Enseñanza: la política es “sucia”; la educación, “inmaculada”

Denuncian el ingreso militante de la política y de la ideología en el aula, pero desconocen el propio sesgo político-ideológico implicado en la gestión de las políticas educativas.

En las escuelas se milita la “meritocracia”, en su raigambre ideológica “liberal”. Hay prácticas que responden a estos posicionamientos ideológicos que no se cuestionan porque están naturalizados y se reproducen, en muchos casos, acríticamente.
En las escuelas se milita la “meritocracia”, en su raigambre ideológica “liberal”. Hay prácticas que responden a estos posicionamientos ideológicos que no se cuestionan porque están naturalizados y se reproducen, en muchos casos, acríticamente.

Suelo usar las expresiones: milito la educación pública; milito a los institutos de Educación Superior; milito las modalidades del sistema educativo…

Esa militancia sustenta ideas, implica posicionamientos ideológicos. Además, se trata de una militancia política, porque se despliega en un espacio social que es un espacio de poder en el que hay diferentes posiciones en pugna.

En cualquier ámbito sucede esto y, como sociedad, consideramos que es saludable que las divergencias se resuelvan con las reglas del juego democrático, con el debate respetuoso de ideas y también con la búsqueda de adhesiones para encontrar caminos de representación mayoritaria y de acceso al gobierno de los destinos de una comunidad. Pero ¿cómo se hace esto -que expresado así parece muy adecuado y legítimo- cuando se presenta a la militancia, la ideología y la política como “sucias”, imposible de mezclarse con la “pureza” de la educación?

Una de las estrategias posibles es que estos temas ingresen a las aulas y, sobre todo, a los espacios de formación docente. Hasta aquí, pareciera que apoyo el planteo de la ministra Soledad Acuña: hay política (a la que se expresa a través de los partidos la consideran “mala”); hay ideología (la de izquierda es, según ella, a la que habría que denunciar); hay militancia que, cuanto menos, busca entrar en las aulas.

El problema, para mí, es que esto sea un problema que amerite una intervención ministerial y que un gobierno interprete esta situación como causa directa de los “malos resultados” en los aprendizajes de los/as estudiantes o indirecta, por la “sobreideologización” en la formación docente. El problema es la paradoja de que quienes denuncian el ingreso militante de la política y de la ideología en el aula, desconozcan el propio sesgo político-ideológico implicado en la gestión de las políticas educativas, de las instituciones escolares o de los procesos de enseñanza. Como dice Roberto Follari: “No hay ideología que penetre más que aquella que no se presenta como tal”.

Con relación al debate sobre si hay militancia y si se enseña con sesgo ideológico en las escuelas, tengo una hipótesis: hay militancia y sesgo ideológico, dominante e instituido en las escuelas, que provienen de la matriz fundacional de nuestro sistema educativo. Están más allá de las intenciones de los/as docentes o de esfuerzos individuales que la resisten.

En las escuelas se milita (casi de manera inconsciente) la “meritocracia”, en su raigambre ideológica “liberal”. Hay prácticas que responden a estos posicionamientos ideológicos que no se cuestionan porque están naturalizados y se reproducen, en muchos casos, acríticamente.

Pero no es precisamente éste el “adoctrinamiento” que preocupa a Acuña y a quienes denuncian esta situación, sin ninguna investigación seria sobre el tema (más allá del “me contaron”). En todo caso, un eje fundamental del debate que necesitamos darnos hoy, que se impulsa en la provincia un proceso de discusión en torno a una nueva Ley de Educación, debería ser acerca de cuáles son los rasgos de una ciudadanía democrática y crítica y cómo se forma a docentes y estudiantes para su ejercicio efectivo.

*El autor es Licenciado en Sociología.

Edición y producción: Miguel Títiro.

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