Este proceso electoral puede implicar un zigzagueo abrupto. En la primera vuelta puede ganar Jeannette Jara, lo que implicaría la primera victoria electoral de un miembro del Partido Comunista, pero habría ballotage y de esas urnas podría salir un presidente ultraderechista.
Jeannette Jara haría un gobierno de centroizquierda, porque la coalición que la postula no expresa al marxismo ni al trotskismo ni al populismo duro de izquierda, sino más bien una línea socialdemócrata como la del gobierno que encabeza Gabriel Boric. Pero la novedad, o el barquinazo, sería una primera victoria electoral del Partido Comunista (aunque fue parte del gobierno de Salvador Allende y es parte del actual gobierno), lo que de algún modo acerca el proceso electoral chileno al que se vivió en Nueva York convirtiendo en alcalde a un musulmán que se define como socialista.
Ahora bien, si hay ballotage, podrían unirse los votos que en la primera vuelta se dividirán entre la candidata centroderechista Evelyn Matthei, el ultraconservador José Antonio Kast y el ultraderechista libertario Johannes Kaiser. Y en ese caso, es posible que el proceso electoral en el que por vez primera gana una elección un postulante del Partido Comunista, desemboque finalmente en el primer presidente ultraderechista desde que Chile recobró la democracia.
Si no hay segunda vuelta, o si se produce la rareza de que Jara gane también el ballotage, habría un gobierno más centrista que si el triunfador final es Kast o Kaiser. Y si el próximo gobierno es centrista, Chile se acercará a Bolivia, que desde hace una semana tiene un presidente centrista.
Rodrigo Paz, nacido en España, es un presidente impensado por desentonar con la histeria política imperante y los liderazgos ideologizados en auge.
Hijo del ex presidente centroizquierdista Jaime Paz Zamora y sobrino nieto de Víctor Paz Estenssoro, cuatro veces presidentes por el nacionalismo de centroizquierda, el actual mandatario fue alcalde de Tarija y llegó al Senado, pero era desconocido para la mayoría de los bolivianos.
Rodrigo Paz se diferencia del populismo izquierdista de Evo Morales y el MAS, pero también de la ola de ultra-conservadurismo plutocrático que avanza en los últimos años. Su triunfo no hace feliz al kirchnerismo ni al mileísmo. No festejaron Trump y Bolsonaro. Tampoco Rafael Correa y Xiomara Castro.
Entre las novedades que implica Bolivia está el Partido Demócrata Cristiano. En la segunda mitad del siglo 20 la democracia cristiana fue fuertísima en Latinoamérica, Europa y Filipinas. Pero desde la “Operación Manos Limpias” con que el juez Antonio Di Pietro la derribó en Italia, se extinguió aceleradamente.
Con Rodrigo Paz, el PDC volvió a aparecer. Pero lo más revelador es lo que representa el nuevo presidente: la senda liberal-centrista.
Aunque el descalabro económico dejado por los gobiernos del MAS obliga a un comienzo con medidas de shock, en lugar del gradualismo prometido, la idea de Paz es transitar una vía que se diferencia claramente del conservadurismo ultra-liberal de otros liderazgos en auge.
La voluntad popular eligió el cambio en dos etapas. La primera vuelta le puso fin al populismo de izquierda, mientras que en el ballotage eligió el centrismo expresado por Rodrigo Paz, rechazando a la derecha ultraconservadora que postuló a Jorge Quiroga, quien fue vicepresidente en el gobierno democrático del ex dictador Hugo Banzer y ocupó la presidencia tras la muerte, un año antes de cumplir su mandato, del general que había derrocado y hecho asesinar a Juan José Torres.
De haber ganado Quiroga, Bolivia habría quedado alineada con el gobierno de Milei. La propuesta económica del candidato derechista tomó muchos elementos de la agenda libertaria del presidente argentino, en cambio Rodrigo Paz propuso una suerte de tercera vía entre el populismo izquierdista y el conservadurismo ultra-liberal de La Libertad Avanza.
Con Paz, Bolivia virará hacia la economía de mercado, reducirá el tamaño del gobierno y promoverá la actividad privada reduciendo impuestos, abaratando el crédito y removiendo los obstáculos burocráticos para impulsar a los emprendedores.
En eso se diferencia de Milei y también de Trump. Con diferencias entre sí, los modelos de Milei y Trump tienen en común centrarse en la dimensión financiera y en la inversión de los mega-millonarios. Mientras que la consigna “capitalismo para todos” apunta a multiplicar y expandir la actividad privada en toda la sociedad, incluyendo a las clases medias y bajas.
El eje económico de Bolivia no estará en los mega-millonarios, cuyas inversiones por cierto serán bienvenidas, sino en promover el emprendedurismo en todos los sectores de la sociedad.
La otra gran diferencia está en lo referido al cambio climático. Trump y Milei son negacionistas y promueven la deforestación, las energías basadas en hidrocarburos y el extractivismo. En cambio, Rodrigo Paz se comprometió con la energía sustentable y el cuidado de la biósfera.
Bolivia abre una expectativa novedosa. Los nudos gordianos que encontrará gobernando pueden descentrarlo, o bien hacia el populismo que prometió superar, o bien hacia el conservadurismo al que venció en el ballotage. Pero también es posible que pueda preservar el rumbo que eligió el votante boliviano: “capitalismo para todos” y no sólo para mega-millonarios.
* El autor es politólogo y periodista.