Discurso fundacional en el siglo XXI

Por primera vez contamos con un Presidente y un equipo que tiene a su cargo la dificilísima tarea de “construir una nueva y gloriosa Nación”.

Discurso del presidente Javier Milei ante la Asamblea Legislativa en el Congreso. Foto: Federico Lopez Claro
Discurso del presidente Javier Milei ante la Asamblea Legislativa en el Congreso. Foto: Federico Lopez Claro

Durante mi ya larga vida amé a la Argentina de San Martín. Caminé por el mundo paseando o trabajando o enseñando, conocí países maravillosos y otros no tanto, pero siempre retorné, rechacé vivir en New York por ejemplo porque anhelaba volver a mis raíces, a mi historia, a mi familia que es mi orgullo y al lugar donde quiero estar cuando el Señor me llame a su Casa. Pero padecí a todos los gobiernos de turno desde Juan Domingo Perón hasta el de los corruptos Alberto y Cristina el 10 de diciembre de 2023. Creía que no tendría la dicha de salir de los populismos, de la izquierda disfrazada o expuesta, de todos quienes transformaron esta maravillosa patria en una máquina de destrozar vidas y voluntades, futuro y esperanzas. Desde diciembre último asumió otro Presidente a quién voté y comenzó a hacer realidad todo lo que prometió en campaña.

Al principio parecía que gobernaba en una suerte de continuación de la campaña electoral. Durísimo con lo que denominó “la casta”, a muchos de cuyos componentes denostó y descalificó con palabras muy fuertes y descalificaciones. Dentro de esta casta se encuentran muchos que ven al Presidente como un peligro real, que puede y está empecinado en acabarlos y terminar con todos sus privilegios y delitos. Y no cometiendo el error de Mauricio Macri descartó el gradualismo y optó por una política de shock, de sorpresa, adelantándose a los hechos que sus detractores no creían ni creen que pueda ejecutar.

Mientras tanto sus declarados enemigos comenzaron a profetizar su derrota y algunos, más que menos, su abandono del gobierno o su caída. Uno de ellos, el marido de Tolosa Paz, kirchnerista furiosa, me sorprendió con su afirmación de que el Presidente tiene un parecido con Semana Santa porque “cae en marzo o abril”. Dicho esto a los dos meses del comienzo del gobierno. Así entonces llegó el 1 de marzo y muchos se preguntaron qué tono tendría su discurso de apertura de las Sesiones Ordinarias del Congreso Nacional. Fuerte, con diatribas, con gritos y descalificaciones, pero nunca suave y tranquilo. El populista senador por Formosa José Mayans se adelantó a reclamar que había que practicarle al Presidente una pericia siquiátrica que con certeza arrojaría disturbios sicológicos que habilitaría la iniciación de un juicio político destituyente. ¡Qué deseo furioso de dañar al Presidente y al país, que ignominia kirchnerista ante la perspectiva de estar ante un ciclo terminado para este espacio delictivo de muchos de sus integrantes!

¡Y oh sorpresa, lo que el populismo y la izquierda no esperaba! Un discurso descriptivo de la más cruel y cruda realidad, imposible de desmentir, imposible de atacar! Con las propuestas más fuertes de presente y futuro, que van a transformar al país. En tono severo pero respetuoso, dando pocos nombres de impresentables, los “jinetes del fracaso”, los innumerables “curros”, la corrupción enquistada en el poder y los delitos que todos conocíamos de su existencia y otros menos, que no, hasta se sorprendieron.

En el capítulo del discurso sobre el DNU 70/2023 y el proyecto de ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos destacó quiénes están a favor y quiénes en contra de la transformación del país, señalando a los gobernadores y diputados que comprometidos con su aprobación, traicionaron su palabra y obligaron a retirar el proyecto. Afirmó que su objetivo inquebrantable de reconstruir Argentina y cumplir con el mandato del 56% que lo votó, no será desviado por este obstáculo que solo retrasa la conversión del país en potencia mundial como lo fuimos a fines del Siglo XIX.

Y aquí deseo hacer una profunda reflexión. El discurso del 1 de marzo es fundacional en el Siglo XXI. Luego de los pésimos y desesperanzados gobiernos que mencioné al principio de este trabajo, que han perdurado por cien años, por primera vez contamos con un Presidente y un equipo que tiene a su cargo la dificilísima tarea de “construir una nueva y gloriosa Nación”. No tenemos certeza de futuro porque somos humanos. Tampoco de que no se cometerán errores, que seguramente los habrá, repito, porque somos humanos. Pero estamos con y junto al Presidente en una etapa inédita, nunca vista, al menos yo no la vi. Los proyectos, todos, son y serán de necesidad y urgencia. Necesario es aquello de lo que no se puede prescindir, que es imprescindible. Urgente es lo que no se puede postergar, que es impostergable. En diciembre de 2023 estuvimos al borde de la hiperinflación, del 7.000% o 15.000% según cómo se mida. La colaboración de todos y en especial de las mayorías de diputados y senadores es “necesaria y urgente”. Estos no deben, aunque pueden, ser puristas e intolerantes ante los eventuales errores e imperfecciones. En diálogos fluidos con el Ejecutivo deben tratar de corregirlos, nunca de rechazarlos para ganar qué, el aplauso político de la gente? No lo obtendrán, porque esa misma gente que lo votó o no, tiene necesidades y urgencias que no pueden ni deben esperar: comer, salir de la pobreza y de la indigencia, de la inseguridad, obtener jubilaciones dignas, terminar con el Estado fofo e ineficiente, asegurar los justos castigos a los que corrompen y son corrompidos, obtener trabajos legales, comercializar con el mundo, modernizar el régimen laboral, cambiar el sindical, lograr inversiones de calidad y cantidad y tantas otras necesidades que todos conocemos y muchos tenemos.

Los políticos saben del desprestigio en el que lamentablemente han caído. Seguir en el sistema populista no solo no les permitirá recuperar prestigio sino incrementarán el desprestigio.

¡Estamos en la mayor emergencia nacional y personal de nuestra historia. Necesitamos de actitudes extraordinarias y hasta heroicas! ¡Entonces hagámoslas!

*El autor es doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales

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