El teorema de Michael Corleone

Cristina, sin ignorar lo que hizo, se ve inocente porque al nivel del hombre común tomar dineros ajenos es un delito pero al nivel de los seres excepcionales no. El lawfare provee impunidad al ubicar a la política más allá de la justicia, al considerarla inimputable. El lawfare es un indulto para los más poderosos.

El law fare indulta a los poderosos, está hecho para ellos, pero no se mete con la gente común, a la que se le aplica el reglamento.
El law fare indulta a los poderosos, está hecho para ellos, pero no se mete con la gente común, a la que se le aplica el reglamento.

Toda mi vida he intentado subir en la escala social, quería llegar al lugar en el que todo sería legal y honrado, pero cuanto más alto subo, más podrido está el ambiente ¿Dónde demonios acaba todo?”

Michael Corleone en “El Padrino III”

Michael Corleone se dio cuenta, al postular su teorema, de que toda la vida había vivido equivocado creyendo que la mugre provenía de abajo y se iba diluyendo a medida que se subía en la escala social. Pero cuando intentó ascender descubrió que es al revés, que la suciedad proviene de arriba y se derrama hacia abajo. Por eso cuando Michael quiso comprar honorabilidad, se metió en un territorio aún más infernal que el suyo y la tragedia le hizo pagar su osadía mucho más caro de lo que imaginó.

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Las dos leyes que hoy se discuten en la Argentina no son malas de por sí. Una moratoria es casi inmoral en tiempos normales pero casi inevitable en tiempos excepcionales como los que vivimos. Una reforma judicial es necesaria para que llegue la justicia a la gente en tiempo y forma. Y si la hace alguien como Gustavo Beliz que vio por dentro los vicios del poder con Menem y con Kirchner y salió eyectado por ambos sin cuestionamientos éticos, sino acusando él, debe tratarse de una buena ley.

Por eso acá no están en discusión esas leyes sino su uso por la única que hoy hace política en el país. Esa dama que un día inesperado dejó de lado su inmenso sectarismo, pensó por un momento más en su sobrevivencia que en su omnipotencia (aunque disfrace, para la gilada, su necesidad de sobrevivencia con su actuación de omnipotencia) y ganó una elección clave que dejo KO al resto de la clase política, la cual aún no se repone. La oficialista siendo toda obsecuente y servil con ella y la opositora sin saber cómo oponerse eficazmente. Solo tiene enfrente a una incipiente opinión pública más o menos movilizada en redes y calles, proveniente de quienes no la votaron, que sostiene banderas institucionales y anticorrupción pero que corre el riesgo de apagarse si nadie recoge sus reclamos.

Cristina está un paso más adelante que los demás políticos. Beliz quiere ser reformista social en un gobierno peronista, pero ya probó antes lo mismo dos veces y le fue horrible. Alberto quiere la reforma de Beliz pero bajo la filosofía política del lawfare a fin de garantizarle lo que le prometió a Cristina: la impunidad. Los militantes K quieren usar la reforma para dar vuelta las condenas del kirchnerismo y pasárselas al macrismo. Pero Cristina sabe que esas cosas son apenas amagues para la batalla final: la de la autoamnistía dirigencial. Que llegará cuando todos se igualen frente a la justicia, y por ende, cuando todos sean culpables, no quedará más remedio que fijar una tregua y ser declarados todos, no digamos inocentes, sino “no culpables” por imposibilidad de demostración o paradójicamente, por exceso de demostración. Ya que si son todos culpables, nadie lo es. Que el problema no está en los acusados sino en las acusaciones.

Cristina sabe que nunca podrá librarse de sus culpas, a las que conoce bien porque las cometió. También sabe que no podrá transferírselas al macrismo sin caer también ella en la volteada. Entonces se propone cerrar el capítulo para todos. Aunque no sea tan fácil de entender, ella, sin ignorar su culpabilidad, se considera inocente por la aplicación del teorema de Michael Corleone. Porque al nivel del hombre común, tomar dineros ajenos es un delito, pero al nivel de los seres excepcionales, no. En el Olimpo palaciego y político, el delito no es delito sino misión, proyecto. Lo que se hace, incluso el enriquecimiento propio, se hace por los demás. Son los privilegios de pertenecer.

Lo mismo pasa con los empresarios del poder del cual el caso paradigmático es Cristóbal López, Sus defensores dicen que al fin y al cabo todos los grandes empresarios no pagan a término sus impuestos. Lo que no dicen los que quieren defenderlo inculpando a todos los empresarios por igual, es que una cosa es la mora impositiva y otra quedarse con plata ajena que se está obligado a retener y transferir automática e inmediatamente. Y más si ese desfalco se hace por 5 años y por miles de millones.

Pero acá entramos en el verdadero significado del lawfare, esa farsesca teoría que dice que en política cuando se mete la justicia lo único que hay son persecuciones políticas a políticos, disfrazadas de jurídicas. Por lo tanto de lo que se trata es que no se persiga judicialmente a ninguno. Que haya un pacto implícito de impunidad para todos y todas. De los de un lado y del otro de la grieta. El lawfare provee impunidad al ubicar la política más allá de la justicia, inimputable.

Cristina, entonces, no espera dar vuelta la tortilla a su favor sino que ya nadie persiga a nadie más. Que el delito sea punible solo por abajo, al nivel del mafioso común, donde ocurre la trama de El Padrino. Pero que más arriba ya nadie sea susceptible de ser acusado de ningún delito, porque en el Palacio todo lo jurídico es político y entonces nadie puede ser juzgado por nada de lo que hace a ese nivel. Pero los que sí serán castigados son los jueces que se metieron con los políticos. Cristina ya fue juzgada y absuelta por la historia y por el pueblo, como dijo cuando hizo su alegato de defensa en tribunales.

Ella se muestra para la tribuna como sedienta de venganza. Pero es todo actuación porque sabe muy bien todo lo que hizo junto a su marido. Y con la cabeza fría busca la forma de salir del lío. Ni culpable ni inocente. Ella no piensa en esos términos. Su lógica cree que lo que hizo está dentro de lo que le corresponde a los seres que hacen cosas excepcionales.

En síntesis, con el law fare no hay delito común en las alturas del poder. Por eso allí no se debe meter la justicia (y para ello se necesita una justicia al servicio del poder). El castigo por el delito común le puede llegar a los ladrones de medio pelo como José López y sus maletas que es la altura máxima hasta la cual Cristina admite que hubo criminalidad. Pero no más allá. De Vido está en el borde, no se lo defiende pero ya lo suyo linda con la política. Lázaro Báez es innombrable, pero discretamente se lo apoya. Boudou es lawfare puro porque no robó, sólo expropió por orden de la corona. Es un héroe civil. Y aún más Cristóbal Lopez que luego de muchas peripecias, está por licuar su deuda porque con ella le sirvió al poder político. Más arriba ya hay solo persecución de inocentes, o cuando menos no culpables, desde Zannini a Cristina. El law fare indulta a los poderosos, está hecho para ellos, pero no se mete con la gente común, a la que se le aplica el reglamento. Es lo que Michael Corleone comenzó a entender cuando pronunció su teorema.

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