Pero sea por una causa o por la otra o por las tres, lo que es difícil de discutir -tanto para los que están a favor como para los que están en contra de Milei- es que ese hombre sigue expresando, con todo lo bueno y lo malo que trae consigo (valoraciones que son muy subjetivas, porque para algunos lo bueno es malo y viceversa) la representatividad más coincidente con el sentir popular mayoritario actual. La imagen que logró imponer de sí mismo es la del hombre común que se infiltra en los tugurios del mal, los de esa casta (no sólo el kirchnerismo) que hace décadas viene destrozando al país. Ese hombre que está luchando denodadamente para acabar con todos los personajes de la casta (aunque no se sepa por qué o con quien los va a reemplazar, eso hoy a la sociedad le importa poco y nada, no es un problema que se plantee, quiere acabar con lo viejo más que construir lo nuevo), aunque a veces deba negociar con ellos, comprarlos, cooptarlos, humillarlos, rebajarlos, no importa. Sigue siendo Milei el salvador, el vengador, el redentor en la conciencia colectiva mayoritaria de la sociedad.
Por lo tanto, en estas elecciones la gente no votó por lo que vio de Milei en los últimos meses, que fueron sus peores, sino que promedió lo que vio en Milei en los dos años de su presidencia. Y, aunque no haya sido con un diez felicitado, lo aprobó con muy buenas notas. Y sigue considerando que es lo único que hay, lo único que se le parece, la única oportunidad. A Milei el pasado 26 le plebiscitaron los dos años de gestión y salió airoso. Sacó solo el 40%, es cierto, pero los que no votaron al peronismo ni a él, lo hubieran votado casi todos en una imaginaria eventual segunda vuelta. O sea que él no redujo su popularidad en estos dos años. Milei es el dirigente que mejor sigue expresando a la sociedad argentina, porque hoy su personalidad coincide con el sentimiento hacia la política de la mayoría de los argentinos. Es el auténtico representante de los argentinos que han perdido la fe en prácticamente todos sus representantes. Puede que muchos lo voten por miedo al regreso del pasado, pero eso no obsta para que haya demostrado en estas elecciones que es lo más parecido a lo que hoy los argentinos quieren que los conduzca.
Sin embargo, coincida en mayor o menor medida con que las causas de su triunfo electoral fueron las que estamos planteando, el presidente Milei ha decidido (no sabemos si por convicción o por oportunidad) que hay una razón superior que explica su victoria, a la que ubica por encima de todas las otras: la participación en la elección de su hermana Karina. En consecuencia, como ocurre con todos los liderazgos personalistas, la consagración de ese nuevo mito comenzó el 27 de octubre. Javier dio la orden de largada, y sus huestes ya se están ocupando de los trámites para la canonización de la hermana presidencial. Y otra vez Mendoza, como en tantas otras cosas (claro que casi siempre más enjundiosas y valiosas que ésta) se puso en la avanzada al pulular por doquier los santificadores de la sacra hermana. Una pelea para ver quién suma más loas y veneraciones al genio karinista, sabiendo que hoy por hoy es la mejor forma de acumular poder propio.
Antes de las elecciones, Javier Milei también fue uno de los muchísimos que dudaron de si la estrategia karinista de construirle un partido por todo el país para él solo, compuesto mayoritariamente -como no podría ser de otro modo- con ignotos, arribistas y saltimbanquis cooptados de otros partidos, era susceptible de ser una estrategia exitosa. Hasta planificó, frente a la eventualidad de que todos los gobernadores ganaran el 26/10 en sus provincias como antes lo hicieron Valdés en Corrientes y Kicillof en Buenos Aires, que Santiago Caputo le armara un nuevo gabinete que, por un lado, negociara con los supuestos triunfantes locales, pero que a la vez protegiera a su hermana de las posibles críticas. Sin embargo, ahora que derrotó a casi todos los mandatarios provinciales (aunque haya sido por causas mucho más trascendentes que la mera creación de una estructura partidaria), no solo bendice el genio de su hermana, sino que lo agranda hasta el infinito porque, según seguramente debe pensar, él no la vio tan bien como ella.
