El resquebrajamiento moral

Quiero creer que los pobres, que han crecido penosamente, no sólo en las estadísticas sino en la realidad, no quieren la limosna de “la Platita” sino trabajo y educación.

Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Argentina es un barco sin timón conducido por una clase gobernante que no tiene límites para enfrentar y burlarse de la ciudadanía.

Todos los días las noticias nos sumergen en un caos de imágenes y relatos de corrupción, crímenes, impunidad que causan a la gente en un estado de incertidumbre y miedo. Los jóvenes se van con la ilusión de encontrar trabajo en un país que les ofrezca un porvenir más seguro, algunos adultos pensando en valores ciudadanos que ya no tienen su correlato en estos escenarios. Especialmente, los jubilados a quienes les han robado el producto de su trabajo y les mienten, excepto la Vicepresidenta, que en un país devastado reclama sueldos y retroactividades millonarias, que bien servirían, no para sus locas aspiraciones, sino para dotar de alimentos a comedores, en los cuales niños y adultos van a merendar, incluso aquellos que sienten que con la pérdida de sus trabajos, han perdido también su dignidad.

Quiero creer que los pobres, que han crecido penosamente, no sólo en las estadísticas sino en la realidad, no quieren la limosna de “la Platita” sino trabajo y educación.

No es necesario insistir en la vulnerabilidad económica y social en la que vivimos los argentinos, excepto aquellos en que la justicia “legítima” ha liberado y gozan de los privilegios de riquezas que sustrajeron impunemente a la ciudanía.

Sin embargo, la democracia muy herida, sigue funcionando, como un náufrago aferrado a la esperanza, y tendremos la oportunidad de demostrar con el voto el 14 de noviembre, que no somos más un pueblo abatido por las circunstancias y que no escuchamos los cantos de las sirenas políticas. Somos una mayoría que defiende valores de libertad, de trabajo, de educación.

Argentina merece un destino mejor que el de Venezuela, Cuba o Nicaragua. Argentina merece vivir en paz, con respeto a las instituciones, con justicia y una clase política honesta capaz de salvarnos del naufragio.

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