enemigos”.

Dentro de esta confusión hay que hacerle un reconocimiento a la vicepresidente Cristina Fernández: ha sido sincera con su ataque a la Corte y a la separación de poderes, es decir al sistema establecido en la Constitución. Ha dejado bien claro que no está en las filas de la democracia y pretende establecer un régimen dictatorial. La vicepresidente ha cuestionado el consenso logrado después de 1983, sobre todo cuando los elementos más reaccionarios del justicialismo fueron desplazados por la renovación peronista.

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