Además, eso confirma la historia de su vida: toda vez que Milei estuvo perdido sin saber qué hacer, tanto en lo personal como en lo profesional o en lo político, la que supo que es lo que había que hacer, fue ella. Lo del 26 de octubre es la confirmación más grande para el presidente de que Karina es su iluminación, su verdad y el sentido fundamental de su existencia. Es una creencia algo mística, pero también basada en su experiencia de vida y en la convicción de que, ante la crisis de toda la política y los políticos tradicionales, él como la expresión más representativa del sentir presente de los argentinos y ella con su lucidez para entender la misión de él en la Argentina y ¿por qué no? también en la humanidad entera, conforman una dupla inigualable, milagrosa. Nunca antes vista. Superior a la de Cristina y Néstor, y hasta quizá superior a la de Perón y Evita. Aunque todavía el pueblo no lo entienda así. Pero ahora irá por ello.
Que eso sea verdad o no, es poco importante. Porque es lo que cree Milei, creyó siempre pero ahora cree mucho más porque en estos meses de malaria y de confusión hasta se permitió haber dudado de la efectividad de lo que ella le estaba proponiendo. Pero el 26 ella le demostró que tenía razón. Sea o no sea esa la verdad histórica, ya lo dijo el gran cineasta John Ford: si la leyenda se opone a la verdad, imprime la leyenda.
El plan que Karina tiene en mente, que es casi su único fin en la vida, fue y seguirá siendo el de demostrarle a todos los mortales que su hermano es el hombre más grande que hay, porque solo de ese modo ella piensa que él podrá superar los agravios que en su vida debió sufrir. Y ella ama a su hermano más que a ella misma, como él ama a ella más que a sí mismo. Parece una telenovela, pero ese es hoy por hoy el móvil principal que está organizando la política argentina, la cual, al estar enteramente vaciada y desprestigiada, la sociedad se la ha “prestado” a Milei otorgándole, a través del voto popular, un poder extraordinario. Milei, claro, acepta su destino, pero nunca estará del todo satisfecho hasta que pueda compartir ese privilegio que la sociedad le ha brindado, con Karina.
¿Y cuál fue el aporte esencial de Karina para que Javier la considere la gran ganadora? Haber creado y liderado un partido nacional en nombre del hermano, cuyos constructores fueron los Menem, quiénes con lógica enteramente peronista, supieron gestar una unidad básica libertaria en cada barrio, municipio, distrito y provincia del país, con lo que tuvieron a mano.
La estrategia consiste en marchar hacia un partido único de sello unipersonalista. Un solo partido para un solo hombre.
Su primera prueba fue la batalla por Capital donde doblegó a su supuesto principal aliado en su baluarte fundamental, cuando lo racional hubiera sido marchar juntos. Pero Karina quería demostrar que la esencia de su política es la cooptación, no la alianza. Bien peronista, no cejar hasta que no quede un solo ladrillo que no sea mileista. Lo hemos dicho muchas veces antes: así como apenas asumió la presidencia en 1946, Juan Perón creó el "Partido Único de la Revolución Nacional" (futuro Partido Peronista o Justicialista) obligando a todos sus aliados a afiliarse al mismo, so pena de condena eterna o expulsión del paraíso, hoy Karina está intentando repetir esa experiencia creando el "Partido Único de la Revolución Mileista", también única puerta de acceso al paraíso en el presente.
A partir de allí, envalentonada con la caída de El Álamo macrista, marchó a la guerra total. Logrando que, con pura lógica defensiva, todos sus futuros rivales cubrieran con alambrados sus territorios provinciales para evitar el aluvión libertario. Los que supieron "provincializar" la elección, como Corrientes o Buenos Aires, derrotaron duramente al ejército karinista. Pero, felizmente para los Milei, pese al intento de todos los gobernadores de provincializarla, la elección del 26 de octubre se "nacionalizó" enteramente porque la mayoría social decidió plebiscitar nuevamente a Javier Milei. No obstante haber sido Javier Milei en persona la razón casi única del gran triunfo, éste decidió ofrendarle la victoria a quizá la única persona que siempre, y también en estos últimos meses malísimos, nunca dudó ni de su hermano ni de su triunfo, ni de la forma en que había que encarar el combate.
