China: ¿inquisición contra la homosexualidad?

En la China actual ya no se condena a muerte a las personas por ser gay, pero se las obliga a una existencia en la marginalidad y el ocultamiento.

China busca que imágenes como esta, que es la Marcha del Orgullo Gay 2018 en Hong Kong, no vuelvan a repetirse en el país.
China busca que imágenes como esta, que es la Marcha del Orgullo Gay 2018 en Hong Kong, no vuelvan a repetirse en el país.

El problema no es del Partido Comunista Chino (PCCh), que en definitiva continúa una política homofóbica que Mao Tse-tung había llevado a extremos criminales. El problema es de quienes caracterizan a Rusia y a China como países gobernados por fuerzas progresistas, cuando una materia decisiva para calificar dentro del progresismo es la aceptación de la diversidad sexual, algo que resisten los liderazgos de ambos países.

Vladimir Putin dejó plasmada su homofobia en la Constitución que impulsó, ampliando la gravitación de la conservadora iglesia ortodoxa rusa y mediante un artículo que prohíbe el matrimonio igualitario argumentando que sólo puede haber vínculo marital entre un hombre y una mujer. Por su parte, el gobierno chino acaba de dictar normas para la televisión y otros medios de comunicación audiovisual que promueven el modelo de masculinidad heterosexual y prohíbe exhibir “hombres afeminados” en la conducción de programas y otros roles protagónicos.

La ofensiva contra la diversidad sexual en China se ha intensificado en los últimos años. En el 2020 empezaron las presiones para clausurar el “Shanghái Pride”, la única manifestación importante de orgullo gay en el gigante asiático. Y este año trascendió que la Universidad de Shanghái exige a sus facultades y a otras universidades que elaboren “listas” de estudiantes LGTBQ+, reclamando que al nombre de cada estudiante señalado en la lista lo acompañe un informe sobre “sus condiciones psicológicas, posiciones políticas y contactos sociales”.

La tolerancia a la diversidad sexual nunca fue un activo de los regímenes marxistas. El propio Marx negaba la diversidad sexual como un rasgo de la naturaleza humana y Engels, su gran colaborador intelectual, mostró su homofobia en el capítulo sobre la antigua Grecia del libro “El Origen de la Familia”.

Pero Marx y Engels eran pensadores del siglo XIX, cuando todas las ideologías eran homofóbicas. Las culturas imperantes en el mundo lo eran. Más grave es que los regímenes marxistas leninistas del siglo XX hayan atacado de manera sistemática y cruel a la homosexualidad.

En la Unión Soviética se encerraba a los homosexuales en hospitales psiquiátricos. Es conocida la homofobia del régimen castrista en Cuba, que llegó a imponer a las familias que los padres debían declarar al Estado si tenían un hijo o hija homosexual. Fidel había tomado de Marx la convicción de que se trata de una “degeneración que produce el capitalismo” y que desaparecería con el socialismo.

Mao Tse-tung fue mucho más allá en la criminalidad de la homofobia. A los homosexuales los hacía fusilar por considerarlos “una perversión que pervierte a la sociedad” y que “propagan enfermedades”.

En tiempos de Mao, el PCCh impuso la política de “Los Tres No”: No desaprobación; No aprobación; No promoción. El último “No” implica prohibir a los homosexuales exhibir en los rasgos, vestimenta y modales su homosexualidad. O sea, condenaba a las personas gay a ocultar su naturaleza sexual.

La homofobia del comunismo chino se atenuó a partir de las reformas de Deng Xiaoping. La tolerancia hacia la diversidad sexual se mantuvo bajo las presidencias de Jiang Zemin y Hu Jintao, pero en los últimos años habría comenzado una involución bajo el liderazgo de Xi Jiping.

En la década del ‘60 Mao había llamado “revolución cultural” a lo que, en realidad, fue una brutal cacería de brujas, una inquisición ideológica para erradicar cualquier “desviacionismo” e imponer como pensamiento único al del líder supremo.

Verdaderas revoluciones culturales fueron los grandes avances logrados por el feminismo y el reconocimiento de la diversidad sexual como rasgo de la naturaleza humana. Ese reconocimiento derivó en conquistas de derechos inalienables. En China la homosexualidad había logrado superar la condena al silencio y la clandestinidad.

El Shanghái Pride era una prueba de tenue flexibilización de la homofobia. También mostraban tolerancia hacia la diversidad sexual los medios de comunicación audiovisual y el sistema educativo. Pero estas medidas evidenciadas en distintos ámbitos, podrían ser parte de un proceso orquestado desde las cumbres del poder: el Partido Comunista y su líder todopoderoso Xi Jinping. Una prueba más de que el régimen imperante en China, aunque exitoso en el desarrollo y modernización de la economía merced a la incorporación del capitalismo, sigue teniendo oscuridades reaccionarias donde laten sus instintos autoritarios.

El trayecto que llevó a República Popular China desde la criminalidad inquisidora del maoísmo a la suavización de la homofobia con la apertura y las reformas, ahora podría estar iniciando una etapa de regresión.

El Partido Comunista Chino ya no ejecuta a los homosexuales en el paredón de fusilamiento, pero involuciona en dirección al periodo de transición que comenzó tras el breve y demencial fanatismo del “grupo de los cuatro”.

Ya no se condena a muerte a las personas por ser gay, pero se las obliga a una existencia en la marginalidad y el ocultamiento.

*El autor es politólogo y periodista

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