17 de marzo de 2018 - 00:00

Musulmanes vs musulmanes - Por Juan Guillermo Milia

El viernes 24 de noviembre de 2017, día sagrado para los musulmanes, como lo es el domingo para los cristianos, mientras unos musulmanes rezan en el interior de la mezquita otros musulmanes que vinieron en vehículos todo terreno, distribuyen bombas en torno a la mezquita. Al terminar sus plegarias los musulmanes del interior salen al exterior, oportunidad en que sus hermanos de la fe hacen estallar las bombas.

Los hermanos que intentan huir son abatidos por sus hermanos atrincherados en el exterior del templo. Total 270 hermanos muertos y más de cien heridos. Mientras, los otros hermanos, creyentes como ellos en Alá y en el profeta Mahoma, huyen convencidos de que han exterminado a muchos apóstatas pertenecientes a la sexta sufista y por lo tanto heréticos que deben ser exterminados del mundo musulmán.

Egipto ha sufrido muchos atentados terroristas en los últimos años, pero éste fue el peor. La mayoría de los actos criminales han sido obra de musulmanes contra musulmanes, en este caso obra del supremasimo sunita. Los salafistas, al igual que otras sextas del islamismo fundamentalista, consideran apóstatas y herejes a todos los que se inclinan hacia La Meca, como ellos, pero que no responden a su versión cerrada e intolerante del Islam.

La amenaza del yihadismo islámico.

Nuestro objetivo es aportar algunos elementos para comprender este nuevo fenómeno denominado "la yihad islámica" que no puede ser explicado como súbito ataque de furia o locura de musulmanes incontrolables.

Si éste es un fenómeno político, la explicación debe encontrarse en un conjunto de factores que lo desencadenaron: desde la caída del Muro de Berlín como representación simbólica del fin de una era y la extrema hegemonía de Estados Unidos después de la desaparición de la Unión Soviética, hasta la falta de opciones políticas en las que canalizar años de descontento y frustración en el mundo árabe e islámico, producto de una modernización inconclusa.

Este mundo vio en el renacer islámico de los años 80, después de la revolución iraní, un referente de resistencia frente a la penetración económica y cultural de Occidente y una oposición a la modernidad como intento por preservar su propia identidad ante las imposiciones occidentales.

Pero la Guerra del Golfo en 1991, la invasión a Afganistán e Irak en 2001 y 2003 y la presencia militar directa de Estados Unidos en una vasta región donde nunca antes había estado, profundizaron aún más la desazón y el resentimiento hacia la nación más poderosa de la Tierra, admirada y rechazada a la vez.

Es este rechazo, y la falta de nuevas opciones políticas superadoras, lo que permitió que se desarrollara un nuevo fenómeno denominado Al Qaeda.

Los nuevos fenómenos políticos suelen ser confusos y no siempre se los puede explicar de manera acabada. Al Qaeda, ¿es el nuevo enemigo? ¿De quién? ¿De Estados Unidos o de toda la humanidad? Difícil respuesta. De todas maneras, como en tantas otras oportunidades, apelamos al filósofo Baruj Spinoza, quien solía decir: "No reír, no llorar, sino comprender…"

El fracaso de la guerra contra el terrorismo" y el surgimiento de Al Qaeda y el "Estado Islámico"se explican de manera más amplia a través de un fenómeno que se hizo evidente a pocas horas de los ataques del 11 de setiembre.

Los primeros movimientos de Washington dejaron en claro que la guerra antiterrorista se llevaría a cabo sin ninguna confrontación con Arabia Saudita o Paquistán, dos aliados cercanos a los Estados Unidos, a pesar de que sin la participación de estos dos países hubiera sido poco probable que dichos ataques ocurrieran. De los 19 secuestradores que actuaron ese día, 15 eran saudíes. Bin Laden procedía de la élite saudí.

La importancia de Arabia Saudita en el surgimiento y el regreso de Al Qaeda, con frecuencia se malentiende y se subestima. Arabia Saudita ejerce influencia debido a que su petróleo y su vasta riqueza la hacen poderosa en Oriente Medio y más allá. Sin embargo, no sólo los recursos financieros hacen que sea un jugador importante.

Otro factor es la propagación que hace del wahabismo, versión fundamentalista del Islam del siglo XVIII, que impone la ley sharía, relega a las mujeres a ser ciudadanas de segunda clase y considera a los musulmanes chiitas y sufíes como musulmanes que deben ser perseguidos junto con cristianos y judíos.

Esta intolerancia religiosa y autoritarismo político, que tiene muchas similitudes con el fascismo europeo de la década de 1930 en cuanto a su presteza para utilizar la violencia, lejos de mejorar está empeorando.

Por ejemplo, en años recientes, un saudí que creó un sitio web liberal en el que se podía criticar a los clérigos, fue sentenciado a 1.000 latigazos y siete años de prisión.

El resurgimiento de los grupos tipo Al Qaeda no es una amenaza confinada a Siria, Iraq y sus vecinos cercanos. Lo que está ocurriendo en estos países, combinado con la creciente dominación de las creencias wahabistas intolerantes y exclusivas al interior de la comunidad sunita mundial, significa que 1.600 millones de musulmanes, casi una cuarta parte de la población mundial, resultará cada vez más afectada. Es poco probable que los no musulmanes, incluyendo muchos en Occidente, no sean tocados por el conflicto.

El resurgimiento actual del yihadismo, que ha cambiado el terreno político en Iraq y Siria, ya está teniendo efectos de gran alcance en la política global, con consecuencias temibles para todo el mundo.

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