Por lo tanto, según Javier, Karina, aparte de ser la autora de todos los milagros que le ocurrieron en su vida, acaba de hacerle ganar de modo espectacular unas elecciones dificilísimas. Lo hizo ganar la única persona en el mundo que quiere que la Argentina tenga un solo dueño, porque es el único que se lo merece: su hermano. Parece una cuestión algo esotérica, pero en el fondo no es más que el sueño de toda madre: querer regalarle el mundo entero a su hijo. Lo que ocurre es que con esa idea hoy se nos está gobernando. Y en menos que canta un gallo, todos los que hasta antes del 25 rendían pleitesía y obsecuencia plena a Javier, han trasladado esa misma genuflexión hacia Karina, porque saben que eso es lo que hoy Javier quiere.
Todas estas cuestiones pueden ser más psicológicas que de otro carácter, pero hoy son de una extraordinaria incidencia en la política argentina. Porque desde Macri a Trump, desde sus funcionarios más razonables hasta sus principales o probables aliados, le sugieren al presidente que busque la mayor cantidad de consensos posibles para llevar a cabo sus proyectos de gobierno. Milei dice que sí, y de verdad que lo está intentando juntándose con todos después de las elecciones, pero su personalidad, su temperamento e incluso su ideología descreen de las alianzas y los consensos. Él "odia" al kirchnerismo, al socialismo y a todo lo que percibe como variantes del comunismo, pero "desprecia" (que en su caso es peor que odiar) a aquellos con los que debería aliarse porque los considera ñoños formalistas, neutros, tibios. O sea que está forzado a hacer lo que va en contra de su naturaleza. Una naturaleza, por lo demás, poco susceptible de tender al autocontrol. Karina, en cambio, no desprecia ni odia a nadie, sólo venera a su hermano y si de odiar se trata solo lo hará contra quien ose herir en lo más mínimo a Javier. Pero, así como Javier descree de los consensos, Karina -mucho peor aún- sólo cree en un modo de hacer política, que no proviene de la política sino de su personalidad y de cómo esa personalidad está unida con su deseo de ayudar al hermano: que todos, absolutamente todos se le subordinen, que la Argentina sea enteramente de Javier. Y solo para eso armó un partido que busca la cooptación de todo quien acepte ser puesto acríticamente al servicio exclusivo del reinado absoluto de su hermano. Un partido que en mi opinión influyó poco y nada en la elección nacional, que Milei hubiera ganado igual o incluso mejor de haber multiplicado las alianzas posibles. Pero Javier cree que ganó por Karina, y si no lo cree del todo, sí piensa absolutamente que todos deben creer que ganó por Karina. Porque está frente a la oportunidad de su vida para hacer de Karina algo parecido a lo que él cree que Karina hizo de él.
En las milanesas del viernes después de las elecciones, los hermanos Milei le comunicaron a Macri, no con palabras, sino con gestos, símbolos y hechos que esa era la estrategia que ellos habían decidido y no la que él siempre les propuso. Por eso salió desilusionado. Al confirmar que ni Javier ni Karina, en el fondo, quieren el acuerdo con nadie sino la sumisión de todos.
En síntesis, Javier está inmensamente feliz de que quien es la principal constructora de su gloria, sea la única persona en el mundo a la cual él considera superior a sí mismo. Podrá Javier pensar que hay en la tierra gente más poderosa que él, como por ejemplo Donald Trump, pero superior humanamente a él, solo una y nada más que una, Karina.
Por lo tanto, Javier quiere que todo el mérito que sea posible le caiga a Karina, en una parte por razones de dependencia psicológica y de gratitud personal, pero en otro parte porque sabe que a él popularidad le sobra y a ella le falta. Y él quisiera que compartieran todo lo bueno, que ella fuera amada por el pueblo tanto o más que él, como sí lo lograron el general Perón y Néstor Kirchner con Evita y con Cristina. Pero es una tarea muy difícil. El carisma no es fácilmente trasmisible. No obstante, Milei, que siempre soñó con que eso pudiera llegar a ocurrir, ahora cree que puede estar más cerca que nunca de ser realidad. Que el gobierno de uno, que fue hasta ahora, puede llegar a ser el gobierno de dos, pero de dos que sean Uno.
* El autor es sociólogo y periodista. [email protected]