Ganancias y pérdidas

Otra locución es “saber perder” o “tener buen perder”, expresiones que se usan para señalar que debe mostrarse ecuánime el que ha tenido alguna pérdida en el juego o en algún trance aleatorio. En cambio “tener mal perder” indica, en las mismas circunstancias, que la persona se siente molesta.

Ganancias y pérdidas
Ganancias y pérdidas, dos formas muy utilizadas en el lenguaje.

¿Nos detenemos muchas veces a pensar en la multiplicidad de valores significativos de los términos habituales? Esa concentración de acepciones trae como consecuencia un ahorro de términos, dado que un solo vocablo concentra en sí muchas aplicaciones que resultan conocidas por el usuario y su entorno, pero que tornan dificultoso el aprendizaje al hablante no nativo.

Hoy tomaremos como eje de esta nota los verbos “ganar” y “perder”.

En cuanto a “ganar”, en sus étimos, según nos dice el diccionario académico, están las ideas de “desear con avidez, cosechar y mirar con ansia”. Entonces, esto se evidencia en la definición del término, que nos dice “adquirir caudal o aumentarlo con cualquier género de comercio, industria o trabajo”: “Ha ganado una fortuna a partir de la instalación de su negocio”. Esa noción de beneficio material se mantiene cuando se habla de “ganar” como equivalente a obtener un sueldo o jornal.

Siempre la connotación positiva de logro se advierte al usar “ganar” para referirse a obtener el triunfo en un juego, en una batalla, en un pleito: “Ganó una y otra vez en ese juego de azar”. Asimismo, “ganar” es conquistar un territorio, un fuerte, una plaza, una ciudad: “Esa ciudad fue ganada al enemigo”.

Si se deja de lado lo material, “ganar” es también captar la voluntad, el cariño, el afecto de alguien: “Supo ganar mi estima por su actitud tan cálida”.

Otra connotación positiva adquiere “ganar” si equivale a “lograr o adquirir algo”, tal como sucede con la honra, el favor, la gloria: “Esa línea de gobierno ganó prestigio por la honradez en su política”. Asimismo, “ganar” significa prosperar, mejorar”: “A partir del año pasado, Pedro ha ido ganando notablemente”.

Entre las locuciones acuñadas, encontramos “ganar alguien de comer”, como equivalente a “ganar/ganarse el pan”, esto es, “sustentarse con el producto de su trabajo”: “El precepto bíblico dice que el hombre ganará el pan con el sudor de su frente”.

Otra locución reza “llevar/tener alguien las de ganar”, aplicable al que dispone de medios sobrados para alcanzar un éxito: “Me parece que, para estas elecciones, ellos tienen las de ganar”.

En el extremo opuesto, podemos encontrar el verbo “perder”, con valores significativos siempre negativos: el primero de ellos, dicho de una persona, es “dejar de tener aquello que se poseía, por descuido, por contingencia o por desgracia”; lo vemos, por ejemplo, en “La terrible crisis económica provocó que su familia perdiera parte de sus posesiones”.

Otro valor es el de “desperdiciar, disipar o malgastar algo, material o inmaterial”: “Ha perdido la fortuna y, lamentablemente, también su valioso tiempo”.

También se puede “perder” en el ámbito del juego o en un litigio, en un pleito, en una batalla: “Perdió una y otra vez en el casino”. “Nos hicieron estudiar el nombre y fecha de aquellas derrotas en que nuestro país perdió frente a poderosos enemigos”.

Si nos referimos a un recipiente, “perder” puede indicar que su contenido va saliendo poco a poco: “No habíamos advertido que el tanque estaba semivacío porque, poco a poco, había ido perdiendo combustible”.

En el orden de los valores espirituales, este verbo puede indicar cómo decae un concepto o la estimación en que se estaba: “Sin querer, la institución había ido perdiendo prestigio”.

Si se aplica a una tela, se aplica “perder” para indicar que se ha desteñido o que ha bajado de color por el lavado: “Esa tela tan vistosa ha perdido brillo y ya no ostenta los bellos colores originales”.

“Perder” señala también, en relación con la salud, su desmejoramiento: “Tras dos semanas hospitalizado, Juan ha perdido mucho, en cuanto a su aspecto y a sus fuerzas físicas”.

En cuanto al camino o al rumbo que una persona lleva, se usa “perder” para indicar que se ha equivocado el rumbo, que no se halla la salida o que se ha errado la senda correcta: “De golpe, me encontré en un laberinto pues había perdido la noción de dónde estaba ubicada”.

Usado en forma pronominal, puede indicar varios sentidos: uno, que no se encuentra el modo de salir de una dificultad, como en “Me pierdo entre tantos problemas y no vislumbro una pronta solución”. El segundo sentido es que alguien se entrega a los vicios de manera ciega: “Se ha perdido en el alcohol y las drogas”. Un tercer valor se relaciona con que la persona no encuentra ilación en un discurso: “Al ver esa multitud, ya no pudo razonar y se perdió sin poder hilvanar adecuadamente los argumentos”. Asimismo, “perderse” es “no percibirse algo por el sentido que a ello concierne, especialmente el oído o la vista”: “Estaba mareada y me perdí porque se me nubló la visión”.

En el orden de los sentimientos, se usa “perderse” para señalar que se ama mucho o con pasión ciega algo o a alguien: “María se pierde por ese nuevo amor que ha aparecido en su vida”.

En cuanto a la honra, “perderse” equivale a quedar sin ella: “Actuó desvergonzadamente y se perdió sin importarle nada el descrédito”.

Existen expresiones acuñadas con “perder”, como la que dice “no se perderá”, usada para explicar que alguien es inteligente, que no se descuida en lo que es de utilidad y provecho. Otra locución es “saber perder” o “tener buen perder”, expresiones que se usan para señalar que debe mostrarse ecuánime el que ha tenido alguna pérdida en el juego o en algún trance aleatorio. Y, en cambio, “tener mal perder” indica, en las mismas circunstancias, que la persona se siente molesta.

Y si se desea reprochar a alguien su presencia o, al contrario, justificar su ausencia, se usa la expresión “no habérsele perdido nada”.

Rastreamos, como nos es habitual, el refranero y encontramos un juego de palabras para reflexionar: “A veces, perder es ganar y no encontrar lo que se busca, es encontrarse”.

*La autora es profesora Consulta de la UNCuyo

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